Las vigas del piso crujían con cada paso que Scarlet daba. Cada vez más grandes, más ansiosos y desesperantes, sus pasos avanzaban por el sótano esperando la señal.
La señal con la que podría escapar.
Y de repente, un silbido, tan agudo y lastimero como solo Cora podía hacerlo.
Esa era su señal, para ser libre de nuevo.
Para escapar del manicomio.
Subió las escaleras y abrió la puerta del sótano, viendo a los lados para asegurarse de que nadie supiera lo que estaba a punto de pasar.
Ahí tendría que tener más cuidado con sus pies. Tenía que ser más sigilosa si quería perseguir su libertad y buscar aventuras hacia lo desconocido.
Una sonrisa asomó a su rostro. Esto era verdaderamente divertido. Era como en las películas de crimen que les dejaban ver dos horas al día, para después continuar con su rutina y hacer una fila para tomar las pastillas adecuadas.
Hacia un mes que Scarlet no las tomaba.
Su corazón latía rápidamente. Ya no había mucho tiempo, tenía que apresurarse, pues las cámaras y la seguridad del edificio volvería en cuestión de minutos.
Era arriesgado y le encantaba.
Caminó hasta la puerta de la entrada pasando por pasillos y un laberinto de puertas que había memorizado cada vez que hacían el recorrido matutino.
Era extremadamente inteligente, pero la gente creía que estaba loca, que en su cabeza sólo pasaban pájaros con alas rotas y sueños sin esperanzas.
Pues tenían razón, pero su cerebro era demasiado grande, y contenía mucha información además de locura, muchas ganas de aventuras y de venganza.
Así que, cuando llegó a la puerta, miró hacia atrás y prometió en silencio, volver por aquellos que anhelaban una vida igual que ella.Scarlet bajó las escaleras del edificio dando pequeños saltitos, cual niña emocionada por un helado, y brincó aún más en el momento en el que olisqueó el aire.
El olor de la libertad.
Corrió hasta la estación de autobuses, pues estaba a punto de perder el autobús que la llevaría a su nuevo trabajo de camarera en el Funny's, donde, hacia un mes, había enviado una carta para solicitar el empleo que exhibían en el periódico.
Buscó al conductor del autobús con la mirada y descubrió que no estaba, y que todos los pasajeros ya se encontraban a bordo. Sonrió.
Todo estaba saliendo según lo planeado.
Caminó hasta el baño de la estación, sacando el cuchillo que había robado en el desayuno de su bota derecha. Le había incomodado a la hora de correr, pero era algo que debía soportar.
Entró al baño de hombres y, en efecto, ahí se encontraba el hombre de un metro ochenta, enorme y voluptuoso.
Era lindo, pero tenía que hacer lo que tenía que hacer. Estaba haciendo sus necesitades fisiológicas, sin darse cuenta de Scarlet en absoluto, pues estaba de espaldas a ella.
Scarlet llegó hasta donde estaba el extraño, y cortó su garganta, sin darle tiempo a siquiera tomar el último respiro.
Antes de que la sangre manchara todo el traje del hombre, Scarlet lo sujetó para evitar que se desplomara y comenzó a quitarle su traje de conductor, y mientras lo hacía, se deleitaba con la sangre que emanaba de su cuello, espesa y deliciosa, como antes la había probado, con sus ojos azules abiertos de par en par, sin saber lo que le deparaba.
Se vistió, guardó al hombre en un cubículo y se lavó las manos.
Quitó el seguro a la puerta y salió para cumplir con su venganza y conseguir la libertad que le habían quitado durante 8 años...
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Mini historias.
RandomAmor, Dolor, Alegría, Felicidad, Sufrimiento, Sonrisas, Lágrimas... ¿Qué más se podría pedir en ésta vida?