El reencuentro

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Un chico de quince años miró a su lechuza gris, encerrada en una jaula vieja, que descansaba a su lado. Incluso ella estaba feliz de ponerse en camino de nuevo hacia el colegio Hogwarts y abandonar durante unos meses a su familia.

—Por fin, Shepherd... por fin— murmuró el chico. El pelo le había crecido considerablemente en este último verano, y los mechones ondulados ya le llegaban por debajo de las orejas. Sus rasgos eran duros y simétricos, cejas espesas, que enmarcaban unos ojos oscuros y expresivos.

Sirius Black se acomodó en el asiento después de cerrar la puerta del único compartimento vacío que había encontrado en el expreso de Hogwarts. Quería asegurarse de que su hermano pequeño no lo molestaba. Ya se lo había advertido cuando caminaban junto a Kreacher, el elfo doméstico de la familia Black, que acompañó a los dos niños hasta la estación de King's Cross.

—Una vez crucemos la pared de piedra, más te vale no molestarme— había mascullado Sirius, mirando con dureza a su hermano menor. Regulus le devolvió la mirada, y imprimió en su voz todo el desprecio que le fue posible:

—Yo no me junto con perdedores de Gryffindor— respondió. Regulus había cumplido recientemente los catorce años, y este era su cuarto año de estudios mágicos.

—A nadie le gustan los niños que repiten lo que dice su madre como loros— le dijo Sirius—, si vas a meterte conmigo, procura ser algo más original.

La casa de la familia Black se distinguía por ser de las últimas únicamente compuesta por magos.

Despreciaban profundamente a la gente no mágica, o los muggles, como eran denominados en el mundo mágico. Consideraban que para cualquier mago o bruja, relacionarse con muggles era una degradación. A su parecer, eran radicalmente superiores en todos los aspectos que aquellos "traidores a la sangre", que consideraban como iguales a la gente no-mágica, y era bastante peor cuando estaban emparentados con ellos. Para los Black, esto era poco más que una abominación. Durante siglos, habían pertenecido a la casa de Salazar Slytherin, uno de los cuatro fundadores de Hogwarts. Este era la inspiración de todo aquel mago que considerase la pureza de sangre algo sumamente importante, que distinguía a aquellas familias que mantenían su posición social, de aquellas que habían envenenado, ridiculizado y destruido el honor de su familia relacionándose con muggles.

Era por esto que Sirius Black encajaba tan poco en su casa. Aunque ya se encargaba su madre, Walburga Black, de recordárselo cada día que el joven pasaba allí. Desde pequeño, Sirius había puesto en duda todas aquellas creencias de superioridad por las que se regían sus padres, y con que habían querido educar a sus hijos. Lo habían descubierto varias veces jugando a la pelota en el patio trasero de sus vecinos muggles, con la hija menor de estos. Tenían terminantemente prohibido entablar conversación con cualquier persona no-mágica, incluso prestarles ninguna atención. Para ellos eran más bien una plaga de alimañas que los rodeaba, y cuando encontraron que su hijo no tenía ningún reparo en tener contacto con ellos, y que los trataba con respeto con tan solo siete años, el castigo para el pequeño Sirius fue desmesurado. Pero todo empeoró cuando, en su primer año en el colegio Hogwarts, el Sombrero Seleccionador determinó que Sirius pertenecía a la casa de Godric Gryffindor, uno de los cuatro fundadores de la escuela, cuyo estandarte era la valentía, el coraje, y la defensa de aquellos menos favorecidos. Gryffindor fue el principal partidario de la admisión de los magos hijos de muggles en la escuela, y esto provocó la profunda enemistad entre él y Salazar Slytherin.

Sirius había tenido que soportar una auténtica tortura después de comunicárselo a sus padres. Ambos lo trataban con absoluto desprecio, y consideraban que no era digno de su apellido ni de vivir en aquella casa. Por eso, el pensamiento de abandonar Hogwarts y tener que reunirse con su familia en verano era descorazonador. En la escuela, el joven Black había encontrado mucho más que un refugio, se había convertido en su hogar. El único lugar del planeta donde era realmente feliz. Por esto detestaba que Regulus formase parte de aquel santuario que lo mantenía alejado de sus padres. Además, Regulus había resultado pertenecer a Slytherin, lo que automáticamente lo había convertido en el hijo predilecto del señor y la señora Black, si no lo era ya antes. Ahora, en la jerarquía de su casa, Sirius iba incluso por detrás de Kreacher, el malhumorado elfo doméstico. Este último nunca había sido especialmente amable con él, pero ahora se permitía el lujo de insultarlo en voz baja cuando se encontraban por los pasillos del número 12 de Grimmauld Place, no limpiaba ni su habitación ni su ropa, y había tomado partido en la guerra abierta que Sirius mantenía con el resto. Kreacher era increíblemente hábil en esconder sus cosas y meterle algún que otro insecto en la cama. Por supuesto, su madre siempre se ponía de parte del elfo, y este nunca recibía ninguna reprimenda.

I solemnly swear I'm up to no good | HP fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora