¿querés bailar?

1.3K 197 111
                                    


Para el 10 de septiembre Martín consigue seguirle el paso sin tropezar con sus propios pies, y aunque el zapateo del argentino deja mucho que desear, Manuel tiene que admitir que ha progresado. -soy bailarín nato, ¿viste? -le dice el rubio al terminar la canción y por esta vez no se separan. Se quedan tomados del brazo porque Manuel está demasiado cómodo sintiendo el cuerpo tibio de Martín a través de a la camisa, no importan lo cansados que estén o el siguiente pie de cueca que comienza, tomados del brazo se está muy a gusto. -te voy a echar de menos, flaco.

- ¿y eso, por qué?

-cuando nos encuentren una pareja. -los ojos miel del chileno se abren aún más cuando despierta de su mundo de fantasía y solo entonces nota que todos los demás en el patio los están mirando, todos... incluso Isabel que por estos días ya no le parece tan bonita. Pero ser el centro de atención no le importa, no después de caer en cuenta de que Martín tiene razón y dos hombres no pueden bailar cueca juntos.

~

-arréglate esa camisa, Martín. -Manuel se le acerca para acomodarle los botones, que por las prisas o el descuido del argentino le quedaron corridos. Los suelta uno por uno sin que se le escape ni un centímetro de la piel del rubio, que está mirándolo con una ternura que pocas veces se había visto en una pareja de baile formada por la pura casualidad. Le toma las manos aun pegadas en el pecho y Manuel puede escuchar su corazón latiéndole fuerte, aunque no está seguro. También puede que sea el de Martín. -ahora sí.

-no voy a poder hacerlo

-no digaí eso, si practicaste caleta.

-pero no puedo si no estoy con vos. -Manuel retrocede, porque no puede ni mirarlo fijo sin sonrojarse. Quiere decirle algo, lo que sea... pero el profesor los interrumpe gritando su nombre.

-González, te toca. -en la cancha lo espera una muchacha con su pomposo vestido amarillo, es del octavo B y solo la conoce de nombre. Manuel le sonríe lo mejor que puede y la música empieza a sonar, pero no puede desviar la mirada de los ojos verdes de Martín. Pudo haberle costado una nota, porque no cruzó mirada con la chica en momento alguno durante el baile. -excelente, Manuel. -le dice el profesor escribiendo su nota en el libro. Está seguro de que es un 7 como todos los años, pero no puede alegrarse, no si sabe que después viene el turno de Martín.

-recuerda levantar la cabeza. -le dice al rubio cuando pasa por su lado. Martín está frente a otra chica y esta vez no la conoce, solo sabe que la odia desde el momento en el que se le acerca demasiado al argentino. Le dijo que levantara la cabeza, aunque ahora agradece que Martín sea un bruto que tiene que estar mirándose los pies para bailar, porque la chica no solo es hermosa, sino que también se lo come con los ojos.

Pero llega el momento del zapateo y ocurre lo que se temía. Escucha el grito de la muchacha y sabe que Martín la cagó, le acaba de pisar un pie. -perdona. -le dice poniendo ojos de cachorro, los mismos ojos que usa para manipular a todos, pero no le funcionan esta vez. Ella se marchó indignada y cojeando hasta la enfermería mientras la cueca sigue sonando.

-no puedo calificarlo con un pie de cueca incompleto. -le dice el profesor y Manuel no sabe cómo, cuándo ni mucho menos por qué, pero está de pie frente al rubio zapateando. Martín no tarda en entender lo que propone e ignorando las palabras del maestro termina el baile que había empezado, esta vez como más le gusta... con Manuel.

~


No habían podido estar juntos en la semana siguiente antes de la semana de vacaciones, no sin llamar la atención y despertar las burlas de quienes los vieron bailar y que más adelante se encargaron de contárselo a todos. Pero ya es 16 de septiembre y parece que todos en el colegio están muy ocupados como para prestarle atención. Manuel mira la empanada en el plato sin decidirse a comerla, se siente confuso, mareado y terriblemente avergonzado, todo por culpa de Martín. De seguro anda dando jugo detrás del escenario o tratando de mirar bajo los vestidos de sus compañeras por las rendijas de las escaleras. Es consciente de que verlo le traería problemas y aun así no se aguanta las ganas de ir a buscarlo.

Cuando la puerta de la sala se abre, el argentino entra con una timidez que no es propia de él, se le acerca para tomar de la bebida del castaño, como siempre sin permiso y sin reparo. -Isabel me dijo que ya están puestas las notas de cueca.

-ya...

-¿no querés saber cómo te fue?

-siempre me va bien.

-sí, ya sé que sos un huaso que sabe bailar, pero a mí nunca me ha ido tan bien. -Martín busca su mano y Manuel da gracias por que no hubiera nadie en la sala para verlos. No lo rechaza ni deja de mirarlo, pero hasta ahí llega su poca fuerza de voluntad. Se ha quedado sin aire y sin poder moverse. -¿sabés qué más me dijo Isabel?

El castaño niega con la cabeza.

-ya sé qué son los pololos, manu. -y el mundo se le viene encima porque finalmente Martín sabe lo que todos querían decir, porque seguramente se sentirá mucho más avergonzado que él, más incómodo o incluso asqueado. No quiere que se aleje, no podría vivir lejos del rubio luego haberlo conocido.

-no los pesques, ya se les va a olvidar. -le dice a duras penas, porque prefiere ignorar lo que siente que perderlo para siempre.

-no deberían decir esas cosas, no somos pololos. -se le aguaron los ojos y el corazón le ardió en llamas, una cosa era pasar por alto sus sentimientos, pero otra muy diferente y más dolorosa era que Martín le refregara en la cara que no estaban juntos.

-obvio que no.

-tendríamos que darles algo de verdad para que hablen. -Martín lo mira, el chileno no necesita girarse para saberlo. Sus ojos verdes lo atraviesan y no sabe qué decir o cómo sentirse, ni siquiera sabe si sigue respirando. -Manu, ¿querés ser mi pololo? -ese par de esmeraldas centelleantes y llenas de energía lo están mirando con tanta ternura que Manuel está seguro de que podría morir en cualquier momento. -dale flaco, decime que sí.

-ni siquiera podemos bailar en pareja... ¿Cómo se supone que vamos a pololear?

-igual que en la cueca, solo vos y yo. -con sus manos grandes en sus mejillas y su respiración chocándole en el rostro, Manuel siente que haga lo que haga no estará bien, así que... ¿de qué le sirve preocuparse? -no importa nadie más que nosotros.

-Martín...

-manu, estoy loco por vos. -y no espera una respuesta para besarlo porque no la necesita. Manuel se había puesto de puntillas hace mucho.

La cueca suena seguida por las palmas del público, fuera de la sala hay un alboroto que para ellos está muy lejos, solo pueden escuchar la hermosa melodía mesclada con los latidos del corazón contrario. Martín le regala una caricia y lo hace sonreír. -¿querés bailar?

--------------------------------

-w- Un poco de Argchi para endulzar la vida. algunos dirán que es raro shipear un país con otro, ¡pero no nos importa! Además en el caso de Argentina y Chile (Martín y Manuel) es inevitable. Los quiero muchisimo ^w^

bye!

Pie de cuecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora