Domingo por la mañana y Lali emergió de las profundidades del
sueño ante el intruso sonido del timbre del teléfono.
Se levantó de la cama con dificultad, salió de la habitación
arrastrando los pies y se puso una bata, gruñendo porque el domingo
era su único día de descanso y la noche anterior había estado hasta
las tres de la madrugada en un centro nocturno con Antony y algunos
de sus compañeros del teatro. De modo que no estaba de muy buen
humor al responder la llamada.
Había una interferencia en la línea, molestando el sensible oído
de la joven. Luego le llegó la voz, profunda y gutural, con notable
acento extranjero.
—¿Rali Esposito? —inquirió la voz.
—Sí, soy yo.
—Ah... Lali, soy Aristóteles Kirilakis —el suegro de Helen. Lali
enderezó la espalda, alerta y despejada de repente—. Me temo que
debe prepararse para una mala noticia, querida. Su hermana y mi hijo
han sufrido un accidente automovilístico.
Lali sintió que la invadía un frío terrible.
—¿Helen y Stavros? —Musitó con un hilo de voz—. ¿Están...
malheridos?
—Eso me temo, querida —repuso la profunda voz en tono sombrío—.
Stavros ha sufrido una contusión y aún no ha recuperado el
conocimiento; por lo demás, parece que no sufre heridas graves,
esperamos. Pero lamento decirle que el estado de su hermana es más
grave.
Lali palideció y tuvo que apoyarse en la pared.
—¿Hasta qué punto es grave su estado? —balbuceó.
—Los médicos creen que perderá el bebé —informó Aristóteles—.
Ella tiene algunos huesos rotos, pero los daños internos es lo que
más preocupa a los médicos... lamento ser el portavoz de noticias tan
tristes.
—¿Cuándo sucedió? —tratando con desesperación de no dejarse
abrumar por la espantosa noticia, Lali se obligó a concentrarse.
—Aquí en Atenas es mediodía. El accidente ocurrió a las nueve de
la mañana. Lamento no haberla llamado antes, pero quería estar
seguro de los hechos antes de darle la noticia.
—¿Sucedió en Atenas? —Lali comenzó a planear de inmediato cómo
llegar a la capital griega por la ruta más corta, cuando Aristóteles
aclaró:
—La estoy confundiendo —se excusó con un suspiro—. Disculpe a
este pobre viejo agobiado. La llamo desde Atenas, pero el accidente
ocurrió en Rodas. Un niño corrió ante el coche y, al tratar de
evitarlo, Stavros se salió de la carretera y volcó a causa del