Padrastro

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La noche se extiende sobre la ciudad...la empieza clarear revelando ante ella los más oscuros secretos de las personas. Pero, esta noche es diferente; normalmente entre tanto silencio siempre escucho algún sonido agradable, pero esta noche precisamente, mi corazón solo traduce un sonido aterrador.

Solo una noche como cualquiera, ó eso es que quiero creer.

Soy una persona normal, con problemas como todos, siempre trato de ver las cosas por el lado bueno, pero esta noche, no existe más que desesperación.

-¡¡Quietos!! ¡¡Al suelo todos!!- grito alguien.

La desesperación me acompaña esta noche, la tristeza de saber que aunqeu sobeviviré las personas que más me importan no lo harán.

-¡Por favor! ¡Llevesé lo que quiera! ¡No nos lastime!- una súplica inutil.

-¡Callate!- una orden mortal acompañada de un estruendo y golpe seco.

Más gritos. Más tristeza. Más desesperación. Más muerte.

Lo único que aún sobrevive a ese momento son solo sonidos de hombres buscando algo que llevarse y al no encontrar lo que querían, solo suben, haciendo los sonidos que serán mi silencio.

-¡Miren!- gritó uno de ellos al encontrarme.

Los otros dos se acercaron, tres bestias frente a una indenfensa cierva. La lujuria y maldad en sus rostros era evidente, y eso no era lo que me asustaba, de hecho, no tenía miedo de morir para poder acompañar a las personas más importantes en mi vida. Lo que de verdade repugnaba, era esa asquerosa mirada. Una mirada degradante, una mirada insensible.

Lo que de verdad me repugnaba, no era la muerte, sino el hecho de que no moriría con dignidad despues de ver aquella mirada.

-Bueno, al parecer encontramos algo con que divertirnos muchachos. ¿Ó tu qué opinas chiquilla?- me dijo riendose junto a las bestias.

Me dí la vuelta y mirando hacia la luna, contemple la que sería la ultima noche que podría disfrutar, al menos, con vida. Mirando aquella luz solo rogaba por morir sin dolor, morir con un poco de dignidad aun sabiendo que esos tipos me degradarían. ¡Oh! ¡Dios! Concedeme la muerte rápida o la vida digna.

-Vamos mocosa. Esto te gustará- dijo aquel repugnante sujeto mientras se desvestía.

Se acabo. Madre, padre, los cuentos de hadas no existen para nosotros. Por favor, allá donde esten, recibanme con los brazos abiertos y un historia para dormir que jamás termine. Asi seremos felices de nuevo y crearemos nuesro propio paraíso.

Uno de ellos me sujetó de los brazos, el otro me quitaba la ropa y enfrente mio, el gordo se quitaba los pantalones.

-No perdamos el tiempo, dejalé puesto ese vestido.- le ordenó al otro.

Le impuse una mirada fuerte y decidida.

-Me encanta esa mirada- dijo riendo y me agarro la cara- porque al final me encanta verla quebrada.

Y acto seguido, nada mas que el silencio envolvió la habitación, la oscuridad se hacia más densa.

Y una mancha de sangre se marcó en mi vestido.

Quien fuese una bestia hasta hace unos segundos fue reemplazado por una figura sombría, mientras sus restos caían en pedazos.

Pánico. Por primera vez, pánico se dibujó en los rostros de esos sujetos, lastima que esa expresión no la volvería a ver. Porque ya ni siquiera se encontraba en su cuerpo.

Caí de rodillas. La oscuridad se hacía más fuerte pero eso no me asustaba. Me intrigaba.

-Tú- le dije- me salvaste de morir sin la dignidad que cualquier hombre ó mujer no quisiera perder de esa manera.

No respondió.

-¿Eres humilde o qué? ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?- le pregunte sollozando.

Un lápiz empezó a trazar lineas en un papel. Me respondió.

-Así que es eso.- le dije mientras levantaba la cabeza- Gracias entonces.

Susurro algo en un idioma que no entendí. Me extendió la mano y yo la tomé sin dudar. Volvió a escribir en el mismo papel, pero esta vez lo hizo en lo que creo que es su idioma.

Luego, la habitación quedó vacía, en sí la casa entera quedó vacía, aquella figura nos recogió a todos.
El silencio volvió, pero ya no era de desesperación, nunca mas lo sería.
Y aquella nota en la pared que se manchaba de sangre impura era la prueba de ello.

"Ahora eres la hija de la muerte, yo te protegeré"


Y una vez más, volví a dormir tranquila.

DOCE: Antes De MorirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora