- ¿Qué estás haciendo? –
Solté un gritito al escuchar su voz en mi oído y sentir sus manos posarse a los costados de mi cintura.
- ¿Estás loco? Casi me matas de un susto –
Su risita cantarina inundó la biblioteca, haciéndome sonreír al instante, y es que me era inevitable no hacerlo, no podía resistirme a ello.
- Perdón... - dijo en un tono de voz muy bajo.
- Ni lo digas, es mentira, lo disfrutas – me giré para mirarlo a los ojos y entonces me encontré con su sonrisa.
- Ya te dije que me gusta verte cuando estás haciendo cualquier cosa y no te das cuenta de que estoy ahí... -
- Eres un tramposo, Michael ¿Cuánto tiempo llevabas por ahí, atentando contra mi privacidad? – pregunté.
Su sonrisa se amplió aún más y al paso de unos pocos segundos se acercó a mi frente y depositó un beso sonoro en ella.
- No mucho, tal vez unos 10... o 15 minutos – respondió.
- Wow, es mucho para que no me haya dado cuenta –
Retrocedió un par de pasos esta vez, pero no dejó de mirarme en ningún momento.
- En realidad no era esa mi intención, venía a hablar contigo, pero me quedé mirándote por un tiempo. –
No pude evitar sonrojarme un poco, así que agaché la mirada para que no fuera demasiado evidente.
- ¿De qué querías hablar? – murmuré tan pronto como pude.
Pude escuchar unas risitas antes de que comenzara a hablar otra vez.
- De nosotros – respondió.
Aquel par de palabras me heló la sangre. Probablemente era una exagerada, pero no podía evitar ponerme nerviosa al escuchar aquello, porque ¿Y si se había dado cuenta de que no quería estar más conmigo?
Era algo que podía suceder... yo no era nada especial... entonces...
- Helena –
Su voz me trajo de regreso a la tierra, enfoqué mi mirada en sus ojos cafés y traté de no mostrarle que estaba peleando una batalla conmigo misma y mis inseguridades dentro de mi mente.
- ¿Nosotros...? –
Él se limitó a asentir. El silencio no me ayudaba en absoluto.
Tragué saliva antes de hablar de nuevo, intentando mantenerme enfocada en la conversación y silenciar aquel remolino de voces interiores que me carcomían a su antojo y voluntad.
- ¿Qué pasa? –
- Estaba pensando en nuestra boda – se encogió de hombros, mirándome con timidez esta vez.
Por unos segundos todo dentro de mí quedó en completo silencio. Sentí entonces que el alma me había vuelto al cuerpo y tomé una bocanada de aire antes de que aquel silencio interior que me había embargado se convirtiera ahora en un grito mental de júbilo.
- Nuestra boda... que bonito suena eso – sonreí bobamente y él hizo lo mismo.
- ¿Dónde te gustaría que fuera? – murmuró mientras se acercaba a mí y me tomaba de la mano, guiándome hasta uno de los sofás que completaban la decoración de la biblioteca.
No podía creer que estuviese hablando de aquello con Michael Jackson... no podía creer que él hubiese mencionado las palabras "nuestra boda" para hablar conmigo.
Estaba cansada de creer que todo lo que había pasado en mi vida se tratase de un sueño, pero es que no podía concebirlo de ninguna otra forma. Todo era irreal, ilógico.
Este tipo de cosas no le sucedían a las personas como yo, y es que específicamente este era exactamente el tipo de cosas que le pasaban a las personas que eran todo lo contrario a mi.
¿Cómo era posible que después de tanta mala suerte, ahora estuviera aquí sentada, con Michael Jackson tomando mi mano, preguntándome donde me gustaría que fuese nuestra boda?
¡Vaya!
Estaba segura de que esto podía pasar en una película, en un libro seguramente, incluso en mi mente por las noches antes de dormir, cuando me recostaba y vivía aquellas situaciones que sin duda jamás me llegarían a suceder, pero que eran muy lindas de imaginar... pero no, ahora me estaba sucediendo a mi, en ese preciso instante, en la realidad, sin ningún tipo de truco de mi mente de por medio.
- Yo... - miré nuestras manos por unos segundos y la apreté suavemente – no sé por qué, pero siempre he imaginado nuestra boda aquí –
- ¿Aquí? ¿En la casa? – me miró sorprendido.
- En los jardines –
- Pero... esto no es Neverland –
- No, no lo es, pero es bonito – me encogí de hombros esta vez – aunque si no estás de acuerdo con que sea acá, a lo que me refiero es a que imagino nuestra boda en un lugar abierto –
- Con muchos árboles – complementó él.
- Y muchas flores – proseguí.
Él asintió con la cabeza.
- Yo quiero lo mismo –
Ambos sonreímos como dos tontos.
- ¡Perfecto! – exclamé y recargué mi cabeza en su hombro.
- Buscaré algún sitio, y lo compararemos con los jardines de la casa, entonces decidiremos ¿Te parece? –
- Estoy de acuerdo, Jackson –
Michael tomó mi rostro entre sus manos y acercó sus labios a los míos. Me besó lenta y dulcemente, como solo él podía hacerlo, inundándome de esa paz que ninguna otra persona lograba transmitirme.
Cuando estaba con él, no había nada ni nadie que pudiese lastimarme. Él me protegía con su sola presencia.
- Te quiero – murmuré contra sus labios en español cuando ambos tuvimos que separarnos para llenar nuestros pulmones de aire.
- Te quierrro más – respondió él, haciendo ese exagerado uso de la r que tanto me encantaba.
- QUIERO – repetí esta vez haciendo énfasis en la pronunciación.
- Quie..rro – imitó él.
Solté una risita.
- No, no, más débil. "Quiero" –
- Qui..e..ro – volvió a decir, esta vez de forma pausada.
- ¡Excelente! –
Lo abracé y permanecimos así por no sé cuánto tiempo. No lo conté, nunca lo hacía desde que nos reencontramos. El tiempo no importaba más, ahora estábamos juntos, y ni el pasado, ni el futuro me preocupaban más.
Antes de cerrar el cajón me aseguré de meter aquella nota en la cajita de metal en la que siempre estaba.
- Te quiero. Sé que estás leyendo esto con mi voz en mente y mi exagerado uso de la "r". Puedes reírte ahora, pero no lo olvides, de verdad te quiero –
Los ojos se me llenaron de lágrimas por un instante.
Aún podía escuchar su vocecita suave y dulce murmurando aquellas palabras en mi oído.
Ni los años, ni la extinción de mi juventud, habían logrado borrar de mi mente todas y cada una de las memorias que Michael y yo habíamos escrito en el libro de nuestras vidas.