Capítulo 6

33 2 3
                                    


La caída no era muy grande, pero a mí me pareció una eternidad. Los brazos del chico rodeaban mi cuerpo como si me fuese a escapar y hundí mi cabeza en su pecho. Lo único que podía oír era la brisa del viento y el latido de su corazón. Sentí como nos íbamos cayendo y acercando al suelo, cuando algo amortiguó nuestro salto.

Al parecer, él había pensado en todo, porque nuestros cuerpos fueron sujetados por un grupo de hombres justo antes de que mi nuca rozase el suelo.

Estaba demasiado aturdida. ¿Qué mierda está pasando aquí?

Todavía seguía con mi cara en su pecho y abrazándolo fuertemente, como él había hecho antes conmigo. Un par de brazos me separaron de su anatomía, y no paré de forcejear, incluso algunas lágrimas fueron derramadas por mis ojos. Por alguna extraña razón, me sentía segura entre sus brazos.

Entre los litros de alcohol bebidos y el suceso de la pistola en casa de Cameron, mi estado no podía estar más demacrado.

Un hombre me llevó a la parte trasera de una furgoneta, y me indicó que permaneciese allí, pasase lo que pasase. Me agarró fuertemente de las manos y me dedicó una sonrisa tranquilizadora, aunque mi respuesta no fue más que una mueca aterrorizada.

Me senté encima de una caja de cartón y hundí mi cara en mis manos, intentando recordar lo que acababa de pasar y para buscarle una razón.

Miles de flashbacks pasaron por mi mente: John mirándome desde una esquina, dedicándome una dulce sonrisa, Louis y Jack riendo y abrazándome, Nathan observando el ambiente neoyorkino, I Want You To Know, un chico susurrándome algo al oído,...

Pero ningún suceso justificaba aquellos hombres a punto de realizar un tiroteo.

¿Por qué hoy? ¿Por qué un día en el que había decidido divertirme ha pasado esto? ¿Quienes eran esos hombres? ¿Qué querían de mí?

Me perdí en mis pensamientos, y lágrimas de impotencia inundaron mis ojos, hasta que la voz de alguien hizo que mis pensamientos se esfumaran.

-Bien hecho, muchacho. Has hecho lo correcto. Ahora asegúrate de que llegue sana y salva a algún sitio en el que esté segura. Y sobretodo, que nadie os siga. -exclamó una voz madura, y calculé de un hombre de unos 50 años. Su tono de voz era autoritario, pero denotaba un atisbo de miedo.

Comenzaba a acostumbrarme a la oscuridad de la furgoneta, cuando sentí que la claridad inundaba mi campo de visión y destaca una sombra de una persona, que acababa de abrir la puerta de atrás.

Era él.

Seguía sin poder observar sus facciones por su enorme capucha, pero me transmitía una extraña tranquilidad.

-Es hora de irnos. -me tendió su mano y la volví a coger, sin detenerme a pensar en lo que hacía.

-¿Adónde vamos? -me atreví a preguntar, mientras me arrastraba de allí corriendo.

-A un sitio dónde estarás segura. -respondió sin mirarme. Y a pesar de que no era más que un desconocido, confié en él y corrí con él sin destino en mente.

Eché la vista atrás, y pude observar todos aquellos hombres vestidos de traje azul, con cuerpos robustos y miradas firmes. Había, sin embargo, un hombre vestido con una bata blanca de laboratorio que me miraba fijamente. Supuse que ese fue el hombre que le dijo al chico que me llevase a un lugar seguro. Me resultaba raramente familiar. Negué con la cabeza, desechando esos pensamientos, y volteé mi vista al frente.

No sabía con exactitud cuánto tiempo llevábamos corriendo, cuando sentí un dolor fuerte en las plantas de mis pies.

Los tacones me estaban matando.

CasperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora