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Cuitlahuac nunca hizo caso de aquella advertencia. Aquel enemigo tan insignificante, fue el verdadero conquistador de su pueblo.

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Dijo que su rostro estaba como para comérselo. Y eso hizo.

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La queja de Tetlepanquetzal molestó a Cuauhtémoc. ¿Es que acaso él estaba en un lecho de rosas? Sus pies ardían, pero su dignidad vivía.

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El dinosaurio pensó que al morir, su recuerdo se perdería para siempre. Se equivocó. Fue la muerte quien lo hizo material de museo.

Canto de gorriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora