Aleatoriedad #4: Malos abrazos

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Él nunca había sido una persona de dar abrazos; yo olvidaba la existencia del espacio personal. En todos los años que nos conocimos, quizás fueron menos de diez las veces en las que me correspondió un abrazo. Él era así, le incomodaba tal muestra de afecto, aunque nunca haría nada para detenerte porque respetaba tus motivos para acercarte de esa manera.

Simplemente se quedaría ahí, en el mismo lugar, en la misma posición, sin moverse ni un milímetro; aceptaría ser encerrado por brazos que lo estrujarían; no le importaría prestar su hombro para llorar en él; aguantaría la incomodidad por ti. Sólo si sentía que necesitabas apoyo movería un brazo, por lo general el derecho, y te rodearía la espalda con él sin aplicar mucha fuerza. Sí, no estaba mintiendo; de verdad apestaba para los abrazos, pero entendería que a los demás les urgiera uno.

Su reacción solía ser nula, se quedaba paralizado, incluso percibirías la tensión en su cuerpo al no saber cómo proceder o el aire de embrollo a su alrededor. Admito que llegué a abrazarlo de la nada con el simple objetivo de fastidiarlo; era una sensación graciosa, la comparaba con los gatos erizados hasta la punta de la cola. Eso no eliminaba el hecho de que en ocasiones me frustrara: no siempre se percataría de que requerías correspondencia, dejándote con un vacío por la falta de tacto. Por eso, la mayoría de las veces le hacía ver mi obvio malestar antes de aprisionarlo contra mí.

Entonces ahora, por mi culpa, lo he dejado completamente inmóvil, incapaz de realizar cualquier tipo de movimiento. El malestar que siento es mi propia culpa. Aprieto su cuerpo con mis brazos más de lo que alguna vez lo hice, al punto de temblar. Lágrimas pesadas en remordimiento descienden sin control alguno. A pesar de todo esto, no hay respuesta de su parte, no habrá respuesta de su parte. No me impide el contacto, mas no es consciente del mismo. No se aparta, no tiene forma de hacerlo. No levanta un brazo hasta mis hombros, es imposible. Ni siquiera la incomodidad está presente en el ambiente.

Yo siempre odié que él fuese tan seco con los abrazos; él ni lo consideraba así. Durante la década que fuimos amigos, probablemente me quejé por eso un montón de veces. Yo soy así, expreso en alto lo que no me encaja; por eso es que en este mismo instante, lo que más desearía sería sentir esa tensión que tanto me molestaba si eso significaba que aún estaría ahí para recibir abrazos que no le gustaban; eso sería mejor que soportar mi culpa sin alguien a quien envolver con mis brazos.

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Aquí una idea fugaz que me vino anoche y escribí en media hora (es lo más corto que he escrito en mi vida XP). La imagen iba a ser otra, pero además de ser algo graciosa (y por lo tanto, no combinaba bien), quise dejar en incógnita el género del narrador para que lo lean en el sentido que deseen n.n

AleatoriedadesWhere stories live. Discover now