¡Raptada!

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Sofía esperó entre las sabanas.

Pasado un minuto o más, alzó una punta de la manta y atisbó.

Por segunda vez aquella noche, la sangre se le heló en las venas, con las cortinas corridas hacia un lado, estaba la horrible y arrugada cara larga del gigante, que miraba al interior. Y los centelleantes ojos negros se habían clavado en la cama de Sofía.

Instantes después, una mano enorme, de dedos muy pálidos, penetraba serpenteante en la habitación. Seguía un brazo grueso como el tronco de un árbol,y el brazo, la mano y los dedos avanzaron por el cuarto en dirección a la cama de Sofía...

Esta vez sí que chilló la niña, pero sólo un segundo, porque aquella manaza se cerró rápidamente sobre la manta, y el grito quedó ahogado por la ropa.

Sofía, hecha un ovillo debajo de la manta sintió que los poderosos dedos la agarraban, la alzaban de la cama con ropa y todo, y la sacaban por la ventana.

Si a vosotros se os ocurre algo más horrible que pueda suceder a medianoche, decídmelo.

Lo peor de todo era que Sofía sabía exactamente lo que le pasaba, pese a que no podía verlo. Era consciente de que un monstruo (o un gigante) de cara enormemente larga, pálida y arrugada, y ojos peligrosos, la había arrancado de su cama en plena hora mágica y ahora se la llevaba por la ventana, envuelta en la manta.

¿Qué ocurrió, exactamente, después? Una vez sacada la niña de la casa, el gigante arregló la manta de forma que pudiera agarrar los cuatro extremos con una de sus manazas, y con Sofía dentro. Con la otra mano cogió la maleta y la larguísima trompeta, y echó a correr.

Sofía se retorció dentro de su manta hasta que logró asomar la nariz por una pequeña abertura formada debajo mismo de la mano del gigante, y miró asustada a su alrededor.

Vio que las casas del pueblo desaparecían raudas a ambos lados. El gigante corría a grandes saltos por la calle principal. Avanzaba a tal velocidad, que su capa negra ondeaba tras él como las alas de un pajarraco. Cada uno de sus pasos era tan largo como un campo de tenis. Los setos que dividían los campos no eran obstáculo para el gigante, que simplemente pasaba por encima de ellos. Y cuando en su camino apareció un ancho río, lo salvó de una zancada.

La niña iba muy acurrucada en la manta, aunque sin perderse detalle. Continuamente chocaba contra la pierna del gigante, como si fuese un saco de patatas. Pasaron por campos y setos y ríos, y la pobre Sofía tuvo de pronto un terrible pensamiento.

<< Este gigante va tan deprisa – se dijo – porque tiene hambre, y quiere llegar a su casa cuanto antes para comerme en el desayuno...>>


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⏰ Última actualización: Aug 06, 2016 ⏰

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El Gran Gigante BonachónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora