Capítulo 15

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Canción: Lego House - Ed Sheeran

Las zarzas se enredaban en nuestros pies mientras intentábamos cruzar la cuesta con rapidez. El día había anochecido demasiado y el tiempo había pasado volando, tanto, que me había creído que sólo existía un mundo: el de Casper y yo. No me había dado cuenta de que todavía no había contactado con mis amigos y que posiblemente tendría a medio mundo buscándome.

Sus palabras se repetían como ecos en mi cabeza. Me había quedado tan impactada después de todo lo que me contó que sólo pude decirle que esperase. Me había dado mucha información de repente, y yo ya no sabía si me estaba dejando arrastrar por una completa locura. Necesitaba pensar y reflexionar. Por eso, necesitaba contactar con alguno de la banda lo antes posible.

Salimos de aquel lugar oscuro y otra vez las luces volvieron a iluminar mi vista. No pude evitar que a mi mente llegasen imágenes recientes de Casper bailando, y una calidez extraña inundó mi pecho. No pude evitar sonreír tontamente ante el recuerdo, y más cuando su mano busco la mía y se entrelazaron.


Andábamos por los pasillos de la feria, pero esta vez calmadamente. Era como si ambos pensásemos lo mismo: queríamos absorber cada recuerdo, cada sensación, cada instante que nos recordase este lugar. La brisa golpeaba mi cara con más fuerza, pero el ambiente parecía ser el mismo que hace una hora. Todavía podías oír a niños gritando, jugando, comiendo algodón de azúcar... y ver parejas hablando y riendo. Menos nosotros. Nosotros no hablábamos. Nos limitamos a observarlo todo como si fuese la última vez que lo fuésemos a ver.

Cruzamos por el puesto de Edgar y le saludamos amistosamente. Al principio me dio risa: estaba dormido, y al oír nuestras voces, se sobresaltó, tanto que casi tira la cerveza que tenía sobre la mesa del puesto. Pero al darse cuenta de que éramos nosotros, su cara cambió a una sonriente y nos saludó con la mano y diciéndonos: ¡adiós, adiós!, como si nada hubiese pasado.

El viento hacía su fuerza. Las ramas de los árboles comenzaban a moverse con más rapidez y el agarre de Casper en mi mano se intensificaba. Todo parecía ir a contrarreloj. Parecía que hubiésemos despertado de aquel mundo de total paz y felicidad para enfrentarnos con la cruda realidad.

En un abrir y cerrar de ojos, estábamos en la entrada de la feria. Ambos nos paramos, y sentí la mirada de Casper sobre mí. Era como si, desde su interior, quisiera que me despidiese del lugar. Algo me decía que no volveríamos a pisarlo en mucho tiempo. Me di la vuelta y observé.

Echaría de menos Summerland. Echaría de menos su color, su alegría, su esencia. Sabía que, a partir de ese momento, era un sitio que me iba a recordar al chico misterioso que me trajo allí. El chico que su mundo de color negro se iluminaba cada vez que pisaba este sitio. El chico al que solamente este lugar le permitía soñar.

Toqué los barrotes de la puerta por última vez y, después, me encaré hacia Casper. Su mirada me recorría. Supe que me había estado mirando mientras estaba de espaldas y observaba todo. Como si le sacase de un trance, carraspeó y exclamó:

-Está refrescando. Vamos al coche -se frotó las manos y respiró, dejando una nube de vapor a su alrededor. Me tendió su mano, que automáticamente agarré. Nos encaminamos hacia aquel pasillo que conducía al parking, junto a pequeños farolillos que lo iluminaban. Esta vez no agarraba mi cintura, como lo hizo al entrar. Esta vez yo no tenía una banda que me tapara los ojos y me impidiese ver. Pero mi subconsciente no paraba de sentir que me hubiese gustado que fuese como esa vez. Como si él fuese el que me guiase. El que me guiase siempre.

Llegamos al coche y Casper, como un caballero, abrió mi puerta primero antes de introducirse él en el coche. Me sonrojé y le agradecí en silencio mientras me acomodaba en el asiento delantero. Parecían pequeños detalles, cosas sin importancia, pero a mí extrañamente me gustaban. Me hacían sentir cómoda y en confianza. No quería perder esa sensación.

CasperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora