Parte 4. DESAPARECIDO

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Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Cinco compañeros habían llegado a clase, seis contándome a mí. Sólo éramos seis alumnos de veinticinco. Era bastante extraño y todos comenzamos a preguntarnos qué había pasado con los demás.

— ¿Dónde están todos?— le pregunté a Pablo.

— ¿Qué no lees las noticias?— me dijo serio.

—A veces, la sección de espectáculos.

—Pues al parecer hay una nueva pandilla que ha estado secuestrando personas en la ciudad, la gente está muy alarmada.

—Pero la ciudad siempre ha sido muy tranquila— le dije.

—Pues al parecer ya no— contestó y se acomodó en la banca porque había entrado la profesora.

Me quede pensando, la ciudad nunca había tenido problemas, la delincuente más buscada creo que era yo. Ni siquiera tenemos una policía decente, la ciudad era en verdad tranquila, no podía creer que algo horrible estuviese pasando.

Cuando salí de la escuela mi padre me estaba esperando afuera lo cual era extremadamente extraño porque trabaja tanto que siempre debo tomar el autobús o irme e la bicicleta.

— ¿Qué haces aquí papá?— le pregunté.

—Ve por Pablo, los llevare a casa— dijo acelerado.

Fui a buscar a Pablo que se despedía de unos chicos y le dije que mi padre lo llevaría a su casa, igual se sorprendió bastante.

—Aquí esta Pablo, pero no tienes que estar en...— trate de preguntar.

—Escúchenme bien los dos— me interrumpió— hay gente mala aquí afuera y no quiero que salgan a ninguna parte hasta que la situación se calme, nada de ir a la playa ni a fiesta ¿me entendieron?— dijo muy preocupado.

Había un ambiente en el aire muy tenso, casi no había personas en la calle, todos murmuraban cosas y parecía que algo verdaderamente malo se acercaba.

Llegue a mi casa y Ramona estaba viendo las noticias locales en la cocina, se hablaba de un clan que se dedicaba a secuestrar personas peri desconocían el motivo, no pedían rescate, nadie los había visto, eran como fantasmas. Lo peor de todo es que no podía salir a ninguna parte, todo lo que hacía era escuchar música, jugar ping pong, comer, ver la televisión, era muy frustrante. De verdad que me sentía como león enjaulado, estoy tan activa todo el tiempo que no poder salir de la casa me ponía de un humor horrendo.

Pasaban los días y las cosas no mejoraban, se suspendieron las clases en varios colegios, nadie salía de sus casas, había toque de queda y me comenzaba a aburrir de mirar a la ventana todo el tiempo para ver si al menos un gato o una paloma me hacían el día.

Sólo podía hablar por teléfono con Pablo, él estaba bien porque es un adicto a los videojuegos y eran como vacaciones para él, también me contó que una de las personas secuestradas era Ana la mesera de la cafetería, me preocupe y se lo mencione a mi padre pero no me decía una sola palabra de lo que pasaba afuera. Las personas seguían desapareciendo eso era seguro.

Un viernes en la mañana me desperté muy cansada, desesperada y harta de toda la situación, me escurrí entre la cocina para escaparme de Ramona y Elvira, tome mi bicicleta y me dirigí a casa de Pablo, estaba muy nerviosa pero tenía que salir, el aire fresco se sentía bien en mis pulmones.

Por fin llegue a la casa y toque el timbre como una loca. Para mi mala suerte me abrió su mamá.

— ¿Maka? No deberías estar aquí— dijo su madre y me paso enseguida

—Lo sé pero necesito hablar con Pablo. Por favor.

—Está arriba— dijo la malhumorada.

Subí corriendo las escaleras y toque la puerta de su cuarto. Abrió semivestido con una playera y sus boxers, y parecía que no le importaba que yo lo viera así.

— ¿Qué haces aquí Maka?— preguntó.

—Me escapé, ya no podía estar encerrada más tiempo, es horrible— le dije quejándome.

—Y vienes a mi casa a encerrarte conmigo— afirmo.

Si era un poco ilógico porque de cualquier forma no podría salir, pero estar con mi mejor amigo supongo que me ayudaría, y más si estaba en boxers, bromeo.

Jugamos videojuegos y comimos pescado que su mamá cocinó, todo iba bien hasta que me dijo Pablo que alguien me buscaba en la puerta, ¿Qué? Se supone que nadie sabe dónde estoy. Baje a la puerta y estaba Elvira sosteniendo su sombrilla y con una cara pálida como un fantasma.

— ¿Qué pasa nana?— le pregunte preocupada.

—La policía llamo, tu papá no llego a la oficina en la mañana, fue reportado como desaparecido—dijo Elvira entre lágrimas.

Se me había ido el aliento y el color de los labios, sentía que el corazón se me iba a detener en cualquier momento, vi borroso, todo se desmoronaba a mí alrededor. De rato llego corriendo Pablo desde arriba. Estaba confundido, igual que yo.

— ¿Elvira? ¿Está todo bien?— le preguntó Elvira porque vio mi estado de shock.

—Mi papá desapareció en la mañana— dije sin pensar, como si mi boca estuviese desconectada de mi cerebro.

—Maka, lo siento tanto, deberían ir a la policía— dijo tratando de tranquilizarme.

No dije nada, solo pensaba ¿Por qué mi padre? De todas las personas de la maldita ciudad tenían que secuestrar a un buen hombre, estaba preocupada, sentía rabia hacía esas malas personas, desesperación, tenía un ardor en el pecho que nunca antes había sentido.

Llegue a mi casa, mis dos nanas estaban conmigo, sólo las tenía a ellas. No dormimos en toda la noche esperando alguna noticia o alguna llamada, pero como era de esperar, no pasó nada. Supongo que me quede dormida como a las cinco de la madrugada, me desperté por el olor a huevo con tocino, desperté y en verdad quería que todo hubiese sido un sueño, una horrible pesadilla y que bajara mi papá con su portafolio para despedirse de mí, pero no fue así, la pesadilla era real y no había nada que pudiera hacer.

Fui a la cocina para intentar desayunar pero mi estado de ánimo estaba por el suelo, no tenía hambre, prendí la tv para ver las noticias y efectivamente la desaparición de mi padre fue primera plana. La versión era una: Mi padre había sido atacado por dos hombres que vestían una especie de togas negras, uno portaba un sable, todo lo anterior grabado por la cámara de seguridad del estacionamiento de la alcaldía. ¿Un sable? Quieren decir que a mi padre lo secuestraron unos ninjas ¡que basura! No creí ni una palabra.

Pasaron los días y se reanudaron las clases en la escuela, tenía que ir para no tener problemas con los profesores, todos me miraban, era la chica sin madre que ahora no tenía un padre, yo solo le hablaba a Pablo, las chicas del salón solo me daban sus "falsas" condolencias aunque Pablo trataba de convencerme de que eran reales, como sea, no necesito condolencias porque mi padre no está muerto.

Llegue a casa y Elvira hablaba con alguien en el teléfono de la cocina pero colgó en cuanto vio que entre.

— ¿Alguna noticia?— pregunté y bote mi mochila en una silla.

—Ninguna, hija— dijo y me evito el resto de la comida.

—Elvira estoy desesperada, créeme que soy buena ocultando lo que siento, quiero salvarlo sabes que es mi única familia, no tengo a nadie más— dije llorando.

—Escúchame bien mi niña, presta mucha atención a lo que te voy a decir y no le digas esto a nadie, ni siquiera a Pablo o a Ramona ¿ok?— dijo sosteniendo mi mano.

—Me estas asustando— le dije y trague saliva.

—Hay un clan en la ciudad, sólo ellos te pueden ayudar, se llaman ARCA, mi hijo pertenece ahí. Son un grupo de jóvenes que defienden toda la costa, son los mejores justicieros que pueden existir, contacte a mi hijo y te pueden ver mañana a las nueve de la noche en el muelle, pero ve sola. Son nuestra esperanza— me dijo.

La mire, no sabia que decir pero lo haría, por mi padre.

I9

La vengadora de ciudad BarúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora