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Mirándose al espejo, Choi Seungcheol observó su rostro con cuidado. Se dio cuenta en ese momento que, realmente, nunca se había sentido atractivo. Miró sus ojos, un poco caídos, miró su nariz y sus labios; fingió una sonrisa frente al espejo y cerró la boca al instante, un poco avergonzado e incómodo porque sus encías siempre se veían al sonreír. Miró su rostro completo, sus orejas grandes, sus manos demasiado pequeñas para su gusto. Se dio cuenta también que, a pesar de no encontrarse la gran cosa, el tiempo con Jeonghan le había hecho olvidar todas esas inseguridades que lo perseguían desde siempre. No lo había notado estando con él, pero estando solo una vez más comenzaba a sentir como todo volvía a él lentamente.

Ahora, solo en el departamento y habiendo pedido licencia por un tiempo (no se sentía con ánimos de trabajar) tenía más tiempo que nunca para pensar y pensar y pensar.

Era muy pequeño cuando sus padres se habían separado. Era pequeño y aún muy ingenuo como para comprender la situación, pues en ese momento no entendió por qué razón sus padres no querrían seguir viviendo juntos. Le habían explicado entonces que era lo mejor para todos, que seguirían viéndose y amándose como una familia, como la familia que siempre habían sido. Seungcheol era pequeño y había confiado en ello, pero no era tan ingenuo como para ignorar los llantos de su madre por las noches y como para darse cuenta que cada semana que pasaba su padre se mostraba con menos frecuencia para ir a verlo. Tampoco fue demasiado pequeño para darse cuenta de lo más importante, aun cuando a esa edad no era capaz de comprender el mundo de los adultos.

¿Es realmente necesario amar a alguien si de todos modos va a dejarte?

Así, a muy temprana edad, Seungcheol había decidido que amar con todo su ser no valdría la pena.

Siempre tuvo muchos amigos, podía llevarse bien con quien quisiera con mucha facilidad, fue el presidente de la clase la mayor parte de sus estudios siempre por elección de sus compañeros y le gustaba mucho participar en todo lo que pudiera como talleres y festivales, siempre estaba por aquí y por allá moviéndose y riendo con sus compañeros, sintiendo que realmente eso era suficiente para sentirse lleno, pues de todos modos, era joven y no necesita demasiado.

La primera vez que salió con alguien fue a los 14 años. Era una chica de la clase, se llevaban bien y de pronto todos comentaban lo bien que se veían juntos y cómo deberían salir. Seungcheol no sentía nada realmente, la quería mucho, sí, pero nada romántico que pudiese servir para verla con otros ojos. Pero sus compañeros insistieron, y al parecer, esto hizo que la chica comenzara a pensar lo mismo. Cuando se le declaró frente a la clase Seungcheol no tuvo otra opción más que aceptar salir con ella.

Pasó una semana, pasó otra semana y Seungcheol seguía sintiéndose igual que el primer día. Los abrazos, las palabras bonitas y los dedos entrecruzados no le causaban nada, pero la chica se veía feliz y eso calmaba un poco su corazón. Pero quizás eso no era suficiente, pues cuando se dieron su primer beso Seungcheol se dio cuenta de que esto realmente no iría a ningún lado, y sabía que si seguían así solo la lastimaría más. Una tarde después de clases, cuando la chica tomó su mano con suavidad y tímidamente pidió por un beso Cheol decidió que no podían seguir más allá.

Le explicó, de la forma más suave que hubiese podido, que no podían seguir juntos. Le explicó que no sentía nada, le explicó que la quería pero no como ella necesitaba y le explicó cuánto lo sentía realmente. No fue suficiente, la chica lloró con fuerza durante largo rato, haciendo que el pecho de Seungcheol se sintiera más y más apretado. Le ofreció un pañuelo, la chica lo rechazó y sin decir nada más caminó sola, escondiendo su rostro entre sus manos. Pudo ver el cuerpo tembloroso de la chica alejarse y un frío recorrerle la espalda, intentando auto convencerse de que esta había sido realmente la mejor solución.

Quizás es hora de olvidar [JiHanCheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora