Después de que Leslie me desvirgara, pasó un buen rato acostada sobre mí. Me besaba continuamente, sus labios se apoderaban con ternura de los míos, y su lengua acariciaba la mía con delicadeza. Sus besos me hacían sentir mejor, a pesar del dolor que aún sentía en mi entrepierna. Su miembro, aún dentro, tardó en regresar a su forma flácida. Al sacarlo, sentí un cálido flujo en mi sexo, la cominación de su semen, mis jugos y mi sangre.
El tener su rostro tan cerca me hizo darme cuenta lo hermosa que Leslie era. Después de nuestra sesión de besos, permanecimos un largo minuto mirándonos a los ojos. Luego rió.
- Eres tan tierna, Yagiko-chan. - Acarició mi.mejilla - Me encantaría pasar el día así, acostada y entre tus piernas. Pero recuerda, tienes trabajo que hacer ¿sí? Ahora, levántate y prepara un buen desayuno a Alice-chan y a mí.
- Sí, Leslie-sama.
Leslie me dio varios minutos para asearme y descansar, pues el dolor seguía allí. Cuando estuve lista, fui a la cocina y preparé algunas raciones de huevos benedictinos y jugo de naranja. Algo sencillo, perfecto para adecuarme a ese lugar. Su cocina era enorme y tenían de todo, incluyendo una cantidad casi ilegal de azafrán.
- ¡Están deliciosos, Yagiko-chan! Tienes un talento para la cocina.
- Muchas gracias, Leslie-sama - Por alguna razón no me costaba meterme en mi rol de sirvienta con ella. - Por cierto, quería preguntarle algo...
- ¿Sí?
- Bueno... Creo que necesito tomar algo. Ya sabe, la píldora y...
- Oh, no, no te preocupes. - Me interrumpió, haciendo florituras con su cuchara - Nosotras las futanari somos infértiles. Se requiere de tratamientos en ambas personas para hacer posible un embarazo. O al menos eso dice mamá, ji.
Una fuerte sensación de alivio me recorrió, seguida de una sensación de inquietud. Eso significaba que podrían tener sexo conmigo cuantas veces fuera sin consecuencia alguna. ¿Eso era bueno o malo? Estaba a punto de preguntar por su madre, cuando un grito se escuchó repentinamente por la casa.
- ¡MAAAAAAAAI!
- Oh, es Alice. - Comentó Leslie, terminando sus huevos. - Se acaba de despertar. ¡Rápido, ve con ella! Alice tiene un... problemita todas las mañanas. Mai, nuestra otra maid, es quien se encargaba de ella. Pero ahora tienes que ir tú, ¿sí? Y ten cuidado. Alice tiene mucha... capacidad jiji.
Asentí, tragando saliva. Alice volvió a llamar. Me apresuré a subir las escaleras y llegar hasta el cuarto de la chica. Al entrar, vi a una chica de cabellos rubios oscuro alborotados tumbada en la cama, vestía una pijama blanca de conejitos, y su ojos parecían no haberse abierto aún, como si no estuviera del todo despierta.
- Buen día, Alice-sama, yo soy... - Comencé.
- Mai... apúrate.
Alice apartó las sábanas, dejando al descubierto sus piernas. Entre ellas asomaba un gran bulto en sus pijamas. Tragué saliva de nuevo. Esta vez iba a ser mucho más raro, pues Alice era poco más que una adolescente: tendría unos 16 o 17 años. Me acerqué a ella, tímida, y dirigí mis manos con lentitud hacia sus pijamas.
- S-sí, Alice-sama.
Bajé el pantalón de su conjunto para dormir y una impresionante erección me salió al paso. No era un miembro muy grande, pero parecía estar a punto de estallar. Estaba sumamente duro y se sentía bastante caliente. Su olor era muy intenso, pues acababa de despertarse. Tragué saliva una vez más e, indecisa, llevé mis labios a su glande. Le di un beso que pronto subió de nivel. Comencé a chupar la cabeza del miembro de aquella niña mientras masturbaba su tronco con mis manos.
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La Casa Raleigh
Ficción GeneralLa joven Yagiko Kuchizumi está en aprietos. Con unas enormes ganas de estudiar y salir adelante, e igual de enormes carencias económicas, Yagiko comienza a trabajar como sirvienta en la Mansión Raleigh. No tarda en darse cuenta de que hará más que l...