Jane empezaba su día como cualquier otro en la casa Jones, una pequeña casa en el centro de Chicago. Se levantaba, se dirigía hacia la puerta, cruzaba el pasillo apreciando si su padre seguía durmiendo pero no era así, como siempre. Jane siempre intentaba levantarse antes que su padre pero parecía imposible, Jane con sus pobres 16 años de edad necesitaba dormir mucho más que Andrew, que ya entrado en sus 52 primaveras había desarrollado un despertador automático al ritmo que las canas le aumentaban. El adolescente alcanzó por fin la puerta del baño y entró, se aseó de manera escueta y salió.
Se dirigió a la habitación de su madre a ver si ella estaba despierta o durmiendo. Laura tuvo una vida algo dura, por ello recibía bastante medicación por depresión e incluso fumaba y no tabaco (indirectamente recomendada por su médico), así que a veces sufría de insomnio y se tomaba los somníferos muy entrada la noche y eso le hacía levantarse a media tarde del día siguiente. Sus padres dormían separados porque Andrew roncaba que parecía acabarse el mundo y Laura con sus problemas de sueño no podía soportar eso. Jane vio que su madre seguía durmiendo y decidió no molestar, se dirigió hacia su habitación y miró si había recibido algún mensaje, como todas las mañanas le esperaban los tres mensajes habituales, uno de Merilee, uno de Daniel y uno de Adrian.
Merilee, una joven de 15 años, rubia y pecosa, de media estatura y con un cuerpo decente para su edad aunque no llamativo, siempre risueña y pura, de familia humilde pero no pobre, pareja de Jane le escribía todas las mañanas un mensaje de buenos días, deseándole una placentera mañana y rogándole a Dios por que llegara pronto la tarde para verse juntos, Jane contestó lo habitual, que él también tenía muchas ganas de verla y también le deseaba un buen día. Merilee ayudaba mucho en casa así que a penas podía mensajearse con Jane durante la mañana.
Daniel, un adulto ya de 21 años, con rasgos vietnamitas por la procedencia de su padre, ojos achinados, pelo oscuro y piel no blanca pero tampoco morena, de familia muy adinerada escribía como casi todas las mañanas con alguna noticia sobre fútbol, pasión del joven Jane y de su mejor amigo Daniel.
Adrian, otro adulto de 21 años, este sin embargo con rasgos estadounidenses normales, con el pelo negro, ojos oscuros, una frondosa barba que le sumaba unos cuantos años si intentabas adivinar su edad, de familia humilde pero no pobre también, escribía para saber si Jane quería jugar un rato al videojuego en línea que solían jugar, pero Jane no tenía muchas ganas de jugar así que decidió decir que no, que iría a dar una vuelta, y así fue.
Jane bajó las escaleras y se encontró a su padre barriendo, como todas las mañanas, el cuál preguntó a su hijo:
- ¿Dónde vas Jane?
- Voy un rato a pasear y a tomar el aire, ¿por? ¿necesitas algo? - contestó el muchacho.
- Estaría bien que trajeras pan y huevos del supermercado, por favor. - respondió con una sonrisa amable el padre.
Jane fue a coger dinero para el encargo de su padre, agarró las llaves y salió de casa con ropa discreta, un pantalón de chándal negro, unas zapatillas blancas a conjunto con su camiseta del mismo color y un reloj negro terminando su vestimenta.
Jane recorrió varias calles hasta cansarse, mirando muchos escaparates y tiendas, a parte de pasar por el quiosco el cual ofrecía como cada sábado un nuevo fascículo de Historia del Renacimiento, el cual siempre compraba por su pasión hacia la historia, quería dedicarse a ella y más en específico a la renacentista. Cuando volvía a casa se encontró con alguien con quien no quería encontrarse... Gem. Gem era la exnovia de Jane, a la cual no veía desde que cortaron ya hacía un año. Una chica de 18 años de edad, morena, con una mirada penetrante y poderosa pero muy suave a la vez, tenía los ojos oscuros y siempre iba con rímel para ensalzar sus ojos y vestimenta negra acompañada de unos auriculares en los cuales siempre sonaba lo mismo, My Chemical Romance, Twenty One Pilots, Bring Me The Horizon o semejantes. Para Jane fue imposible no cruzársela por mucho que lo intentara así que la conversación surgió sola.
- ¡Oh! Hola Gem. - empezó diciendo el joven.
- Buenas Jane, ¿qué tal te va todo? - contestó con un tono extrañamente feliz la muchacha.
- Pues bastante bien la verdad, no me puedo quejar, ¿y tú? - respondió con tono de duda el chaval.
- Oh, bien, supongo que yo tampoco me podría quejar... - Gem había perdido esa felicidad que había demostrado al empezar la conversación, parecía de golpe desanimada.
- Oye Gem. -dijo de golpe Jane- ¿por qué? -esta última pregunta sonó muy enérgica pero a la vez dolorosa hacia las dos partes por igual.
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Remember That Ol' Days
RomansaDe momento estoy escribiéndola, ¡ven y échale un vistazo!