Canto de gorrión

8 - Fantasmas

  —No le temo a los fantasmas—exclamó la niña.—Eso es fácil para ti—espetó el hombre de la mirada perdida.—¿Por qué?—Porque tú eres uno de ellos.—Bueno, sí—aceptó la pequeña—.Pero hay otros peores que yo...Y entonces el silencio volvió a inundar la habitación. 

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—Nadie debería de caminar por aquí a estas horas de la noche—susurró la anciana.—Lo sé—respondió el pequeño—.Ni siquiera usted...Contrariada, la octagenaria miró hacia sus pies, y vio su cadáver tendido en el suelo.Suspiró. Nunca pensó que este pudiera ser su último paseo... 

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Con pasos largos y veloces, Marina inspeccionaba de forma superficial la casa recién comprada por sus padres. Al llegar al comedor, un escalofrío le recorrió desde los pies hasta la nuca.—Te comprendo—dijo una vocecita detrás de ella—.Cuando vivía aquí también me daba miedo. 

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—Ya no me mires— dijo ella.—¿Por qué no? —replicó él.—Me entristece saber que ya no estaremos juntos.—No es así. Juntos llegamos y juntos nos iremos...—¿Qué?...Los testigos afirman que la pareja salto a las vías tomada de la mano. Se equivocan. Solo uno agarraba al otro... 

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—¿De verdad moriste en este lugar?—Sí, a mitad de la carretera.—¿Y por qué sigues aquí?—Para llevar a algunos conmigo.—¿Me vas a matar?—No. Tú ya estás muerto. Ya estabas aquí cuando llegué.¿Ves ese árbol? Colgabas de él. Yo te bajé.—Gracias, supongo...—No fue nada... 

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Caminaba arrastrando los pies, como quien sabe a dónde ir, pero no desea hacerlo. Al llegar a la puerta de la habitación, una enfermera le salió al paso:—¿Estás bien?—Sí. Es solo que no me gusta regresar al lugar donde morí.La enfermera meneó la cabeza y continuó su camino. 

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—¿Sabes?—¿Qué?— De haber sabido que pasaría la eternidad encerrada en esta habitación, me habría suicidado en otra parte...