Siempre he sido cobarde para las despedidas y más si son dedicadas para ti. Me pregunto ¿Cómo tienes las agallas para decirme adiós de manera tan fría, precisa y concisa? Es decir, la última vez que besaste mis labios pude sentir que ya lo nuestro no seguiría en pie y debía marcharme (No lo hice) , en cambio tú, me diste la espalda, seguiste tu camino y no miraste atrás por más que gritara a todo pulmón tu nombre. Sigo aquí, las despedidas sólo son para los que mueren, y tú niña querida vives muy dentro de mi.