Autoestima

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Durante este capítulo daré muchas vueltas, y tocaré muchos temas, todos muy variados.
Pero, de todas formas, tienen mucho que ver entre todos. Y tocaré temas que son muy personales para mí, así que el hecho de que vaya a publicar esto me debería dar un punto de valentía.

Te diré una cosa, que quizá no te interese.

Mi autoestima es de la chingada.

Sé que, sí algún día me llegas a ver, pensarás que esto es mentira.

Creo que soy esa clase de persona que siempre está de buen humor, que siempre hace lo posible por hacer reír a sus amigos.

Tal vez me estoy adornando, en esta visión de mí misma, y en realidad, es algo que te ocurre a ti y a quienes te rodean.

Pero supongo que ese no es el caso aquí.

Esto es una forma de desahogarme, y estoy siendo jodidamente sincera. Aun así, creo que tendré que guardarme algunas cosas, por esas personas cuyas opiniones sí me importan.

Tengo secretos. Todo el mundo los tiene, claro. No conozco a nadie que sea igual con sus amigos y con sus hermanos. Hay quien cambia en la presencia de un amigo, pero, al mismo tiempo, lo hace con un hermano.

Muchos de nosotros no mostramos quiénes somos en realidad, a veces, ni siquiera ante nosotros mismos.

Mis secretos y la opinión de las personas siempre han ido de la mano.

¿El ser atea? Secreto, por la opinión de mi familia.

¿El no querer mucho en la vida? Secreto, por la opinión de mi familia.

Supongo que ya, con que me importen opiniones ajenas, puedes ver que tan "elevado" está mi autoestima.

Y "elevado" lo digo con sarcasmo. Joder, con todo el sarcasmo del mundo, si es posible.

Y me estoy cansando de eso: de ocultarle cosas a todos, por temor a que piensen de mí. Por temor a que fuera a pasar si llegan a saber eso.

Me gusta leer. Amo leer. Amo dejar este mundo y sumirme en el mundo del protagonista. Amo soñar despierta. Amo crear historias.

Y todo, para escapar de un estúpido autoestima. Para escapar de una estúpida yo que le tiene miedo a la realidad. Para escapar de la realidad.

Tengo secretos y tengo miedo de revelarlos ante la gente. Muchos de ellos no importan, en realidad. Algunos son simplemente que no suelo comer nada cuando estoy en la secundaria. Algunos, son simplemente que le tengo miedo a eso que llaman morir, que no haya nada después.

Soy una persona cobarde. Una persona estúpidamente orgullosa. Un orgullo y una cobardía desmedida son los defectos más grandes que alguien puede tener, porque a veces, eso te hace incapaz de hacer algo tan moral, tan necesario, como pedir disculpas a alguien.

Les debo disculpas a muchas personas. Lo sé. Pero sólo una persona, una disculpa, es la que no me deja dormir en las noches.

Eso no es bueno.

Debería ir a un psiquiatra, a un terapeuta, como sea que se llame, porque tengo que soltarlo todo sin que nada me importe. Sin que nadie me importe.

Pero, ¿adivina qué?

Soy demasiado cobarde y orgullosa y temerosa como para decirlo en voz alta.

Es patético.


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