Capítulo 2: Mi nana.

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Mi nana me acompaña desde que tengo meses, por lo que desde pequeña la considero como mi segunda madre.
Mis padres la contrataron para que alguien me pudiese criar y cuidar mientras ellos trabajan, ya que trabajan en una importante empresa y tienen muy poco tiempo para su hija; están más tiempo de trabajo fuera de la ciudad que conmigo.
Mis padres la contraron con tan solo 17 años. Es procedente de Noruega, y buscaba empleo desesperadamente, por lo que mis padres la contrataron en un acto de solidaridad. A pesar de lo joven que era, me ha educado enseñándome el valor de todo, algo muy importante y que pocas personas saben. Me ha enseñado a valorar todo lo que tengo, y más en mi situación, ya que somos la familia más rica de la ciudad.
Desde que tengo uso de razón mis padres me han dicho que la llame por nana, en vez de su nombre natal, Annelie.
Siempre me cuenta historias sobre su familia de Trondheim, ya que dice que nosotros también somos su familia; por lo que han tenido que pasar y cómo se intentan ganar la vida el resto de sus 5 hermanos: dos hermanas y tres hermanos, mientras que sus padres siguen allí.
Lo que más me fascina de ella es que a pesar de haber tenido que superar un largo viaje en barco desde Trondheim hasta conseguir llegar a la playa de Ogunquit, Maine; siempre tiene una enorme sonrisa, como si no le doliese o molestase separarse de su familia, dejar todo atrás. Un día con tan solo 6 añitos, le pregunté, y su respuesta, nunca lo olvidaré: Hoy en día la gente conoce el precio de todo pero no conoce el valor de nada. Al principio no lo entendí. ¿Cómo una niña de tan sólo seis años podría entenderlo?
Pero finalmente, hace dos años, lo conseguí entender: creo que quiso decir que habrá perdido el contacto con su familia (el precio), pero tiene una oportunidad de oro que poca gente tiene y desean más (el valor).

Nana es una persona muy guapa: es una chica muy alta, con un pelo rubio platino y rizado que siempre lleva recogido y unos ojos peculiares: el derecho es azul y el izquierdo verde.

Al segundo año de ser mi nana, mis padres le hicieron un regalo que le maravilla a toda la familia: en Navidad, a cada hermano le regalaron un billete de avión para poder reunirse en familia durante el mes de diciembre.
Y ya se ha convertido en tradición.
Según mis padres me han contado, estuvo llorando de la emoción durante horas, agradeciendo el regalo como si le regalaran una nueva vida.

También me enseñó a acostumbrarme a escribir en un diario, contando todo lo que me pasa cada día, todo lo que siento, todo, y es una costumbre que aún conservo. Ella empezó a hacerlo en el duro viaje de barco, le ayudó tanto, que lo guarda como un tesoro.

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