Tantas formas de estar sola

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Pero me rompí.
Me rompí por piezas dispersas, entre la habitación. Me rompí, y las partes que sucedían de mis cuencas, flotaban en la estancia, sobre el mar de lágrimas que inundaba el suelo, y desprendía ese olor a madera húmeda de las paredes. Me rompí triste, desecha. Pero en silencio. Procurando no despertar los gritos en las habitaciones ajenas del motel de mala muerte en el que me puse los cuernos.

Y me senté.
Me bebí una a una las asperezas negras, como sombras desechas, que se esparcían como gasolina por mis ojos. Me bebí las tristezas, hasta dejar seca la habitación, y me recogí uno a uno los fragmentos desperdigados... y las sábanas, y los lienzos, y las fotos, los recuerdos, y las náuseas, los miedos, las miradas, los gritos...

Uno a uno, los reuní todos entre las manos,
encendí una cerilla,
y les prendí fuego.

Nada, para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora