4.

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La Espada legendaria

Siguió la voz de su cabeza. Tenía la sensación de saber donde estaba, ella le indicaba el camino.

Iba tan rápido que había perdido de vista a su hermana. Su vestido se apegaba a su cuerpo por el sudor y las trenzas se iban soltando de su moño, liberándose  con la brisa provocada por la carrera. Le costaba respirar y enfocarse en la voz.

'Un poco más Cythar, rápido'

Maldijo por lo bajo. Ya iba lo más rápido que podía.

La sensación la detuvo frente a una puerta, y la joven la reconoció por el desacorde color negro frente a todo el templo.

La sala de La Prueba de los Jinetes de Dragones.

¿Por qué se había detenido ahí?

'Entra'

Cythar se congeló ante la orden. La puerta triplicaba su altura y parecía muy pesada, imposible para ella abrirla, pero ese no era el principal problema.

-Solo los hombres pueden entrar... -asustada dio unos pasos hacía atrás- No puedo hacerlo...

'Es tu destino...jinete'

Una fuerza desconocida creció en ella. Se sintió poderosa, fuerte y autoritaria...como si otra persona estuviera poseyéndola.

Con un ligero movimiento de manos en el metal, las puertas se abrieron bruscamente, interrumpiendo el comienzo de la prueba de un joven. Todos giraron sus rostros alterados a la puerta y se sorprendieron al ver a una sola mujer vestida formalmente para su prueba.

Reinó el silencio por la incertidumbre, hasta que uno decidió romperlo.

-¡Chiquilla, ¿cómo osas interrumpir esta ceremonia?! ¡Serás castigada por tal insulto! -dijo un fornido hombre que estaba al lado de su comandante, el cual estaba sin palabras.

-Yo...

-¿Cythar?

Giró su cabeza y vio a su mejor amigo con los demás jinetes, vestido con la armadura. La miraba sin poder creerse que lo que veía era cierto.

-¿Qué haces aquí?

-Yo...no sé...yo...

-¡Cogerla!

Dos hombres la atraparon y la arrastraron dolorosamente hacia el centro. Cythar pataleó para que la soltaran, pero esos dos eran como bloques de cemento. Breston no supo como reaccionar, pero salió de su fila y siguió a Cythar, pidiendo que no la hicieran daño.

La lanzaron al centro, ensuciando el bajo de su vestido. Se incorporó lentamente. El hombre que la gritó iba a golpearla, pero la mano en alto del comandante le detuvo. Con ello el silencio se cernió de nuevo.

-Jovencita... - el hombre habló respetuosamente, con un gesto mandó al iniciado que volviera con los demás- Dadnos una explicación del por qué de tu atrevimiento de entrar aquí. Las mujeres lo tienen prohibido.

-Lo sé... y lo siento...pero yo...

El comandante elevó su mirada y vio a Breston.

La Jinete de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora