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- ¿Y no te cansas? - le pregunté a Loren. Llevábamos un buen rato caminando por la playa que tenía a los pies de su casa y a la que sólo ella y sus vecinos podían acceder.

- ¿Cansarme?

- Si. De tener una casa tan grande para tan pocas personas, de tener tantos coches y que no te guste la idea de conducir, de tener una playa inmensa para ti sola, de hacer siempre lo mismo cada día de tu vida.

- Pues la verdad es que sí, pero no puedo hacer nada para remediarlo. - Nos estábamos contando toda nuestra vida en cuestión de lo que parecían pocos minutos.

- Deberías salir más, hacer más amigos. Disfrutar y no aburrirte. Eres adolescente y en la adolescencia está prohibido aburrirse y no disfrutar.

- Para ti será fácil, pero yo no tengo nada que hacer. - frené en seco.

- Loren, siempre hay algo que hacer. Puedes salir a explorar.

- No me dejan salir sola.

- Bueno... Puedes ir con tus padres.

- Mis padres trabajan mucho.

- Pues, puedes ayudar a limpiar. - se rió.

- Tenemos sirvienta.

- Okay, pues todas las noches que salga a pasear a Lex, vamos por cada sitio que no hayas visto aún. ¿Te dejarán venir conmigo?

- ¡Si! - Saltó emocionada. - ¿Haré amigos?

- Claro que si. - miré la hora en mi móvil. - Es hora de que me vaya. Pero acuérdate: Domingo, Martes, Jueves y Viernes a las ocho de la tarde.

- Vale, me acordaré. - dicho esto nos despedimos con dos besos y regresamos cada una a nuestro lugar de origen.

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Los meses próximos estuvimos viéndonos los días acordados; los días en los que nos hicimos muy amigas. Fuimos a tantos lugares diferentes... Lugares que ni yo misma sabía que conocía. Loren disfrutaba, se lo veía en la manera que sus ojos brillaban cada vez que veía algo nuevo. Ella era una de las pocas personas que realmente me inspiraban confianza.

Loren me dió la llave de la verja que separaba la playa del el resto del mundo, para cuando no me sintiera bien, me tumbara en la suave arena, cerrara los ojos y escuchase el mar. Ese había sido un precioso gesto de su parte.

Ya era Domingo de nuevo, pero esta vez, un asqueroso Domingo de verano. No soy demasiado fan del verano como habéis podido notar. Los cuerpos esqueléticos de algunas mujeres y los cuerpos musculosos de algunos hombres era lo único que resaltaba en verano, a parte de su clara desnutrición.

No tengo un cuerpo esquelético, yo tengo curvas y con el tiempo he aprendido a amarlas, aunque aún me cuesta ponerme un bikini y enseñarlas al mundo. También odio que todas las playas estén llenas de parejitas odiosas. Sin enrollarme más... Lo único que me gusta del verano es: que se puede comer a montones helado sin ponerse malo, que no hay clases, que no hay que estudiar y que puedo dormir mis 10 horas sin que me molesten.

Esa noche habíamos quedado Loren y yo, como siempre, para dar una vuelta, pero al llegar a su casa sus padres me dijeron que había salido con unas amigas.

Me dejó plantada.

Puede que ya se estuviera cansando de mí.

Seguía en la puerta de su casa por si se trataba de una broma y Loren salía por sorpresa, pero no, eso no pasó. La llamé un par de veces para pedir una explicación, aunque sirvió de poco ya que le saltaba el buzón de voz.

- Pues yasta... Esta noche estaremos solos tu y yo, Lex. - dicho esto, abrí la verja y me adentré en la oscuridad que inundaba la playa.

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2016 ⏰

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Cuando El Sol Se Esconda.© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora