—Se supone que no debes traer gatos a la pastelería —Alejandro seguía colocando en bandejas marrones galletas de zanahoria con coco—. Y menos el día de la inauguración.
—Tú no puedes decirme nada, Alex —Rubén acercó el felino a su cara y juntó sus narices, riéndose por la sensación húmeda que percibía—. Yo ya he hecho mi trabajo preparando todo eso que tienes en las manos.
—Pues si en eso nos basamos, tendrías que estar esforzándote más —Alex regresó a la zona de hornos, dejando a Rubén con las palabras en la boca.
—No te preocupes, hermosa. No te harán nada. Son buena gente y muy majos. Seguro que te amarán —le dijo el noruego a su nueva mascota.
—¿Quiénes son buena gente? —Samuel entraba a la parte delantera con cajas de cartón para regalos y se colocó detrás del mostrador, sólo en ese momento vio lo que su amigo llevaba en manos—. Oh, no Rubén. Debes sacar al gato. Pueden caer pelos a los postres.
—Relájate, Samuel. Que no es para tanto —habló tranquilamente el más alto—. Los clientes la adorarán y querrán verla a diario.
—No lo creo. Hay gente muy quisquillosa. Y si ven al gato-
—Gata —le corrigió rápidamente el de ojos oliva—. Es una hermosa princesa. ¡Qué digo, reina!
—Sea macho o hembra, debes llevarla a otra parte —continuó Samuel, armando una de las cajas para que estuviera en el estante trasero como muestra. Rojo brillante contrastaba con blanco en toda su superficie. Y un listón dorado fue añadido por el chico con barba como detalle final.
—Pero el otro día vi que en Supertiernos había una gata en una veterinaria que recibía a cada visitante en el escritorio de recepción y todos la adoraban muchísimo, tío —Rubén acurrucó al pequeño ser vivo de pelaje a blanco y negro contra su pecho.
La encontró en un centro de adopción para mascotas. Ella era la más pequeña de sus hermanos en la camada y no paró de maullarle hasta que la tomó en brazos. En ese instante supo que esta gata sería parte importante de su vida.
—Claro, una veterinaria, donde es normal ver animales. Esto es una pastelería —el mayor ahora se concentraba arduamente por acomodar a la perfección cada pieza que iba estar a la vista de los que asistieran. Todo debía verse perfecto, pues el hambre entra por los ojos.
—Qué poco tolerantes son —Rubén caminó hasta las sillas de metal que su actual jefe había conseguido en una barata y tomó asiento en una de ellas. En un principio se negó rotundamente a que estuvieran allí. Aquello no era un maldito jardín. Pero cambió de opinión cuando las vio renovadas. Encajaban con todo de una manera poco creíble.
—Hablo en serio, Rubén. Tendrás que llevarla a tu departamento o dejarla en su... caja con rejas —sentenció Samuel, dirigiéndose una vez más a la trastienda—. Iré a revisar los bizcochos y las tartas. Cuando vuelva, quiero que hayas decidido qué hacer.
—Pero Alex puede hacerse cargo de las tartas —agregó Rubén, sin dejar de acariciar a su gata.
—Tan sólo... ocúpate de ella.
—Espera, Samuel —el aludido se detuvo y giró sobre sus talones, Rubén se levantó y acercó la pequeña a su jefe, colocándola muy cerca de su cara—. ¿Acaso no te parece encantadora?
Samuel la miró detenidamente. Su tórax sujetado por las manos de Rubén mientras que sus patas traseras estaban suspendidas en el aire, y las delanteras se extendían hacia adelante, dejando colgar sus garras. Aquella cola traviesa se movía como si tuviera mente propia. Vaya que era linda.
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3 bodas. 1 pastel. [Wigetta]
FanfictionMadrid era el lugar donde vivía. Madrid era la ciudad donde creció. Pobre Samuel, no sabía... En un organizador se perdió. Entre fiestas pasaba sus días. Para hacer felices a otros nació. Guillermo amaba lo que hacía. Y en una pastelería pronto se e...