Canto de gorrión

7

  Era un extraño cordel ese que yacía en el piso de laberinto. ¿Quién lo había dejado ahí? ¿Con qué fin? ¿Sería acaso una forma de escapar del encierro? Emocionado, el Minotauro lo examinó de cerca. Por un segundo soñó con la libertad. Luego cayó muerto. Había sido una trampa. 

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Tomó la maqahuitl y la estrelló con furia sobre la reluciente armadura del invasor. Las hojas de obsidiana se hicieron pedazos, pero también el hombre bajo el frío metal, quien, incrédulo, se negaba a aceptar la muerte a manos de un "bárbaro". 

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—Pensé que me retaría un príncipe —musitó el dragón, decepcionado.—¿No te basta conmigo? —exclamó la princesa, furiosa.—¡No! ¡Yo planeaba ganar esta batalla, no perderla! 

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Jamás detengas tu marcha. Recuerda que el mundo nunca deja de girar. 

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Mil suspiros viven en un beso. 

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Vivimos tiempos oscuros, donde es más escaso el lector que el propio escritor. 

*La lluvia es el llanto del cielo. Dulce cuando se alegra de existir, ácido cuando recuerda que vivimos bajo su manto.