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Distintos reinos, distintos gustos...pero el mismo destino.

Amantes de lo imposible, enamorados del sentimiento y de la esencia.

Dos jóvenes viviendo intensamente el momento, no en el sentido de locura, sino acariciando la situación, escuchandose intentar realizar un sueño optimista, examinando el punto fundamental; el amor.

Están marcados de recuerdos desagradable, pero al estar juntos en la intimidad se desvanece en una tierna escena de amor.

Porque eran amigos, pero a ratos se amaban.

Los deberes del reino los tenian muchas veces ocupados.

Querían tenerse en ese momento, tomar sus mano, dormir en el pecho del otro, cubrirse los ojos y consumirse en un tierno y pasional beso.

Al menos deseaban poder decirse que se querían más que antes.

Es cierto que en cada pareja siempre habrá peleas, ellos también discutían, a veces eran los enojos de uno de ellos y el otro trataba de tranquilizarlos diciendo alguna tontería, o ya saben una reconciliación un tanto inexplicable, ustedes se imaginaran.

Uno de ellos; Gumball, un joven muy amable, tierno, creativo, presentable y formal, Su aspecto de edad era de 16 años. Un príncipe llegando a los acuerdos del mando como un rey. Amando la estupidez con un toque de inteligencia del otro, disfrutando su compañía sin cesar. El no estaba solo, nunca lo estuvo, incluso desde tiempos inmemorables siempre estuvieron juntos.

Para el conocerse era el recuerdo más especial. Añorar cada lustro o década, implícitamente hasta siglos, sin perder el cariño era impresionante, no perdía ese toque de afecto. Ellos no, pues el orgullo no bloqueaba esa parte.

Marshall Lee Abadeer, un joven despreocupado, casual, muy atractivo. Se aspecto de edad era de 18 años. Un rey al mando, sin embargo los únicos deberes que él debía cumplir eran: Siempre estar al pendiente como cargo real de sus aldeanos; protegerlos, ayudarlos, velar, incluso pelear por su cuidado. Y siempre amar, extrañar, adorar y proteger a Gumball eran sus obligaciones como su persona. Incluso Gumball decía que era absurdo, amar no era un deber ni una obligación, sino un sentimiento decisivo.

Lo amaba, lo deseaba. Amarlo sin control alguno, enamorándose de esa perfecta imagen y personalidad, de esos actos que hacían sacarle uno que otro suspiro de admiración debido a su gran inteligencia, completamente sumido en el romance. Deseo carnal; tocando esa suave, tersa y piel blanca, percibir aquellos sonidos debajo de él rogándole por más. Era lo que él anhelaba.

Mitad chico, mitad sueño.

Una sonrisa, una boca abierta, ese dulce placer, ese deseo perfecto y esas dos lenguas que hablan de amor en la penumbra.

Deseando que en otra vida:

Vuelvan a conocerse,

Volver a coquetear,

Regresar a las tonterías de antes,

Las pláticas nocturnas antes de decirse adiós,

Volver a decirse que se gustaban,

Que regrese esa ilusión de hablar todos los días,

Que vuelvan los suspiros y ese rostro ruborizado,

Volver al inicio cuando no sabían que se terminarán amando.

Y lo supieron desde ese día, ese momento en que sus labios se juntaron, ese momento en que sus ojos conectaron, que no eran el amor de su vida, sino el amor de su alma, porque su vida terminara algun dia, pero su alma… Vivirá para siempre.

PenumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora