Capítulo 1

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Zeus

La alarma sonó demasiado temprano. La golpeé en silencio, y luego me estiré hacia David. Encontré sólo sábanas arrugadas y el espacio vacío.
Mis párpados se sentían como si hubieran sido cambiados por sacos de arena, pero me senté y les pedí que se abrieran.

Mi voz se escuchó grave por el sueño cuando grité-: ¿Amor? ¿Dónde estás? -Algo resonó en la cocina como respuesta.

Me senté, la fatiga esfumándose ante la idea de David levantado. Y el estaba cocinando. Eso no podía ser una buena señal.

Tiré las mantas y el aire fresco de la mañana asaltó mi piel desnuda. Me puse un par de pantalones pijama y una camiseta antes de caminar por el pasillo hacia la cocina.

-¿David?

Otro sonido metálico.
Una maldición murmurada.
Luego, doblé la esquina hacia una zona de guerra.

Sus grandes ojos se encontraron con los míos. Su rostro, su corto cabello, nuestro pequeño rincón de la cocina, todo estaba cubierto de harina. Algún tipo de masa manchaba sus mejillas y las encimeras.

-¿Amor?

-Estoy haciendo panqueques -dijo, de la forma en que podría decirse: "Yo no lo hice" cuando eres amenazado a punta de pistola por policías. Dirigí mi mirada hacia abajo para no reírme, y fui devastado por un par de piernas desnudas que salían desde la camiseta de gran tamaño que llevaba puesta. Mi camiseta. Maldición.

Sus piernas me encantaron desde el primer momento en que las vi, mientras lo ayudaba con una quemadura que había recibido en mi moto. Me distraían apenas tanto ahora como entonces.

Podría haber estudiado durante horas la forma de sus muslos y su blanquecina piel. Podría haber sido arrastrado por el sentimiento de posesión que se hinchó en mí al verlo en mi ropa. Había docenas de cosas que quería hacer en ese momento, pero un olor punzante me hacía cosquillas en la nariz, y unos zarcillos de humo empezaron a arrastrarse alrededor de David, provenientes de la estufa a sus espaldas. Me tambaleé por la sartén, donde encontré un bulto ennegrecido y deformado de algo. Saqué la sartén de la estufa, y oí un ligero tirón en el aliento de David detrás de mí. Otro mal signo.

Tan rápido como pude, arrojé el "panqueque" a la basura, y deposité la sartén en el fregadero.

Le dije-: ¿Por qué no salimos a desayunar?

David sonrió, pero era una de esas sonrisas acuosas y vacilantes que me hacían querer correr por las colinas. Me había acostumbrado demasiado a David teniendo ataques de pánico. Pero el llanto... todavía era un territorio terriblemente familiar.

Se dejó caer en una silla cercana, y su cabeza golpeó contra la mesa. Me quedé allí, abriendo y cerrando los puños, tratando de decidir sobre el mejor curso de acción. Volvió la cabeza hacia un lado, presionó su mejilla contra la mesa y me miró. Su cabello despeinado sobresalía, y su labio inferior sufría bajo sus dientes, y la mirada de sus ojos tiraba de algo en mi pecho. Como una picazón en mi corazón.

Todo lo que sabía era que algo andaba mal, y quería arreglarlo. El cómo era la cuestión.

Me adelanté y me arrodillé junto a su silla. Sus ojos estaban rojos, y su piel era de un tono más pálido de lo normal.

Le pregunté-: ¿Cuánto tiempo has estado despierto?

Él se encogió de hombros. -Desde alrededor de las cuatro. Tal vez más cerca de las tres.

Suspiré y me pasé la mano por el pelo rebelde.

-David...

-Leí, lavé un poco de ropa, y limpié la cocina. -Miró a su alrededor-. Estaba limpio, lo juro.

Keeping His {Zeuspan} #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora