Capítulo 1.

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-¡Maya!
Les oí, pero me veía incapaz de mantener una conversación decente. Intenté hacerme la sorda, pero de todos modos se acercaron.
-Como siempre, no sueltas el vodka. -Abracé la botella y les saqué la lengua - Vamos a irnos, borracha.
En ese momento debí de hacer los pucheritos más sinceros de toda mi vida; de verdad que no quería irme.
-¿A dónde?
Contestó Laura, para mi disgusto.
-De fiesta, ¿no te parece, idiota? - No sé si era cosa mía pero cada día me parecía más borde que el anterior. Era una chica muy rara, tremendamente infantil y, por cierto, me odiaba. No como a todo el resto del mundo, que merecía su desprecio dependiendo de la semana, lo mio era permanente y absolutamente gratuíto. Las cosas le habían ido mal, la gente la trataba mal, como a todos nosotros, así que por eso estabamos con ella. Que si no llega a ser por nuestro propósito de adoptar perritos abandonados ya se podían haber ido ella y su gordo trasero a tomar viento.
- He de corregirte, pero yo estoy borracha. Tu mañana seguirás siendo idiota. - Dicho esto huí como una cobarde antes de que procesara lo que acababa de decirle.
Paul me cogío de la cintura y me obligó a caminar. Yo apoyé la cabeza en su hombro, como siempre que tenía oportunidad. Era gordito y, por lo tanto, blandito. Y estaba en la otra acera así que nunca intentaría nada conmigo.
- ¿Cómo se te ocurre dejar venir a semejante zorra?
- Por si no lo recuerdas, esto es un parque, y cuando llegamos ella ya estaba aquí - Me habló como si fuese estúpida.
- Eres un inútil, voy a comprar un perro.
- A ver como consigues tú que se valla, listilla.
- ¿Y para eso te pago? - En realidad no le pagaba, ni trabajaba para mi, pero lo bueno de ser la que más ha bebido de todos es que siempre te dan la razón.
- Soy la chacha, no un gorila de discoteca - Nos prometió que si algún día teníamos un piso compartido él sería un nini, pero que tendría la casa impoluta.
- Eso son detalles tontos.
- Para tonta tú - Me dió un beso en la sien y me soltó para irse con el resto. Menos mal que ya me había acostumbrado a que se metiese con todo el mundo, porque estaba a punto de explotar. Yo y mi casi litro de vodka en vena, más o menos.
Decidí ir un rato por mi cuenta, pero todo me daba vueltas y no era capaz de ver por donde iba ni, por lo tanto, de andar recta, así que me volví a acercar a él.
-Leire, no te preocupes... - La que seguro que no se iba a preocupar era yo, por mucho que conociese a Leire desde pequeña y por grave que fuese. A lo mejor mañana...
-¿Y ahora qué pasa? - Dije, trabándome un par de veces.
Se miraron, y Leire le devolvió la mirada como diciendo "venga, pero no grites mucho que te conocemos, maricona" (probablemente lo último lo había añadido yo).
- Dice que cree que está embarazada.
- YA ESTAMOS, DEJAD DE DAR ALARMA CADA PUTO MES, GRACIAS - Me giré como una diva y me fuí. Luego volví arrepentida.
- Quería decir que seguro que no lo estás cielo, ya lo sabes de las anteriores treinta y siete veces - Me acerqué a darla un beso pero me ignoró.
Después de darle la plasta un rato (total, no tenía nada que hacer) accedió a abrazarme.

Nadie cambia en una noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora