4 Comienzan los problemas

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La lluvia en san Vicente no era nada más que una ligera llovizna que poseía la fuerza de helarles los tobillos a todos.

Esa mañana solo pudo ponerse encima varias capas de ropa y tomar un paraguas transparente con dibujos de nubes. El inspector se había pasado la mañana decomisando los suéteres más llamativos y escandalosos, joule solo se salvó porque se había puesto el buzo debajo del suéter del instituto.

Aparte de eso, toda la mañana había pasado lenta y fría, causando letargo en todos, pero joule tenía una preocupación más en su cabeza, estaba demasiado concentrada en no reír o hablar mucho, también en escapar del viento para que no le tocara la cara, la mancha rosada en su mejilla solo parecía un golpe ligero pero que había afectado una área amplia, solo ella sabía que a pesar de cómo se veía, el dolor que provenía de ella era casi insoportable.

Sentía como si le hubiesen abierto la piel y luego colocado una tela fina encima que se desgarraría si movía mucho el rostro, se sentía peor si se tocaba el rostro y el único motivo por el cual no se puso a llorar fue por todo lo que tendría que explicar si le preguntaban que la había lastimado.

El camino de regreso a casa fue doloroso, con el viento frio yendo de aquí para allá y golpeándole el rostro sin piedad, aparte de eso tenía que aguantar que el viento parecía estar susurrándole cosas y las arboles se movían por donde pasaba, haciéndola sentir que algo se encendía en sus ramas.

Cuando al fin llego a su cuarto su gato le maulló enojado, pero ni eso puso espantar a todas las criaturas que se movían por el piso.

Había de todo tipo y color e iban desde ratones con orejas enormes hasta criaturas coloridas con cara de anciano. Joule tiro su mochila en su cama y fue hacia su cajón para ponerse unos guantes y sacar a las feas criaturas por la ventana sin pena.

Las más difíciles de alcanzar fueron las pequeñas personitas voladoras y las bolas verdes con alas de libélula, lo peor de todo es que estas tomaban sus cosas y las tiraban cuando no las encontraban interesantes.

Pero el que más le llamo la atención y al que no toco fue a un ratón orejón del tamaño de su gato y tenía una mochila en su espalda e iba a todos lados olfateando y moviendo sus manitas, venía con un grupo de ratones un poco más pequeños que copian sus acciones como si estuvieran aprendiendo.

- ¿Niña? -la llamo Jenny justo cuando una pequeña personita estaba tirando de su cabello -la comida ya está lista ¡Baja ahora!

- ¡Ya voy! -lamentablemente su grito vino acompañado de un golpe cuando casi se cae.

- ¡¿Qué estás haciendo?!

- ¡Nada! Ya bajo.

Pero Jenny nunca había escuchado sus pedidos y se acercó con pasos fuertes. Joule entro en pánico y comenzó a agarrar lo que podía y tirarlo por la ventana.

-¿Niña? -la llamo Jenny e incluso antes de que pudiera entrar en pánico, todas las criaturas restantes se escondieron o escaparon a penas toco el pomo de la puerta -¿Qué se supone que estás haciendo?

-Solo... estaba jugando con pan.

Jenny la miro atónita unos segundos antes de recorrer su cuarto con la mirada, pero el desorden no le llamo la atención, solo la enojo un poco -Ordenas esto tu sola después de comer.

Cuando se dio la vuelta joule pudo suspirar y calmar a su pobre corazón.

-¡Y apresúrate!

Jenny la había cuidado incluso cuando vivía con su mama, y la única razón por la que no chocaban era porque en realidad joule era demasiado aburrida, haría todo lo que le pidieran hacer sin preguntar e incluso si era revoltosa, estaba a un nivel mínimo en comparación con otros niños.

Relojes: Corriendo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora