Epílogo

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Caminé hasta mi ventana observando lo que fue mi obseción durante tanto tiempo; la maldita calle por la que pasaba YoonGi todos los días.

Quería abrazarlo y besarlo hasta quedarnos sin aire, quería recostarnos en el pasto y observar el cielo hasta que oscureciera, quería dormir con él y al otro día despertarnos abrazados, en fin... quería muchas cosas con él.

Me senté en la cama colocándome mis zapatillas con tranquilidad, no tenía prisa y tampoco la quería tener. Miré mi reflejo en el espejo colgado detrás de mi puerta, parecía un zombie con estas enormes ojeras moradas bajo mis ojos. Solo quería dormir, dormir y no despertar más.

Guardé las llaves en el bolsillo de mis jeans, tomé mi móvil y salí de casa cerrando la puerta con cuidado. Iría a ver a YoonGi.

Luego de dos semanas de haber vuelto a Daegu recién iría a verlo.

Caminé con una dirección en específico en mi mente, lo odiaba, lo detestaba, tenía muchas ganas de golpearlo. Aún no podía creerlo, nada me haría feliz.

¿Han sentido una felicidad inmensa, de esas que uno cree nada podrá arruinar? Bueno, así me sentía cuando decidí volver por él, luego llegué aquí y todo se había ido a la mierda. Mamá me había contado todo, exactamente todo lo que pasó durante el tiempo que no estuve, y justamente allí, me arrepentí de haberme alejado, o peor aún... me arrepentí de haber vuelto. Desde ese día me di cuenta que nada podría ser igual, nada haría que todo volviera a la normalidad.

Cuando estuve a punto de llegar a él, mi pecho se apretó, sentía que me faltaba el aire, mis manos comenzaron a sudar y todo mi cuerpo temblaba, suplicaba porque me fuera de allí, pero no podía moverme, estaba congelado.

Avancé unos cuantos metros más y lo vi, estaba justamente como mamá me había dicho. Al principio creí que era una broma por parte de ella, pero ahora me doy cuenta que no es así.

Me acerqué hasta él con lentitud, mis pasos no eran firmes como solían serlo siempre, sentí nauseas, y unas profundas ganas de echarme a correr lejos de todo. Estaba a punto de llorar. Me senté a su lado intentando sonreír, pero solo quedó en eso, un jodido intento.

—Yo... te extrañe mucho, ¿Sabes? —agaché la cabeza mirando el piso. Las lágrimas no tardaban en salir.— lamento tanto haberme ido, nunca debí dejarte solo, necesitabas el apoyo de alguien y, y yo no estuve para ti YoonGi —no aguantaba más el ardor el mis ojos, todo era muy doloroso.— quizá estés enojado conmigo, dolido o cualquier otra cosa, y está bien, estás en todo tu derecho a odiarme, después de todo yo también lo haría —tomé una gran bocanada de aire, quería seguir hablando con él. — me habría gustado saber el futuro en ese entonces, de ser así jamás te habría abandonado y ahora no estaríamos en esta situación. Jesús... —hice una breve pausa, mis lágrimas ya habían salido y hacían su camino por mi rostro empapándolo.— no tienes idea de cuanto me odio justo ahora, solo... solo quiero que todo vuelva a ser como era antes, te quiero conmigo, Min YoonGi —intenté secar mi rostro con la manga de mi polerón, pero fue en vano porque enseguida volvía a humedecerse.— por favor perdona a este idiota que te ama con el corazón, ¿Podrías hacerlo?

Un silencio que nunca olvidaría invadió todo el lugar. Me quedé allí esperando su respuesta, la cual nunca llegaría, porque después de todo los muertos no hablaban, y nunca lo harían.

Acariciaba su lápida imaginando que era YoonGi, que estaba junto a mi sonriéndome, que me decía que me perdonaba y que nada había sido mi culpa, pero no.

"—Él no está en su casa, hijo —dijo mamá cuando le comenté que iría con YoonGi para arreglar todo. La miré con confusión.

—¿Y dónde está? ¿Tardará mucho en volver? —pregunté con la emoción a flor de piel. Mamá asintió.— ¿De qué hablas, cuándo volverá?

YoonGi no volverá, TaeHyung —sus manos temblaban. Me acerqué a ella y comencé a acariciar su espalda para calmarla un poco.

Explícame que está sucediendo por favor —le pedí casi en tono de súplica.— tengo muchas ganas de llorar, pero no sé la razón.

—Cuando tú te fuiste... YoonGi llegó aquí preguntando por ti, necesitaba decirte algo, pero no me dijo si era importante o no —suspiró. Me estaba poniendo muy nervioso.— tuve que contarle que te habías ido, luego él se fue a su casa y no lo volví a ver más.

—¿Por eso dices que no volverá? ¿Porque no lo has visto? —sonreí, no era tan malo.— puedo buscarlo por todo Corea si es necesario —mamá negó dejando caer una que otra lágrima.

—Hijo... —tomó mi rostro con ambas manos.— YoonGi falleció.

No, eso no puede ser verdad.

—Él se suicidó dos meses después de que tu te fuiste; fue una intoxicación."

La conversación que tuve con mamá aún seguía fresca en mi mente. Jamás la olvidaría.

Si él ya no estaba aquí no valía la pena seguir, aunque todo haya sido mi culpa. Nunca me perdonaré el haberlo abandonado.

Mis manos seguían acariciando su lápida, la cual por cierto, no había recibido la atención necesaria como para pararme a leer lo que estaba escrito en ella.

"Y si llegas a leer esto: eres lo más lindo que me pasó en la vida.
Te amo y siempre lo haré, T."

Él no me odiaba, o eso me estoy empeñando en creer. Eso es lo que quiero creer por lo que me quede de vida.

Me levanté con una débil pero sincera sonrisa en mi rostro. Lo amaba mucho, lo amo mucho y lo amaré infinitamente. YoonGi era mi gruñón y siempre lo será.

Sentí una ligera brisa en mi espalda, luego esta llegó a mis brazos, pasó por mi nuca y terminó en mi rostro. Ahora sentía que iba a estallar en llanto, y lo hice, pero esta vez mis lágrimas fueron acompañadas por una enorme sonrisa; estaba llorando de felicidad.

Me gusta pensar... que un soplo de viento, a veces, es la caricia de quien no está más junto a nosotros.

—Vendré a visitarte seguido —dije esperando que me escuchara desde algún lugar, fuera el que fuera.— también traeré a Garu para que se reencuentren —sonreí.— estuve pensando, y creo que si viviré en tu casa como me lo pediste en tu carta. La cuidaré como cuando vivíamos juntos —comencé a caminar alejándome del amor de mi vida.— te amo más que nunca, Min YoonGi.





Fin...

Little dog × TaeGiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora