1 Despertares extraños.

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Para joule el olor mentolado en el aire era algo normal, a veces ligero y agradable, a veces fuerte gracias al frío, e incluso a veces solo era el frío que cargaba un falso aroma mentolado. Y ella lo odiaba, ya iban a ser cuatro años desde que llego a esa ciudad y su mente aun vagaba en medio de sus recuerdos con cigarras escandalosas y días calientes donde el sol no tenía misericordia con nadie, el viento era siempre un regalo que soplaba de aquí para allá cuando más se lo necesitaba, prácticamente se había criado en medio de una selva dócil que en sus primeros años le había enseñado lo mejor de ella.

Cuando abrió los ojos no se sorprendió con lo que vio y sintió, un día gris acompañado por un viento helado que le molestaba la nariz. Ubicarse tampoco fue difícil, el lugar donde nació y donde actualmente vivía tenían algo en común, a ambos los rodeaba una fauna abundante y esa era una señal del final, y para alguien de 9 años, era casi como el final del mundo.

Sin prisas se comenzó a internar adentrarse en medio de lo que probamente era un bosque, con malezas espesas y árboles de troncos gruesos, la poca luz existente era detenida por las frondosas romas sobre su cabeza, en medio de todo eso existía un viejo camino estrecho que se resistía a desaparecer, lo recorrido durante varios minutos hasta que desapareció luego, midiéndose entre los árboles y arbustos, existía otro más oculto.

El camino era un poco largo, y siempre se volvía más estrecho a medida que avanzaba, los árboles se juntaban y pegaban entre ellos como si quisieran detener a quien pasaba por ahí, escondiendo recelosamente algo.

Finalmente, luego de que el camino se empinara, la luz volvía a verse y una llanura desnuda y perfectamente circular aparecía, en medio de ella se alzaban las ruinas de lo que en el pasado debió ser una majestuosa mansión.

Ella la había encontrado por accidente unos meses atrás, ni siquiera recordaba bien cómo se las había ingeniado para llegar a ese punto, pero cuando tenía tiempo regresaba e inspeccionaba el lugar.

Lamentablemente la mansión había perdiendo gradualmente su antigua gloria y su deterioro era tan acelerado que del segundo piso solo quedaban unas pocas pareces en pie, las cuales se desmoronaban al mínimo toque.

Pero en medio de los escombros era normal encontrar pequeños artilugios simples, como botones, pequeñas figuras y cosas antiguas a las que no les podía encontrar utilidad ni forma, pero que le gustaban, también habían sillas rotas y espejos adheridos a las paredes, pero nunca llego a encontrar algún vestigio de los dueños de la casa como ropa, libros o incluso aquellos instrumentos simples del día a día, parecía que se llevaron todo cuando dejaron el lugar.

Aun así le gustaba ir, a pesar de que era una cobarde la mayor parte del tiempo.

Recorrió el camino hasta la mansión, con la maleza llegándole a la cintura y como de costumbre reviso los cuartos, los rincones y los grupos de tierra, después de levantar una cama rota creyó ver algo brilloso en una montaña de polvo, pero cuando algo casi salto a su cara dio un grito y salió corriendo.

Decido dejarlo ahí y volver por el después, cuando todos los gusanos huyeran al ser expuestos al sol.

El resto de cuarto eran una historia similar, pero no logro encontrar nada interesante.

Camino por el lugar hasta que no tuvo más remedio que ir a la sala y acercarse a la escalera, no a la que llevaba al piso superior, sino una que iba a un piso subterráneo. Nunca había bajado por ahí, ya que el lugar era tan obscuro que no se podía ver nada, y le hacía falta coraje para poner ir.

Siempre pensaba que era lo que encontraría en el piso subterráneo mientras miraba hacia esa obscuridad absoluta e inquietante, no supo cuánto tiempo estuvo ahí intentando observar un poco de luz en medio de esa obscuridad, solo cuando en realidad vio algo luminoso moverse lo lejos, volvió en sí y salió corriendo con todas sus fuerzas.

Relojes: Corriendo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora