Se conocieron a las 7:24 p.m. de un día cualquier de enero.
Sí el reloj en la muñeca derecha de Theodore marcase los segundos, seguramente los recordaría con exactitud también. Llevaba esperando el bus en el que Jules llegaría a Paris desde hace diez minutos porque Jacques, su mejor amigo, no pudo ir a recoger a su pequeño primo que viajaba lejos de Béziers por primera vez y le había pedido a él, su mejor amigo, que lo recibiese en su nombre.
Theodore no podía decirle que no a nada que Jacques le pidiera.
Así que ahí estaba, con las manos congelándose porque había salido sin guantes y con los ojos viajando entre todas las personas que caminaban cerca del paradero de la avenida 73. Él solía ser una de esas personas que caminaban de un lado al otro sin fijarse en quien estuviese sentado en el pequeño asiento de frío metal donde los buses de las provincias se detenían porque su vida de estudiante capitalino era demasiado agitada como para algo así.
Esa noche se sentó por primera vez ahí, sintiéndose pequeño mientras la luz amarillenta del farol le alumbraba el rostro rojizo por el frío y el calor no se detenía en su cuerpo. Resultaba extraño para él estar en ese paradero sentado, mirando los buses con extraños destinos detenerse frente a sus ojos, nunca habías salido de Paris y su vida en la capital es lo único que conocía. Una vida de karaoke los viernes en la noche, bares los sábados y museos de arte una tarde después de la universidad.
Entonces, el autobús aparcó justo frente a él.
Se levantó de un salto justo cuando las puertas del destartalado vehículo se abrían con un rechinido que le destempló los dientes. Una mujer de edad avanzada bajo con dificultad las escaleras, arrastrando tras ella dos bolsas llenas de hortalizas que Theodore tomó con sus manos congeladas y puso en el suelo mientras le sonreía. La mujer sólo asintió con su cabeza y le dio paso al resto de los pasajeros.
La información que tenía del pequeño primo de Jacques era más bien poca: 20 años, cabello negro, piel blanca, estatura promedio y dientes de conejo. Se concentró en buscar a un chico con esas características entre las personas que descendían del autobús, pero realmente ninguno cuadraba con la descripción que Jacques había hecho de su primo. Dos mujeres rieron mientras hablaban entre ellas y un hombre se quejó antes de sacar un cigarrillo para encenderlo por fin, pero no había rastro del niño dientes de conejo.
Theodore se enfundó en su chaqueta dando saltos de un pie al otro, tratando de conservar algo de calor ante el frío de la noche capitalina a la espera de que el primo de Jacques apareciese por fin. La gente siguió bajando, arrastrando sus pertenencias y rumiando de cansancio producto del largo viaje desde Béziers, cada vez más vacío el vehículo, Theo comenzó a desesperarse entonces Jules apareció.
Llevaba el cabello negro hacia atrás producto de una bandana oscura, lucía un ajustado abrigo negro que le llegaba más abajo de la rodilla y le ajustaba en la delgada cintura, cargaba en su hombro derecho con una mochila gris. No tenía más equipaje que eso.
Theodore pensó que así era perfecto.
– ¡Soy Theodore! – casi le gritó al oído mientras sonreía con más fuerza y tendía su mano adornada con anillos en su dirección, él aún estaba en el último peldaño de la escalera del bus – Espero podamos llevarnos bien, Jules.
– ¿Disculpe? - el chico parpadeó confundido, un leve rubor se instalándose en sus blancas mejillas que Theodore quiso picar de lo adorable que lucía.
No parecía un joven de 20 años que había viajado a la capital para iniciar su carrera en arte ni nada por el estilo. Lucía como un adorable adolescente que se enfundaba en un abrigo más grande que él y miraba la vida con ojos de cachorro asustado. Theodore quiso tomarlo entre sus brazos y nunca soltarlo.
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Esquinas
Romance"Vamos a terminar." Contenido homosexual explícito. Historia publicada en DREAME. Reescrita desde el Taekook.