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Todo era tan extraño y a la vez tan familiar. El camino, los árboles y las hojas bailarinas cayendo de ellos. El cielo, que había mirado tantos cientos de veces, pero no siempre de la misma forma, ahora parecía murmurar secretos que debían ser guardados.
Ella estaba segura. Allí encontraría la respuesta.
Creía haber memorizado bien el mapa. Primero, izquierda. Al llegar al cruce, derecha. Después todo recto hasta llegar a una fuente. A partir de ahí, hacia el noreste.
Media hora después, nuestra niñita llegó a su destino. Faltaba un minuto para la hora. Sus ojos brillaban de emoción y esperanza.
"Por favor... Que ocurra algo" , pensó.
Cuando su reloj señaló las 6:23 am , no pudo evitar soltar un pequeño grito, casi en forma de suspiro, esperando que el milagro que tanto anhelaba ocurriera.
Sin embargo, nada ocurrió. Esperó, quieta, sin siquiera parpadear, unos cuantos minutos. Aguantó y aguantó todo lo que pudo, hasta que la lágrimas nublaron su vista y, tras un gemido, cayó al suelo desconsolada, y lloró y lamentó y gritó, hasta que sus pulmones quedaron satisfechos.
"Estoy harta", pensó. "He sido engañada otra vez"
Y ahí estaba ella, recogida entre las hojas caídas y la tierra húmeda. Sus piernas temblaban, sus ojos ardían, y, con los dientes rechinando juró no volver a intentarlo nunca más. Con la mano en el pecho, se levantó y gritó. Pasaron otros cuantos minutos hasta que la rabia fue sustituida por la tristeza. Entonces, se secó los ojos con la manga de la chaqueta, sacudió su vestido y levantó la mirada hacia el camino de regreso a casa, sin olvidar el que sería su último y desafortunado intento.
Pero, en ese instante, sus ojos decidieron fijarse en otra cosa.
- ¿Qué? ¿Un paraguas? Esto no estaba aquí antes... -dijo, recogiendo el paraguas turquesa del suelo.
Lo observó durante unos segundos, intentando recordar si realmente estaba o no estaba ese paraguas antes. Cuando su mente todavía estaba intentando convencerse a sí misma de que así era, abrió el paraguas, el cual engulló a la niñita de tal forma que parecía haber sido succionada por un platillo volador extraterrestre.
Entre la hierba y la sucia tierra solo quedaron sus huellas, y el cuadernillo a medio hacer de los sudokus que ahora nunca podría resolver.
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H.
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Camilia
FantasyCuando el sol se asoma cada mañana, si permaneces muy callado, puedes oírlo. Seres brillantes y coloridos salen de sus hogares, preparados para teñir de estampado las mañanas de los humanos. Nadie puede verlos, son como el viento. Excepto una person...