Milagrosa será la desdicha que me ha llevado a escribir esta carta dirigida al único ángel que conozco como si fuera mi hijo. Demasiado cruel me fue la vida y demasiadas cosas me arrebató... Escribo para desahogarme, para no perder el control y empezar a gritarle al mundo mis silencios más ruidosos, escribo para hacerle frente a la vida, demostrándole que puedo seguir en pie y que con estupideces no me derribo, trato de ser lo más fuerte e inquebrantable que logro ser, pero no basta... La pérdida de un hijo al que no le pudiste ver los ojos, al que no le pudiste cantar una nana, al que no pudiste abrazar mientras le dabas de tomar tu leche materna, al que no le pudiste escuchar una mísera risa... Esa pérdida es la única que debería considerarse como tal... Las demás son incomparables a esta, y solo pueden hablar de ella quienes tuvieron que lidiar con esta catastrófica tragedia.
En esta carta que espero signifique en algún momento algo, hijo mío, te voy a escribir todo lo que pienso y siento, todo lo que pasa en este mundo y de todo lo que me hubiese gustado contarte, de cosas que veo todos los días y que hubiese dado mi vida para que hoy las pudieses ver vos, al fin y al cabo, la frase "una madre daría su vida por sus hijos" es verdad, y te lo puedo afirmar mientras seco una lágrima llena de dolor mientras se desliza por mi pómulo.
Lautaro querido, mi amor, mi vida... Me cuesta demasiado escribir esto pero siento que es una de las pocas formas que tengo para desahogarme y hablarte a la vez, ya no creo en la religión... después de todo, las injusticias las viví yo y aunque haya habido un Dios en algún hipotético momento que haya dado la vida por nosotros, quien está sufriendo ahora, soy yo, y ninguna deidad divina y sagrada estuvo para ayudarme y evitar que hoy este redactando esto.
Qué poco digna me ha sido la vida, me arrebató la brújula que me iba a direccionar hacia el camino que necesitaba ir y ahora solo me queda añorar con un alma en pena que llorará por siempre la pérdida de su hijo, momentos que no han pasado... Cómo me hubiese gustado que sintieses el aroma quemado del café por las mañanas, que escuchases el sonido crujiente del pan, el piar de las aves, el maullar de un gato. Daría la vida y mucho más por tenerte a mi lado sintiendo el placer de abrir los ojos al levantarse un día soleado, llorando por alegría y sollozando por dolor, tal como lo hago yo por tu merma presencia. Qué hermoso hubiese sido que saborees el dejo de unas pastas calentadas con mi amor los domingos al mediodía, qué bello hubiese sido que escuches el timbre de la tostadora cuando se terminan de soflamar los panecillos mañaneros con ese ardor crepitante. Me sentiría orgullosa de poder calmar tus gimoteos por tener el corazón roto por un desamor o de aplaudirte luego del balbuceante sentimiento producido por haber visto a tu primer amor. Mi corazón latiría contento de saber que tendrías el placer de leer aventurándote en un mundo inventado o el gusto de traducir en vocablos lo que pensarías a través de un papel y un lápiz. Podría descansar tranquila al saber de tu burbujeante gusto de festejar en familia y con amigos, de poder escucharte reír espantando a los males, de poder tener el tesoro de la amistad aflorando debajo de tu piel. Que placentero sería saber, hijo mío, que tendrías la dicha de descansar al compás del ritmo del silencio yendo al estado de plenitud y felicidad, la honra de ganar y la suerte de saber perder con dignidad, el prestigio concebido luego de poder conocer y saber, aprehendiendo de tus errores y de los míos. Me encantaría estar abrazándote mientras gozas del fresco sentimiento de libertad, me encantaría saber que tan confortante hubiese sido ese abrazo que te podría haber dado...
Ahora, dejo de escribirte, pues mis lágrimas ya han hablado más que yo en toda una vida de lamentos, mis gimoteos han gemido más que diez mil mujeres y mi felicidad quedo opacada por tu pérdida. Espero que descanses en paz y tranquilidad, y que me esperas para que cuando yo tenga que ir con el barquero hacia el otro mundo, nos podamos ver y abrazar como nunca antes pude hacerlo con nadie.