4.- Verdades a medias.

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A esas horas de la mañana el parque permanecía casi vacío. Algunas ancianas se arremolinaban en pequeños grupos que hacían ejercicio y uno que otro niño, seguramente en vacaciones, disfrutaba de la zona de juegos. Theodore conocía el parque a la perfección porque durante los casi tres años que vivió con Jacques, había sido la vista que tenía desde su ventana y siempre le había agradado el aire familiar del lugar.

Había sido también el parque donde besó por primera vez a Jules en su primera navidad. Así que la imagen que guardaba en su recuerdo de esa noche fría de invierno de sus labios chocando con los suaves y dulces labios de Jules no se conciliaba para nada con la imagen de un Jules despeinado y con ojeras que le esperaba sentado en una banca.

Aun así, lucía hermoso ante sus ojos.

Jules no se levantó ni corrió hacia él cuando lo vio cruzar la calle hacia el parque como siempre hacía, simplemente se quedó en su lugar, con todo el cuerpo convertido en una masa de músculos tensos y de emociones reprimidas. Theodore lo conocía tan bien que podía distinguir el tic en el labio de Jules y la forma en como sus dedos tamborileaban sobre la banca, a la espera.

Theodore no sabía qué era lo que su pequeño esperaba.

– Hola – fue todo lo que se animó a decir una vez llegó hasta él y Jules clavó sus oscuros ojos en él, tenía tantas ganas de besarlo que podía sentir el hormigueo de la expectativa subir por sus brazos, pero se contuvo - ¿Cómo estás?

– ¿Vale decir que como la mierda? – bufó el menor con voz baja, pero que Theodore escuchó a la perfección – ¿Qué te paso en el ojo? – preguntó entonces, fijándose en el moretón negro sobre su ojo y en cómo comenzaba a hincharse, tuvo que hacer uso de todo su control para no levantarse y tratar de mirar la herida – ¿Te golpeaste de nuevo con la ducha?

Theo negó tomando asiento a su lado, sus cuerpos rozándose.

Jules saltó hacia atrás, dejando una distancia de más de 30 cm entre ellos.

– Tu primo me golpeó.

Jules lo miró con el ceño fruncido ligeramente, tratando de ver la mentira en sus palabras. Por una parte, quería reír porque era simplemente ilógico que Jacques golpeara a Theodore con algo de fuerza o con un sentimiento distinto a la broma. Jacques y Theodore siempre habían sido una dupla perfecta y como amigos se respaldaban en todo.

Sabía que, si era de tomar bandos Jacques tenía su lado asegurado en el de Theo.

– No te creo – fue todo lo que se animó a decir antes de alzar el rostro hacia el cielo y rogar porque las lágrimas no bajaran por su rostro, no quería ser débil ante Theodore.

No quería que viera su corazón roto y tampoco quería arrodillarse y pedirle que no lo dejara.

No me dejes, por favor.

– Jul, yo...

– ¿Lo que dijo Chris anoche es cierto? – preguntó directo.

Jules sabía que no estaba listo para la respuesta, la conocía y podía incluso repasar lo que Tae diría en unos segundos, pero no estaba listo, tal vez nunca estuviese listo para escucharlo, sin embargo, sino quería terminar arrodillándose frente al mayor, necesitaba terminar de tener su corazón completamente roto.

– Y no digas "Jul, no sé de qué hablas" – susurró, su voz fallando en la última sílaba de la frase – Sólo... dime sí es verdad.

Theo se quedó en silencio, observando el perfil de su novio – ¿seguía siendo su novio? –; Jules siempre había sido extremadamente abierto con sus sentimientos en privado, cuando estaban resguardados en las paredes de su habitación y no había otros ojos observando. En público, en cambio, Jules solía ser un chico serio y casi frío, temeroso de ver en los ojos de los demás un juicio respecto a su relación.

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