Dos

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El odio es un sentimiento muy profundo que conlleva a personas a hacer cosas increíbles...

... Pero a veces el odio no es odio, es un amor reprimido, es un amor que quiere ser ocultado con otro sentimiento para que no salga y le dé una bofetada a la persona que lo siente...

— ¿Qué haces tú aquí? — preguntó con desagrado.

—Necesitamos dirigirnos algunas palabras— le contestó Rafael.

José le siguió mirando mal.

— ¿Sobre qué? — le preguntó a Rafael.

— ¿No eres y que inteligente? Adivina— Rafael lo retó.

José rodeo los ojos.

—No sé. Puedes estar aquí porque te dio los cojones de molestarme más de lo que ya has hecho. A lo mejor quieres lo que dieron hoy, o saber si estoy bien. Montones de razones

Rafael lo miró un momento sin decir nada.

—Vine para hablar de las bromas— dijo Rafael con determinación.

José cambió su cara a dudoso. Rafael lo vio y se dijo así mismo que José puede actuarle diciendo que no sabe nada.

— ¿De qué hablas? ¿Qué bromas? — preguntó enseguida.

Rafael se acercó a José y le habló bajo pero con odio.

—Tú sabes. Las bromas, las que tú me hiciste.

José siguió actuando.

— ¿Qué? Yo no te hecho ninguna broma— dijo un José falsamente sorprendido por tal cosa.

Rafael puso una cara de disgusto. No iba a tolerar este tipo de estupidez del pendejito que estaba delante de él.

—Mira, si me quieres fuera de tu cuarto, de tu casa y que tu mamá no se entere de lo que me has hecho, es mejor que pares el acto, que no te queda y hablemos— amenazó Rafael a José.

José enseguida cambió de cara y le dio una sonrisa de mala gana.

— ¿Qué quieres? Ya dilo— le pidió José.

Rafael se enderezó, listo para hacer la pregunta.

— ¿Por qué me odias?

José se le quedó mirando.

— ¿Esa es tu pregunta? — preguntó José impactado.

—Sí.

— ¿De verdad quieres saber? — le preguntó José.

Rafael lo miró serio.

—Eh... Sí. Por eso pregunto.

José no habló por un momento. Pensaba en su contestación y había una respuesta perfecta para la pregunta. Obviamente, no la diría.

Rafael, por otro lado estaba esperando por la contestación, hasta que pareció mucho e intentó hablar pero de vio interrumpido por José.

—Simplemente te odio— dijo encogiéndose de hombros.

Rafael negó con enojado.

—No, simplemente no. Hay una razón. Debe de haber una razón Nadie odia a nadie porque simplemente lo odia.

—Yo lo hago— le contestó José.

—Mentira, hay algo. Hay una razón. No me voy hasta que me digas una razón lo suficientemente razonable.

José se negaba a decirle y Rafael seguía insistiendo. Era una pelea de palabras lo que estaban teniendo, estando cerca lo suficiente para darse pero no lo hacían. Se daban los golpes con palabras.

A veces mueren a golpes por un secreto, pero otros prefieren pasar por un infierno y aun estar vivos si dicen el secreto.

Eso lo estaba considerando José. ¿Este sería el momento de decir la verdad? Era como en las bodas: "...hable ahora, o calle para siempre".

— ¡José, solo dime! — le gritó Rafael aún más cerca de lo que había estado hace unos segundo.

— ¿Quieres saber? — le preguntó alterado—. ¿Quieres saber de verdad?

— ¡Sí! ¡Estoy aquí para saber!

— ¡Te odio porque me gustas y no puedo sacarte de mí maldita mente! — gritó José.

Entonces Rafael se quedó en silencio con los ojos bien abiertos.

Había escuchado algo que no esperaba, una respuesta que no estaba entre sus posibilidades.

José lo odiaba porque él le gustaba.

Él le gusta a José.

A José le gustaba Rafael.

Esa era la simple razón de porque odiaba a Rafael. O sea, no odiaba a Rafael, odiaba el hecho de que Rafael le gustara a él.

José no aguantó más.

—Ahora sí, puedes ir por ahí diciendo que soy homosexual, que me gustan los chicos y que pretendía odiarte porque estaba locamente enamorado de ti. ¡Ve! ¡Dile a todo el mundo! ¡Descubrí el secreto de José, lo descubrí!

—Cállate— habló por fin Rafael reaccionando después de la bomba que le había tirado José.

Ahora miraba al piso.

—De seguro hasta me harás una página sobre mí.

Rafael no contestó en ese momento.

José, por otra parte, respiró profundo. Ahora enfrentaría un montón de cosas por esto, pero lo bueno de todo es que la superior se podía quedar atrás junto con los malos ratos.

—Vete, por favor. Vete— José le pidió a Rafael.

Rafael se movió a la puerta, pero se detuvo antes de salir del todo y miró a José.

—No voy a hacer nada sobre lo que dijiste que hiciera porque... porque yo también soy homosexual— confesó y se largó dejando atrás a José con la misma cara que Rafael había puesto cuando se enteró de lo mismo.

Y así es como se confirma que del odio al amor solo hay un paso.

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Muchas gracias por leer. No se olviden de votar y comentar.

XOXO;

Alana

Odio y Amor (Novela Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora