Cuando llegue a casa lo primero que hice fue buscar mi cuaderno de bosquejos para comenzar a dibujarte y no olvidar nada de lo que había visto.
Tus ojos pequeños, pero con un brillo que hacía que el color de tus ojos brillara con más fuerza. Tus labios delgados y que ahora sabia que eran entre un tono rosa fuerte y que siempre estaban húmedos, y adornados con un piercing. Tus cejas delineadas, tu rostro infantil. Todo, todo lo quería recordar.
Aun recuerdo cuando esa tarde, mientras trabajaba en el café el sonido de la puerta abriéndose me hizo voltear solo para encontrarme con tu pequeña y delgada figura. Me sonreíste algo nervioso y te guie a una mesa que daba junto a un ventanal.
Tome tu orden y solo pediste un chocolate, afuera hacia frio así que yo mismo me encargue de prepararlo."Gracias"
Me quede embobado como tus labios se acercaban al borde de la taza y tomabas un pequeño trago
"Cuidado" te detuviste algo asustado "Esta caliente" entonces reíste, y fue una risita apenas audible
"Gracias"
Me sonroje por la forma en la que te lo había dicho, te pregunte si querías otra cosa pero dijiste que estabas bien con el chocolate.
Y tu voz sonaba como algo dulce, como una melodía que quisieras escuchar una y otra vez y jamás te cansarías de hacerlo.
Regrese a atender a otras mesas, y tu solo te quedaste viendo por el ventanal. Yo me quede viendo tú mirada, perdida, nostálgica.
Cuando terminaste me llamaste para pedir la cuenta, te di una pequeña hoja donde venia la cuenta y tú pagaste. Te levantaste dispuesto a irte pero antes de hacerlo te giraste a verme, te veías sonrojado y mordiste tu labio inferior en la parte en la que tenias el piercing.
"Soy Frank"
Dijiste, y cuando escuche tu nombre sonó como algo tan bello, tan propio de ti
"Gerard"
Reíste y ahí estaba de nuevo esa risita que me provocaba escalofríos.
"Gracias por el café... Gerard"
Y entonces supe que quería que dijeras mi nombre de nuevo, porque de tus labios mi nombre sonaba como algo hermoso. Como si no fuera yo de quien hablabas.