¡Mi cola, Dean!

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Dean

Después de haberle ayudado a vestirse, Cas traía puesta una de mis camisas de AC/DC y un pants de pijama, estaba sentado en la esquina de mi habitación, abrazando sus nuevas piernas y con la cabeza entre ellas. Murmuraba algo que yo no entendía, yo estaba sentado en la orilla de la cama con la ropa aun algo mojada, sin palabras. 

—Cas,  deberías de dormir un poco —le dije pero no me contestó, seguía inmóvil. —¿Cas? —le dije tocando su hombro, provocando que se exaltara. —Cas...acuéstate, mañana veremos como resolver esto -le dije pasando mi mano por su espalda.

—Pero...pero ¡Mi cola, Dean! -dijo desesperado, con lagrimas en los ojos. Me puse frente a él, tomé ambos lados de su cara, provocando que me mirara directo a los ojos. 

—Respira conmigo -le dije, inhalé profundo y él repitió la acción, después de contener un poco el aire, exhalé, él hizo lo mismo. Repetí la acción una vez más y luego solo me le quede viendo a sus hermosos ojos azules. Sentí como si el tiempo se hubiera detenido, mis manos seguían en su cara. Carraspeé para liberar la tensión y luego retiré mis manos de sus mejillas. Me levanté. Le tendí la mano, él la tomó y lo ayudé a levantarse. Le costaba trabajo mantenerse de pie pero logró caminar después de unos pocos intentos, los cuales yo le ayudaba agarrándolo del brazo.

—Cas, tu puedes dormir aquí, yo iré a la sala -le dije. 

El cuarto de Sam estaba libre, yo podría dormir ahí pero no quería entrar y ver sus cosas, no quería ver su cama vacía y recordar lo lejos que se encontraba. Cas se sentó en mi cama, serio, viendo el suelo. Ya me iba a salir de la habitación cuando Cas gruñó un poco, llamando mi atención.

—¿Dean? —dijo con su voz grave, yo le hice un gesto para que continuara —No se como hacer eso, no se como funcionan sus camas, Dean -susurró avergonzado, sonreí y me acerqué con él.

—Acuéstate con tu cabeza en la almohada —le dije señalando la almohada y lo hizo. Lo tapé con una manta delgada, se rascó un poco los ojos, luego bostezó, lo que hizo que se volviera a asustar. 

—¡Dean! ¿Qué fue eso? -me preguntó alarmado refiriéndose al bostezo.

—Tranquilo, eso es normal en los humanos —le dije pensando que se había convertido totalmente en un humano. No debí de haberle dicho eso, sus ojos volvieron a estar vidriosos. —Ay, Cas no llores, mañana lo solucionaremos -dije mientras limpiaba la única lagrima que caía por su mejilla. Sorbió su nariz y se volteó para dormirse. Suspiré, salí de la habitación dejando la puerta entre abierta y apagando la luz. 

Caminé lentamente al sofá, me senté y me tapé la cara con las manos, poniendo mis codos sobre mis rodillas. ¿Por qué no me dejó morir? Ya no quería volver a esta casa, no quiero volver a verme al espejo, no más, ya no soporto más. Sam esta muy lejos, yo se que él va a formar su vida allá, después no va a querer volver conmigo y yo moriré solo, nadie me quiere de verdad, nadie más que él. ¿Para eso son los hermanos no? Apoyarse unos a otros, nunca abandonarlos, no cuando más te necesitan. Las lágrimas comenzaron a caer, justo como todas las demás noches, no podía evitarlo, me odiaba y cada día ese odio aumentaba. 

La espalda me comenzó a temblar por el llanto, aunque trataba de llorar lo más silencioso posible se me hacia extremadamente difícil. No quería despertar a Cas, a mi nuevo problema. ¿Por qué se me ocurrió traerlo a casa? No puedo cuidarlo y no se qué ocurrió con su cola, ni si quiera se por qué lo besé, sentí que era lo correcto. Si nunca antes había besado a un hombre, menos a uno mitad pez. Sentí algo que nunca antes había sentido, algo en el brillo de sus ojos me parece increíblemente llamativo. Cas es solo un problema más, no debes encariñarte Dean, no puedes, no puedes Dean.

Salty LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora