1 de agosto de 1981.
Privet Drive.[•••]
En una esquina de Privet Drive se encontraba un gato, éste estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear. Apenas tembló cuando se cerró la puerta de un coche en la calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es que el gato no se movió hasta la medianoche.Un hombre apareció en la esquina en la que el gato estaba, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron.
En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.
-Me alegro de verla aquí, profesora Minerva McGonagall.
Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño.
-Dumbledore, ¿Es cierto lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció Quien-tu-sabes? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?
Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo un caramelo de limón y no le respondió.
-Lo que están diciendo -dijo la profesora McGonagall- es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos.
Dumbledore inclinó la cabeza en confirmacion. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.
-Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus...
Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda.
-Lo sé... lo sé... -dijo con tristeza.
La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó.
-Eso no es todo. Dicen que quiso matar a los hijos de los Potter, a Harry y a Aless. Pero no pudo. No pudo matar a esos niños. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlos, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido.
Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado.
-¿Es... es verdad? -tartamudeó la profesora McGonagall-. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a unos niños? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivieron Harry y Aless en nombre del cielo?
-Sólo podemos hacer conjeturas -dijo Dumbledore-. Tal vez nunca lo sepamos.
La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás de las gafas. Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo:
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Los Mellizos Potter ►Una Historia de Locos◄[Editando]
Acak❝Son nuestras decisiones y no nuestras habilidades, las que demuestran quienes somos en realidad.❞ - Albus Dumbledore. ---------------- Todos los derechos reservados ©. La mayoría de los personajes y escenas pertenecen a la escritora de La Saga de...