Parte 3. CESÁREA CRANEAL

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Ya con mi mejor amigo de vuelta todo había vuelto a la normalidad, era viernes 23 de Septiembre y era la gran fiesta de la playa, todos los chicos y chicas de la ciudad irían, debo admitir que no me gusta ese ambiente de jóvenes borrachos y bailando hasta perder la conciencia pero ya estando ahí era una cosa divertida.

Todos en el salón nos iríamos saliendo de la escuela, perfectamente distribuidos en camionetas Jeep de los chicos hijos de los empresarios del pescado. Yo me iría con Pablo, Sara, Eli y la insoportable Brit, su verdadero nombre es María Soledad pero obliga a todos a que la llamen Brit, ya saben una chica con ropa Francesa pero cien por ciento hecha en México. El camino a la playa es teóricamente corto pero tomamos la ruta más enredada para aprovechar y beber cervezas en la jeep. Sinceramente casi no bebo, pero cuando lo hago, de verdad que el alcohol me posee y puede ser bueno o puede ser fatal como la vez del carrito de golf (que no robé).

El sol ese día era horrible para un albañil pero ideal para pasar un buen rato en la playa. Llegamos al lugar mucho después que todos, ya estaba llena de chicos. Bajamos las cosas de la camioneta yo llevaba una pequeña hielera y mi tabla de surf, entrando a la playa y sintiendo la fuerte resolana en mi rostro, me mentalice para divertirme, no pensar en nada ni nadie. Voltee a la derecha para buscar a Pablo y me ayudara con unas cosas, pero sorpresa vi ante mis ojos a Cristian, el hijo del señor Tobberfield, se veía hermoso, camisa blanca, piel perfectamente bronceada, lentes de sol y su sonrisa saca suspiros, me embobe tanto viéndolo que un idiota paso corriendo delante de mí y me golpeo con su tabla en la frente, me desoriente y solté las cosas.

— ¿Qué te pasó?— preguntó Eli con su voz chillonsisima.

—Una tabla me atacó.

Cuando Pablo me vio tirada en la arena sangrando se acercó a mi corriendo.

— ¿Por qué estas sangrando?— me pregunto quitándose los lentes.

Sangraba como una fuente, la sangre ya me había entrado a un ojo y resbalaba tibia por mi mejilla, me quite la playera para limpiarme, era blanca y cuando la vi casi entro en shock, parecía que había dado a luz por la frente. Eli y Sara me llevaron a la torre de guardia para que me curaran la herida, era incomodo, cuando voy a la playa nunca me quedo sólo con el bikini, siempre uso mi playera de lycra para surfear. Sentía la mirada de todos encima de mi (obvio no por mi cuerpo) todos veían mi escena de terror.

Llegamos a la torre y los estúpidos guardias me reconocieron, en vez de atenderme primero me amenazaron.

—Señorita si esto fue por una pelea temo que esta vez sí tendrá que acompañarme— dijo el guardia gordo tratando de intimidarme.

—La golpearon con una tabla— dijo Eli.

— ¿Pueden atenderla o no?— preguntó Sara muy molesta.

—La enfermería está a la izquierda— contestó el antipático.

—Gracias— dijo Sara por mí.

Avanzamos hacía la puerta de la enfermería y comenzaba a marearme cada vez más, tenía muchas nauseas por el olor de la sangre.

Para mi suerte la enfermera era muy linda y amable, me dio cuatro puntadas y me puso un horroroso parche.

—Nada de tomar el sol o de meterte al mar ¿ok?— me advirtió la enfermera.

Me quede triste, tenía muchas ganas de surfear. Regresamos a la playa y todos comenzaban a interrogarme, Maka llamando la atención de nuevo. Gabriel, mi vecino se me quedaba viendo demasiado y mejor me puse una playera. Llego la hora de las olas altas y todos se fueron a surfear excepto yo, me quede con Brit y Eli que son las únicas princesas que no saben ni como subirse a una tabla.

La vengadora de ciudad BarúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora