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Ya ha pasado un mes, y desde aquél beso, he visto muchos más recrearse frente aquella puerta de madera maciza.

Tae lleva esa sonrisa boba a cualquier lugar, ya no llora tanto cuando duerme, pero sigo siendo testigo de aquellas pesadillas que comunmente tiene, y creo que allí es el único lugar en donde existo para él.

Hoy es miércoles, y creo que los miércoles son los únicos días que no son de mi agrado.

Yoongi vino y se sentó frente a la mesa, cenó con Taehyung.

Taehyung no era de invitar a cenar a nadie, a menos que seas demasiado importante para él, o que le gustes. Estaba demasiado celoso, no mentía al decir que odiaba con cada parte de mi ser al chico rubio, toda la atención de Tae era para él, y sólo para él.

La sala estuvo en un silencio monótono por unos minutos, hasta que Taehyung decidió hablar.

―Bueno, ¿de qué quieres charlar?― Habla pausado, profundo y fuerte, seguramente y a mi parecer se iría a sincerar con el rubio, no me sorprendía.

―¿Por qué, Taehyung, por qué?― Pregunta; el castaño lo mira alzando una ceja, confundido por la repentina pregunta y el tono de voz del rubio.

―¿Por qué, qué?― Contraataca, Yoongi bufa y saca de su cartera algunos diarios, fotos, carpetas, ¿pero qué demonios...? ―¿Qué es eso, Yoongi?

―Quiero que me digas por qué lo mataste—. La cara de Taehyung palideció, trago en seco y me acerco más a la conversación, ocultándome nuevamente, ¿A quién habría matado Taehyung? ―Vamos, Taehyung, quiero saber, puedes confiar en mí.

―¿Y qué es eso?― Señala las carpetas, el mayor, o así parecía, ya las había acomodado sobre la mesa ordenadamente, mientras tomaba un recorte de diario.

―He encontrado cosas sobre el caso. Desde que nos conocemos sólo me has dicho que te volviste loco y por eso lo hiciste, pero no lo creo, Tae, no lo creo. Podrías ser un poco más sincero conmigo.

―Dijiste que no te importaba mi pasado—. Taehyung estaba siendo serio y eso me asustaba, sus manos estaban hechas puños y amenazaba con ponerse a gritar, como lo hacía siempre.

―Oh, no, realmente no me importa. Pero al menos me gustaría saber qué te hizo hacer aquello. Vamos, Taehyung, no matas a una persona que amas de un día para otro, debe de haber una razón.

―Cállate...― susurra seriamente, mirando hacia el suelo, Yoongi aún seguía con los papeles en la mesa, mientras Taehyung apretaba los puños con demasiada fuerza, y pude notar que sus nudillos se volvían totalmente blancos.

―¿En serio lo amabas?― pregunta Yoongi; en la habitación reina un incómodo silencio que dura unos minutos, hasta que Taehyung estalla en un grito de furia.

Sus ojos estaban negros, se paró de la mesa, tirando la silla hacia atrás y caminando a pasos acelerados y firme hacia Yoongi, al cual agarró del cuello de la camisa y lo tiró contra la pared.

―¿Por qué dudas de mi amor por él, Yoongi?― Su voz era algo distorsionada, mi ceño se frunce y mis piernas tiemblan, igual que mis manos y mi cuerpo entero, lágrimas se escapan por mis mejillas y Yoongi luce calmado, indiferente al ataque que le proporcionaba el menor.

―Si tanto amabas a Jeon Jeongguk, Taehyung, ¿por qué lo mataste?

¿Qué?

No podía entender nada, mis manos comenzaron a temblar peor, podía sentir desesperación ante aquellas palabras nombradas por el rubio.

¡Yo no estaba muerto, joder, yo estaba ahí! ¿Acaso no me veían?

Un grito se escapa de los labios de Taehyung y toma de la encimera un cuchillo, Yoongi traga en seco e intenta escapar.

―No te atrevas, Kim Taehyung, no lo harías—. La voz de Yoongi se rompe, sus ojos se encuentran cristalizados, intentando respirar normalmente, pero Taehyung es más rápido y coloca el cuchillo sobre su abdomen, amenazando con clavar aquél.

―Yo lo amo, Yoongi, lo amo y demasiado, pero algún día debía irse, ¿no?― Ríe con histeria, mientras paseaba el cuchillo por el abdomen del mayor. ―Lo amé, lo amo y lo amaré siempre, pero él no sabía jugar conmigo como yo lo hacía con él... pero no lo tomes de esa forma, lo amo. Pero él no tomaba en cuenta mis párrafos, no veía el mundo como lo veía yo y eso me molestaba en absoluto; él decía que la vida no era tan buena como todos decían, en cada pelea me gritaba que su vida era asquerosa y yo la hacía pero, ¿por qué no darle el placer de morir si él tanto le anhelaba?― Cuenta, en voz baja y temblorosa, mientras Yoongi gimoteaba al sentir el metal rozar su piel

Mi cuerpo ya no reaccionaba a nada, yo no podía hacer nada más. Me acerco más, sin intentar esconderme, y me coloco justo frente a la escena. No parecen notarme y eso me gusta mucho más, veía de cerca las acciones de los dos, el rostro de Taehyung emanaba histeria, se veía totalmente loco, ya no era el mismo Taehyung que yo conocí.

―Estás jodidamente loco―. Escupe agriamente, mientras con toda su fuerza tomaba los brazos de Taehyung y lo empujaba lejos, había sido su peor error.

El cuchillo de Taehyung se adentró en el abdomen ajeno con fuerza, y lo último que logro escuchar de parte del rubio es un chillido de dolor y varios lloriqueos de su parte.

Una puñalada tras otra, hasta que la cocina se inundó de sangre igual que el rojo se hacía presente en las manos y ropa de Taehyung, éste, riendo descontroladamente.

Me llené de furia, aún sin caer en cuenta de que estaba muerto, y había sido asesinado por la única persona que amaba, y que al parecer, no me amaba de la misma forma.

. . .


—Auí estarás mejor, querido Yoongi. Junto con Jungkookie, ¿no te parece excelente?— Murmuraba en tono melodioso mientras arrastraba el cuerpo muerto hasta el sótano; lo seguí con diligencia, sintiendo un miedo particular. El rastro de sangre que dejaba el cuerpo tras de sí me espeluznaba, además de la histérica risa del castaño.

Poco a poco abrió las puertas del sótano, dejando ver éste vacío y limpio, demasiado, pero con rastros horribles tras aquellas blancas paredes.

Tiró el cuerpo del rubio como un saco de papas al lado de otro bulto más pequeño.

Era el mío.

—Tienes un compañero, Jungkookie~—. Comenta melodiosamente. —él ha dudado de mi amor hacia ti, pero... yo te amo, pequeño, muchísimo—. Su melodiosa voz ahora se entrecorta, se oye dura y flotante, y notifico que las lágrimas caen por sus mejillas, seguramente esperando una contestación de parte de mi propio cadáver, ¿qué le pasaba?

Estaba loco, ¿cómo no me pude haber dado cuenta antes? ¡Estaba jodidamente loco!

Y todo lo explicaba, y todo lo decía dentro de sus párrafos.

fin.

párrafosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora