El vuelo del Gorrión (y la llegada del león)

204 9 3
                                    

El plan estaba en marcha, siendo ella la única que escuchaba el delicado mecanismo del reloj que marcaba la hora final para los estupidos gorriones y las flores donde éstos se posan; de un solo golpe terminaría con este macabro jardín que amenazaba con consumir su hogar de adentro hacia afuera.

Durante la noche estuvo inquieta, no por los nervios o la adrenalina que corría por sus venas con pensar lo que pasaría cuando el sol se elevará sobre la Bahía de Blackwater y bañara con su dorada luz la ciudad roja de Desembarco del Rey; una ocasión perfecta para mostrar los verdaderos colores de los Lannister. 

Más bien su inquietud se debía a los extraños sueños que la atormentaron durante las horas del lobo y la lechuza.

Cersei estaba de vuelta en el horrible pantano donde todo comenzó, el lugar donde la leona buscaba una presa que llevarse bajo la montaña y se encontró con que los papeles estaban cambiados y ahora sería la cena de un ciervo.

Caminó a través del agua cenagosa, sin poder dejar de imaginar lo que se encontraba debajo. Creyó ver una mano dorada saliendo a superficie, pero se convenció que era solo su imaginación.

Fue entonces que se encontró con una rana sentada sobre una roca cubierta de lodo y musgo. Fue entonces que la escucho hablar las terribles palabras que la seguirían hasta su último día.

Despertó agitada y cubierta de sudor frío, buscando a su hermano para que la consolara pero no pasó mucho hasta que aceptó la soledad en la que se encontraba. Una fortaleza llena de personas, con nobles, criados, caballeros y nadie que se preocupara por ella.

Se levanto de la cama, y de manera instintiva busco la jarra de vino que siempre estaba cerca de ella. La vacío de un fluido movimiento (en los últimos meses había desarrollado habilidad en esto) y vio como llenaba su copa cubierta con grabados de leones salvajes cazando ciervos, cazando lobos, cazando dragones.

Dejó que el vino pasara por su garganta y la llenara de una familiar calidez, una imitación barata del calor del contacto con su hermano. No dejo de admirar la ciudad, ahora bañada por la plateada luz de la luna; desdibujando las sombras de las pocas personas que cruzaban las calles de la ciudad.

Se quedo sentada pensando lo mucho que cambiaría su ciudad al siguiente día, cuando las garras del sueño volvieron a capturarla.

Despertó (o creyó hacerlo) en un lugar poco familiar pero que reconoció debido a los viejos cuentos de la Vieja Nana y a las historias de su hermano enano.

Estaba en los bosques después del Muro, un sitio fuera de la ley de los hombres, un sitio para los monstruos y las criaturas de oscuridad (a pesar de que ella no creía en nada así)

Caminó a través de la nieve, sin poder dejar de imaginar lo que se encontraba debajo. Creyó ver una corona medio enterrada en la nieve, pero se convenció que era solo su imaginación.

Fue entonces que se encontró con un pequeño gorrión que silbaba cerca del nido de un cuervo; lo extraño es que Cersei no podía quitarle la mirada al ojo en la frente de la oscura ave.

Fue entonces que vio donde estaban paradas las aves, sobre la única rama con vida en este páramo helado.

La rama tenía una delicada flor de cuatro pétalos, que comenzó a latir como un corazón moribundo hasta brillar con la fuerza de mil soles y acabar por consumir a las aves, a todo el bosque y a Cersei en un estallido que pareció destruir los cimientos del mundo.

Despertó con un rítmico golpeteo en la puerta, así que trato de alejar estos sueños de su mente; ya tendría mucho tiempo para pensar en ellos más tarde.

Una enorme presencia familiar estaba en la puerta, la Montaña que la sostenía en estos momentos difíciles. 

-Vamos, que debemos estar listos para el gran momento- dijo Cersei con un brillo en los ojos.

Caminaron por los pasillos desiertos de la Fortaleza Roja hasta que llegaron a una pequeña sala privada donde habían dejado el vestido especial para la ocasión. Apenas se oía el trinar de los pájaros en los jardines del castillo, ahora que el clima estaba cambiando.

Cersei lo tomo como una señal de que los dioses estaban de acuerdo a su plan.

-Muchas gracias, Ser Robert. Porfavor espere fuera y proteja la puerta- A lo cual el caballero le dio la espalda a su reina y desenvainó la espada.

Cersei entró decidida, para transformar a su ciudad y a sí misma.
Las criadas comenzaron por quitarle la ropa de cama, cuidando de no verla directamente y de que los espejos estuvieran todos cubiertos.

Desde aquella horrible Caminata de la Penitencia hace varias semanas, Cersei no se encontraba cómoda al ver su cuerpo desnudo.

-La bañera esta lista, su majestad- dijo una de sus criadas.

Durante mucho rato Cersei estuvo limpiando su cuerpo con esencias de Volantis , para que estuviera listo y bello cuando fuera el momento. De su alma no se preocupaba, para ella los dioses no eran más que figuras de mármol en el Septo.

Después las criadas regresaron a la sala y comenzaron a vestirla. El vestido que había mandado a hacer con las mejores costureras y los joyeros más habilidosos que había en los Siete Reinos.

La tela oscura estilizaba su figura, y ayudaba a esconder lo delgada que estaba después de su tiempo en las mazmorras del Septo. Al mismo tiempo las piezas pequeñas de vidrio-dragón y las amatistas púrpuras le daban la apariencia de la piel de un dragón; una criatura de enorme poder y una criatura de fuego, las dos cosas que Cersei amaba.

Por último las cadenas de plata que colgaban de sus hombros y llegaban hasta un broche en forma de león en su cuello le daban un toque de elegancia y finura imposible de igualar.

-Ahora retírense, conozco el camino de vuelta.-

Continuará dentro de poco.... Dejen sus comentarios e ideas
Gracias por leerme

Cersei: Reina de fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora