¿Qué eres?

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Dean

Estaba parado viendo el fondo, oscuro como la noche, no se veía nada mas que las pocas olas chocando entre ellas. Mi cerebro luchaba contra la idea de dejarme caer pero la decisión ya la había tomado antes, mucho antes. Respiré hondo, una última vez. Siempre quise morir en el mar. Extendí los brazos y me dejé caer, ya no había vuelta atrás. No estaba demasiado alto pero sentí la caída como si fuera el Monte Everest. Caí de espalda. El dolor era tan fuerte que lo sentí hasta la punta de los pies, me sacó todo el aire.

No luché por salir, no luché. Me dejé llevar, dejé que el agua entrara por mis fosas nasales. No quería cerrar los ojos, sentí cómo se acercaba la muerte. Vi un resplandor azul y algo moviéndose hacia mí, deseé que no fuera alguna persona, no resistí más y de repente dejé de sentir. Todo se volvió negro.

Volví a respirar en la orilla de la playa. Mi respiración era brusca y pesada, me dolía respirar. Los párpados me pesaban pero quería ver cómo era que había salido del agua. Abrí los ojos lentamente, cuando por fin logré abrirlos, frente a mí estaba un sujeto. No lo distinguía bien, veía borroso. Parpadeé varias veces hasta lograr enfocar la vista.

Tenía ojos azules y cabello negro, su delgado torso estaba desnudo. Sonrió bajando la cabeza y sonrojándose al darse cuenta que lo estaba viendo. Su sonrisa era blanca y perfecta. Su cabello estaba mojado y se veía extremadamente guapo. De pronto volví a la realidad. Comencé a levantarme pero el peso me ganó, por alguna razón estaba muy débil.

-Tranquilo, acabas de volver a la vida no apresures a tu cuerpo -dijo con voz grave el sujeto colocando su mano en mi hombro. Vi sus dedos y los tenía de color azul oscuro brillante, de la punta hasta la segunda linea, su mano estaba helada. Comenzaba a asustarme todo esto.

Me quité de su agarre y me arrastré hacia atrás, alejándome de él, fue ahí entonces cuando pude ver todo lo que la oscuridad escondía. Una gran cola color azul oscuro. Traté de gritar pero el sonido se atoró en mi garganta. Comencé a arrastrarme más rápido lejos de él, lejos de eso. En sus ojos vi como se asustó, no se si vi vergüenza en ellos pero me sentí mal.

-¿Qué eres? -le pregunté en un susurro no intencional. Seguía con la mirada abajo, avergonzado, lentamente subió la mirada y me vio directo a los ojos.

-Un tritón -dijo y los ojos le brillaron.

-Una sirena -le dije con media sonrisa y frunció el ceño.

-No -dijo y luego sonrió ligeramente de lado sonrojándose de nuevo. Trató de disimularlo volteando hacia otro lado dejándome ver sus orejas en forma de aleta. No dije nada, no se veía peligroso, era muy hermoso.

-Vives uhm...¿vives en el mar? -pregunté temiendo que él se sintiera incomodo. Solo asintió con la cabeza. -¿Te gusta vivir ahí? -le pregunté y me volteó a ver extrañado. -Sí, sí, lo siento, fue una pregunta estúpida. -dije y soltó una risita seria.

-No, de hecho me gustaría estar aquí, los he visto varias veces a ustedes, humanos...son especiales y pueden tomar sus propias decisiones -dijo muy tranquilamente y casi susurrando.

-¿Propias decisiones? ¿Ustedes no pueden? -le pregunté tratando de sentarme, ya más tranquilo con el hecho de que estaba junto a una sirena.

-No, solo seguimos las ordenes de nuestro padre, somos como un ejercito, por así decirlo -me explicó y me sentí mal por él. Yo me estaba suicidando y él no podía tomar sus propias decisiones.

-¿Por que me salvaste? ¿Te lo ordenaron? -le pregunté al fin.

-No, por eso me da miedo regresar al océano, tendré que confrontar a todos mis hermanos y a mi padre -me dijo pero no contestó la pregunta que realmente me importaba.

Salty LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora