Hogwarts

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Ya había caído la noche en Hogsmeade cuando Severus Snape bajó del expresso de Hogwarts, ya con la túnica de estudiante puesta, acompañado de un grupo de alumnos de su casa. Severus era más bien reservado, así que se mantenía en silencio al lado de Rodolphus Lestrange, que daba grandes risotadas mientras contaba cómo su padre había ridiculizado a su elfo doméstico delante de sus compañeros de trabajo por no haber traído el té suficientemente caliente. Severus pensaba que no era una anécdota tan divertida, pero entendía porqué todos reían. Rodolphus era alumno de séptimo curso, corpulento, y había demostrado en varias ocasiones su predisposición a utilizar los puños con cualquiera que pareciese capaz de ponerlo en ridículo. Snape no le tenía miedo, porque aunque era muy imponente, sabía que no era muy hábil con los hechizos. Pero era mejor permanecer callado.

Severus y sus compañeros de Slytherin subieron a los carruajes que los esperaban en Hogsmeade para llevarlos hasta el castillo. La oscuridad se cernía sobre el pequeño pueblo. Antes de que se diesen cuenta, ya habían llegado a sus destino.

El chico observó el imponente y majestuoso castillo, envuelto en la oscuridad de la noche y enmarcado por un cielo salpicado de estrellas. Siguió a la multitud de alumnos, ya ataviados con la túnica negra, hacia el interior. Primero atravesaron las enormes rejas coronadas con sendos cerdos alados, y luego la puerta del vestíbulo, abierta de par en par para recibir un año más a los jóvenes magos y brujas.

Snape miró a su alrededor, intentando divisar a su amiga de la infancia, Lily Evans. Buscó su melena rojiza por la multitud, pero finalmente desistió. Seguramente Lily estaría esperando a los de primer curso en la orilla del Lago Negro, que llegarían en botes acompañados de Hagrid, el joven guardabosques. Aunque durante este verano su relación no había sido la de siempre y Lily no se lo había dicho, Severus estaba convencido de que Lily era la nueva prefecta de Gryffindor. Era una estudiante excelente y nadie se había ganado de la insignia con más mérito que ella.

En ese momento Severus se dio cuenta de cuanto había echado de menos a su amiga aquel verano. Recordó cómo se apenó el día en que el Sombrero Seleccionador anunció que él pertenecía a la casa de Slytherin, mientras que Evans formaba parte de la casa Gryffindor, con esos bravucones arrogantes, convencidos de que eran lo mejores. Sobre todo ese estúpido James Potter. Él era el peor y más insufrible de todos.

Las puertas del Gran Comedor se abrieron, descubriendo un cielo despejado e iluminado por las estrellas. En Hogwarts, el techo del Gran Comedor estaba conjurado para que fuese siempre igual que el cielo del exterior. La noche despejada se hallaba también sobre las cabezas de los alumnos dentro del castillo. Cuatro grandes mesas recorrían la estancia, una para cada casa. Los alumnos de Slytherin, Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff se adentraron, corriendo a sentarse en su respectiva mesa. Severus y sus amigos se dirigieron a sentarse en la mesa de Slytherin, situada entre una de las paredes y la mesa de Gryffindor. El joven se sentó entre Lestrange y Regulus Black. Se llevaba bastante bien con este último, a pesar de ser un año mayor que él. Regulus era un mago hábil, y pertenecía a una familia respetable. Todos a excepción de su hermano mayor, Sirius, que era de la casa Gryffindor y el inseparable amigo de Potter. Casi igual de insufrible. Aunque Snape no compartía su pasión por el Quidditch, Regulus era un chico tranquilo, que además se interesaba en Pociones, donde Severus se encontraba más cómodo.

Al fondo del lugar, se hallaba la mesa de los profesores, presidida por el director de la escuela. Albus Dumbledore era un mago de largo cabello blanco, con una fina barba que le llegaba hasta el pecho del mismo color. El anciano profesor, ataviado con una túnica azul oscura y un puntiagudo sombrero a conjunto, esperaba con expresión afable. Cómodamente sentado en su imponente sillón, apoyado en los reposabrazos, observaba con atención a los alumnos, a través de sus gafas de media luna. Severus lo miró un segundo, y durante un instante, le pareció que el director lo había mirado de vuelta. A ambos lados se extendía el claustro de profesores y profesoras de Hogwarts. Solo había una silla vacía, la de la profesora McGonagall, que justo en ese momento atravesó las puertas del Gran Comedor, seguida de un grupo de pequeños alumnos. Los nuevos magos y brujas observaban a su alrededor anonadados. Algunos sonreían, y otros miraban sin entender demasiado bien adonde estaban, seguramente hijos de muggles. Pero en los ojos de todos había un brillo de emoción. La profesora de Transformaciones comenzó a hablar frente a ellos, se disponía a comenzar la ceremonia de Selección, pero entonces Severus encontró a Lily en la mesa de Gryffindor. Ella miraba casi con solemnidad a la profesora, escuchando sus palabras con avidez. Lily idolatraba a la jefa de su casa. Snape conocía tanto esa mirada, que aunque estaba lejos, casi podía ver los expresivos ojos de Lily, hacerse un poco más verdes de lo habitual.

En ese momento, todos sus compañeros de Slytherin se pusieron a aplaudir y un niño se incorporó a la mesa. Severus volvíó a la realidad, y vio cómo el Sombrero Seleccionador se posaba sobre la cabeza de un pequeño brujo de pelo rojizo.

— ¡Fabian Prewett! ¡Gryffindor! — exclamó el Sombrero, haciendo que la casa de Lily estallara en vítores y aplausos. El niño se levantó de un salto y corrió a reunirse con sus nuevos compañeros.  

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⏰ Última actualización: Aug 25, 2016 ⏰

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I solemnly swear I'm up to no good | HP fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora