Capítulo dos.
Menos pensamientos, más acciones. Día 3 de septiembre del 2013.
Hoy desperté muy animada, claro. Soñé con el chico sin nombre —ni idea el nombre del chico— fue el sueño más hermoso que tuve en toda mi vida. Antes, ya había soñado con otros chicos que me gustaban, pero con ninguno tuve un sueño como este, ¿será que él será el indicado? Pero, lo que aun no entiendo, es que ninguna vez me ha sonreído, aunque intercambiamos miradas, ¿Seré muy fea?
Yo digo, que odio todo esto.
Prometo que alguna vez me dejará de gustar.
Pero nunca lo cumplo; claro, mis hormonas están locas por él. Aparte, de estar en la pubertad, es lo peor que puede pasar, yo diría; hormonas locas, everywhere.
El timbre para salir a recreo sonó más de 5 veces, odio cuando hacen eso, y odio el sonido de la campana eléctrica.
Lo primero que hago cuando salgo de la sala, es mirar hacia el lado izquierdo, donde se encuentra su sala, pero todavía no salen, quizás, se han portado mal y el profesor —con el que estén— los ha dejado castigado.
Me apoyo en el balcón y miro, mientras mi amiga Abby me cuenta su experiencia, de que un perro la había mordido, me mostró como estaban los moretones que le había dejado aquel perro, cuando lo miré me estremecí.
—Ahora, le tengo fobia a los perros, enserio. Los odio.
Fruncí el ceño.
No me gustan las personas que le gustan; Los perros y odia a los gatos, y siempre tiene que tratarlos mal, y también, al revés.
—Tú ni cuidas a tus perritas – güeon, enserio me da rabia.
— ¿Cómo qué no? – su voz se escuchaba pesada, como siempre. SIEMPRE pone esa voz cuando se pica.
—No. Ya si no piques, te enojas por todo, lo único que piensas ‘’ay gatos, gatos’’ también están tus perras, no lo olvides.
—No, si no me pico, es que lo que pasa que me gustan más los gatos que los perros.
—Pero, todos los animales deben recibir el mismo cariño que todos, ¿o no?
—Si sé eso, pero, eso
Suspiré, y sí, me da rabia, sus argumentos son tan tontos, no sé cómo la psicopedagoga dice que le gusta su forma de razonar.
Al final, no le quería dar más vueltas al asunto y me coloqué los audífonos, subí el volumen y me centré en mis pensamientos, y la vista que tenía frente mío se convirtió toda una historia de fantasía, que no existirá.
Siempre estoy centrada en mis pensamientos, sin escuchar a nadie ni prestar atención a lo que está pasando, me relaja, pero me gustaría estar en casa, acostada.
Al término de la última clase tuvimos que ordenar la sala, recoger todos los papeles que se encontraban tirados en el suelo, y luego almorzar, y otra clase más aburrida, Ciencias Naturales, no odio la asignatura, si no a la profesora Beatriz, aparte de caerme mal, no me gusta como enseña, prefiero mil veces al profesor que teníamos el año pasado, el Profe Jaime.
Cuando terminamos de almorzar salí rápido de la sala, los días miércoles siempre me toca hacer el aseo en la sala, pero yo nunca lo hago; yo no limpio la suciedad de otras personas, nosotros deberíamos ser independiente y limpiar nuestro banco.
— ¿Vamos a comprar al casino? – Dijo Daniela, fruncí el ceño, no tenía ganas de ir, ni de caminar, sólo tenía ganas de hacer… Nada.
Abby me miró para oír lo que respondía y mi respuesta era muy obvia; No.
— Vanessa, vamos, por favor – Daniela comenzó a hacerme pucheritos, odio demasiado cuando me ruegan, lo odio.
— No, Dani, de verdad, no tengo ganas de ir – sacudí mi cabeza, a modo de negación.
— Vane, vamos, mi amor, mi vida, mi sol, mi luna, mi cielo, ¡Mi comida! – entrelazó sus manos mientras hacía pucheros y me rogaba.
— Vamos Daniela, tanto que le ruegas – Ya saltó, odiaba a Abby que hiciera eso, parecía tan celosa, esa era su lado que me caía mal, y muy mal.
Le tomé la mano a Daniela, y le susurré; Creo que anda con Andrés – Reímos – Ya, voy a ir – sonreí.
No es por ser ‘’Mala amiga’’, pero yo digo que ojalas el otro año no estemos en el mismo curso, y que se cambie de colegio, y además siempre insulta Coquimbo, si no le gusta, que se vaya, ¿Qué hace aquí? Cómo si Santiago fuera tan bonito, la güea hermosa.
Cuando llegamos al casino le pedí a Daniela si me comprara chicle —Tengo una obsesión con el chicle, aunque me muerdo muy seguido comiendo, igual lo amo— y está acepto de mejor manera.
Daniela me pasó el chicle y saqué una porción para dársela a Abby y comerme una yo.
Miré por la ventana del casino que da hacía el patio techado, miré hacía la galería que se encontraba para el lado izquierdo, allí se encontraba el ‘’Platónico’’ de mi mejor amiga, Daniela.
Le di un codazo para que mirara.
— ¡Uh! Guachito rico, le hago de todo – puso sus manos sobre su cara, estaba roja.
— Trece, Trece con él – Abby alzó unas cuantas veces las cejas.
Rodé los ojos.
— Vámonos de acá – me tomé del gancho con Daniela, cómo siempre lo hacemos.
Íbamos en silencio hacía el primer patio; ¿Besémonos para romper el hielo? – le dije a Daniela.
— Conchetumadre, Vanessa culia – tapó su boca mientras reía.
— Lo sé, soy toda una rompecorazones, romperé mi record, ya van más de 10 conquistas, contigo – al final agregué una voz… Algo sexy.
— Y eso que la Abby está callada – río.
Ya sé el por qué; Está picada, y es toda una celosa.
No me gusta pensar eso de ella, sólo… Me nace, me cae bien, pero por otro lado, cuando se pone así del todo enojona, hace que me caiga mal, no me gusta.
— Estaba pensando – habló sin más.
Yo y Daniela nos miramos y reímos, siempre hacíamos eso.
— Bueno… Me aburrí, y me cansé, y quiero dormir, y tengo hambre.
— Daniela, ¿Por qué eres tan floja? Igual que yo, no lo entiendo.
— No lo sé, quizás, somos gemelas.
SIEMPRE, pero siempre hablábamos con sarcasmo.
— Quizás, somos unas gemelas perdidas.
— Sí… - Asentía con su cabeza, todo el rato.
Y por desgracia el timbre tocó.
— ¡Nooo…! – gritamos las dos, hizo que todas las miradas de los chicos y chicas nos miraran, nosotras nos reímos y avanzamos lo más rápido hasta la sala.
Somos unas locas.
No hay nada más agradable que locuras con tus mejores amigas.
Pero lo peor, es cuando te arruinan el momento, y en ese momento me lo arruinaron, claro, las clases.