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Hola chicas, ya prometo no tardarme tanto en actualizar aunque ya casi valla a entrar a clases, pero are lo posible por actualizar mas seguido y no tardarkme tanto, ahora si empieza el quinto capítulo de el dueño de mi corazón
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Las horas pasaban y nuestro hanyou no regresaba. Ya que no podía dormir, Kagome decidió irse a refrescarse la cara al río. Recordó las palabras de Inuyasha, así que cogió su arco y se acomodó el carcaj a la espalda. Con cuidado de no despertar a nadie, se encaminó hacia el río, acordándose de por donde había ido unas horas antes. Después de un rato, llegó al lugar. Se fue directamente a la orilla, metiendo la mano en la corriente para comprobar que no fuera muy fuerte. Se deshizo de los zapatos y los calcetines y los puso en una roca cercana junto con su arco y sus flechas. Poco a poco fue introduciéndose en el río; primero los pies, luego hasta los tobillos y después hasta las rodillas. No se atrevía a adentrarse mas porque el río bajaba rápido. Cogió un poco de agua en el cuenco de las manos y se refrescó la cara... sentaba muy bien el agua fresca para relajarse.

Después de un rato se volvió a la orilla, pero se tumbó en la hierba con los pies aun metidos en el agua, que le hacía cosquillas al pasar burbujeante entre sus dedos. Cerró los ojos y disfrutó de ese momento de tranquilidad, de reflexión y de calma para su mente. No hacía mas que darle vueltas en la cabeza a lo que le dijo Sango; quizás tuviera razón y debería fijarse en Koga después de todo, el youkai afirmaba estar locamente enamorado de ella y, todo hay que decirlo, no estaba del todo mal... pero ella aun albergaba sentimientos hacía Inuyasha, aunque se iban debilitando conforme pasaba el tiempo y se acercaba la hora de que se fuera con Kikyo al infierno. Y el hanyou no daba muestras de querer cambiar de opinión. Esa es una de las razones por las que Kagome decidió olvidarse de el.

Dejó de pensar por un momento y puso la mente en blanco; necesitaba dejar de pensar en esas cosas aunque solo fuera un rato, pero un ruido la sacó de sus pensamientos, haciendo que se pusiera en guardia. Rápidamente cogió su arco y se puso el carcaj en la espalda, cogió una flecha y tensó el arma, escuchando atentamente de donde provenían esos sonidos. Identificó la fuente: venía de un grupo de árboles que estaban cerca de la orilla, pero no desde donde había venido ella. Despacio, se puso en pie y apuntó al grupo de árboles. Las criaturas, al verse descubiertas decidieron mostrarse. De entre los árboles salió un numeroso grupo de monstruos: eran muy altos, con la piel amarronada y de textura parecida a la corteza de un árbol, con lo que se mimetizaban bastante bien con el entorno; parecían fuertes pero no muy listos y tenían la cabeza alargada como los lagartos y tres cuernos adornándola. Sus brazos eran gruesos como troncos de árbol y portaban unas garras afiladas. Iban en grupo para compensar su escasa inteligencia.

Kagome iba retrocediendo lentamente, con el arco tensado y preparado para disparar si alguna de esas bestias intentaba acercársele con intenciones asesinas. A varios de ellos se les agotó la paciencia y comenzaron a avanzar hacia la chica. Kagome apuntó y disparó una flecha purificadora, hiriéndolos de muerte. Conforme los monstruos se iban acercando, Kagome iba disparando sus flechas, matando a cuando youkai intentara acercarse. La miko se quedó sin flechas y estaba agotada, puesto que había disparado muchas flechas purificadoras. Ya solo quedaba uno de los youkais tricornes, al parecer el mas listo de todos. Miraba a Kagome fijamente, como estudiando la situación. Poco a poco, la chica se alejaba del monstruo, con sus cinco sentidos puestos en la bestia, hasta que su espalda dio contra el tronco de un árbol y vio que no tenía escapatoria. El youkai aprovechó la oportunidad y se abalanzó contra Kagome con las garras dispuestas a despedazarla. La miko cerró los ojos esperando el golpe mortal, pero este nunca llegó...

El dueño de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora