004.

8.6K 927 429
                                    

Jeon Jungkook.

Mientras ella me guiaba camino a su habitación, me paré a preguntarme ¿Qué demonios estaba haciendo? Luego de discutir con Ailee por la chica que ahora estaba en frente de mí, impulsivamente hablé con ella por mensajes y aquí estoy, sin saber qué se supone que voy a hacer ni por qué vine a su casa. Pero luego, desenfoqué el resto de la escena para fijarme nuevamente en Hyeri, y me di cuenta de que todo lo que necesitaba era corroborar que esté bien. Se veía mejor de lo que se apreciaba últimamente, aunque las facciones tristes en su cara estaban prácticamente fijadas a ella. Quizás tenían razón y yo podía hacerla sentir mejor, pero ¿Por qué? ¿Qué significaba yo para ella? Ya habíamos llegado a su cuarto cuando desperté de mis pensamientos, me di cuenta de que debió haber sido muy incómodo ya que no dije una sola palabra desde que la saludé en la puerta.

-Es... aquí. -Hablaba tan suavemente que tuve que deducir sus palabras. Miré a mi alrededor para observar cada detalle de la habitación. Nada menos que el lugar donde Hyeri lloraba sus tristezas y descargaba su sufrimiento. Una habitación bastante amplia, con una falta de colores notoria. Los muebles como la ropa de cama, los adornos, las cortinas, todo era blanco. Hasta una alfombra felpuda blanca. Exceptuando el empapelado de la pared, que era una mezcla de blancos y grises claros. Todo se veía más brillante con la luz del sol impactando en la blancura del cuarto,  incluso el rostro de Hyeri brillaba con el reflejo.

-Es muy bonita. -Mis palabras taladraron el incómodo silencio cuando no dejé de verla directamente a los ojos y creo que ambos nos dimos cuenta de cómo se podían malinterpretar mis palabras.

Rayos, quizás pensó que me refería a la habitación.

-¿Cómo estás? -Me limité a preguntarle mientras tomaba un muñeco de porcelana blanco de una de las estanterías. Un elefante pequeño. Me volteé para ver si a Hyeri le molestaba que lo tomara pero ella no dijo nada, simplemente respondió a mi pregunta con otra típica respuesta.

-Bien. -Ella no se notaba distante, sino más bien con un temor a decir algo. Hasta que para mi alegría agregó: -Mejor, supongo. -Tan bajo que después de unos segundos de silencio creí que yo había imaginado sus palabras. Dejé el mini elefante en su lugar y me volteé para verla, todavía estaba triste. Es más, su rostro y sus ojos cristalinos me decían que sus palabras no eran más que una mentira tranquilizadora. Me acerqué a ella e hice que me mirara, la situación no daba para más.

-¿Por qué estás mal? - Hyeri me miró directamente a los ojos, unos ojos que creí verdes, pero tenían unos hermosos reflejos azules, más claros de lo que yo recordaba. Me sentí intimidado, sentí que ella podía leer toda mi mente con tan solo mirarme de esa manera, sentí que al hacerlo ella se daría cuenta de aquello que yo no quería admitir. Sin embargo, no dijo nada, apartó la vista antes de que yo pudiera disfrutarla tanto como deseaba y se sentó en la cama.

-¿Sabes...? -Comencé a hablar. -El último par de meses, tampoco la estuve pasando bien. No tenía idea del porqué. Simplemente me sentía mal, de mal humor, sin ganas de hacer muchas cosas. -Me senté frente a ella y le supliqué interiormente que me mirara, pero no levantó el rostro. -Entonces, todos los días te veía ahí, a punto de estallar en llanto y el malestar solo se incrementaba. Yo no lo podía entender, hasta hoy. Que cuando estabas mal, yo me sentía mal, y cuando te sentiste bien, yo me sentí bien. Que la mayor parte del día me preguntaba qué te hacía sufrir y qué podía hacer yo para que no lo hicieras más. Me preguntaba incluso que estabas haciendo aquí, en tu habitación, cómo sobre llevabas el paso de los días, en qué pensabas... estaba preocupado. -Mis manos buscaron las suyas en un acto de reflejo. Eran pequeñas y frías. - Caí en la cuenta de que, ¿No es demasiado obvio, Hyeri? Quiero que estés bien, quiero ser la razón de que estés bien. No quiero que llores más, te quiero a ti.

El valor con el que había soltado todos los sentimientos vividos en este tiempo pareció sorprenderla, pero no a mí. Yo no era del tipo de chicos que se cerraba en sí mismo. Todas esas palabras habían estado amenazando con salir de mi garganta hace días. Y finalmente pude soltarlas.

-Haría cualquier cosa porque sonrieras de nuevo. -Me atreví a prometer. Una luz de esperanza asomó en sus preciosos ojos e intenté animarla a que me dijera la causa de su dolor.

-¿Y Ailee? -Preguntó, nuevamente bajísimo. ¿Ailee? ¿Acaso importaba ella? Lo que sentía en ese momento no podría compararse ni en mil años con lo que tenía con Ailee. Sí, tenía.

-Eso ya no es importante. -Ahora estaba susurrando, un ambiente íntimo se había creado entre los dos a pesar de la amplitud del cuarto. Me acerqué más a su rostro para que pudiera escucharme. -¿Qué puedo hacer para que no llores más? -Las palabras no encerraban mi deseo original: que ella esté feliz, que no sufra, que no llore, que ría.

Entonces, en un acto para el que no estaba preparado y tan solo en un abrir y cerrar de ojos, Hyeri había presionado sus labios en los míos.

Cerraba con fuerza los ojos, cuando yo me sentía tan impactado por aquel tacto que no podía dejar de abrir los ojos ampliamente. Pero solo fue cuestión de segundos para que mi cuerpo reaccionara ante el dulce rose de su boca, algo que saboree infinitas veces en un solo instante. Correspondí con alegría su beso, quitando la tensión que ella tenía y agradeciendo porque de alguna manera me había concedido un deseo jamás pedido. Si eso la hacía feliz, yo quería devolverle la felicidad. Tenía su rostro pequeño debajo de mis manos. El beso fue tierno y dulce, tal y como ella lo fue siempre. Pero no era suficiente para mí, porque aquellos labios rosados, dulces a pesar de las lágrimas, eran demasiado suaves para otorgarle solo cinco segundos de mi atención y luego separarme. No quería incomodarla, mucho menos hacerla sentir mal, pero sentí hambre de ella y estaba haciendo un gran esfuerzo por contenerme a mí mismo. Un apetito voraz que nació desde adentro mío, con ganas de abrazarla para que nunca escapara de mí, besarla hasta desgastar su boca, acariciarla hasta que se harte de mi tacto. No era suficiente, nada en ese momento podía satisfacer mis ganas de ella.

Tomé su cuello y la traje más a mí, la besé hasta perder la cordura, ansiando cada vez más y más de ella. Me estremecí bajo su delicado toque, respiré hondo para sentir su perfume y me deleité acariciando la suavidad de su pelo. Cuando ella se quedó sin aire tuvo que separarse de mí, pero yo no estaba listo para terminar. Dejé que respirara procurando no mirar la seductora hinchazón en sus labios luego de un beso tan esperado. Acaricié su rostro con mi nariz, besando sus pómulos, barbilla y cuello. Noté que había causado cosquillas en ella, porque me regaló la más hermosa sonrisa que podía haber visto, una que había ansiado por mucho tiempo. Con más necesidad que antes fui yo quien pidió tener su boca de vuelta sobre la mía, sentir de nuevo su sabor. Intentar apagar las cosquillas que llenaban mi cuerpo con besos y más besos, cuando eso solo lograba volverme más loco.

Fue un momento de ensueño para mí. Ahora estoy seguro de que no la acaricié tanto como deseaba, seguramente no la besé el tiempo que necesitaba hacerlo, y es muy claro que las ganas de seguir sosteniéndola en brazos, haciéndola feliz, aun no se habían terminado. Pero ella ya estaba sonriendo y eso era lo que yo quería más que todo lo anterior. Encendiendo todo mi interior cuando descansaba apaciblemente en la curva de mi cuello, su respiración lenta era una canción de cuna y deleite para mí. Se durmió profundamente con una hermosa e inmutable sonrisa en los labios, mientras yo esperaba que descansara lo suficiente para poder seguir demostrándole cuánto la quería.

cry ; jeongguk.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora