En un lugar de improviso

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(Voces que se escuchan como susurros)

- ¡Hey! ¡Venid, rápido! ¡ Se está despertando! ¡Llamad a la señorita Luz!- Gritó un chico bastante alto, moreno y atractivo. Con unas alas esbeltas, grandes, altas y tan blancas que relucian. Con los ojos grandes, negros y muy chispeantes.
A su paso, una mujer regordeta, con unos mofletes rojos muy marcados y unas alas más anchas, me coge por la mano derecha y aprieta con fuerza. Tanta, que hace que haga un pequeño esfuerzo con la mano izquierda para quitar la suya. Por inútil, me hago daño. Ya que me doy cuenta de que tengo la mano vendada.
Estaba como en una especie de habitacion con mucha clase. Me recuerda a algo familiar.
-No, no puede ser. No puede ser que esté aquí, de nuevo. Esto no puede estar pasando. Debe ser un sueño...- Al fin puedo vocalizar, me duele un poco el pie izquierdo, se debe que ese crack y ese daño infernal que sentí al desmayarme en aquel lúgubre bosque, era el pie torcido. (Maldije para mis adentros)
La señorita regordeta, era la misma señorita Luz. La que sucedió a mi madre después de su accidente con el coche.
Yo la quería muchisímo. Era la mejor persona después de mi madre que había conocido.
-Tranquila, te encuentras bien. Esto es unos días se cura. Pero debes mantener reposo durante esta semana. Sé que eres muy fuerte y obediente. Así que sé que me harás caso y te quedarás aquí hasta que nos llamen para cenar. Ya subiré yo para ayudarte a bajar por las escaleras hasta el comedor.-
Me quedé un buen rato en silencio. Ahora me dolía todo el cuerpo. Tenia mucha hambre pero la sed habia desaparecido. Me quedé también mirando la habitación desde la cama. Si, era mi habitación. Vivía en un palacio enorme, fantástico. Era tan grande, que ni yo misma habia visitado todas las habitaciones de ese lugar. Pero por ahora, no tenia ganas de descubrirlas. Me dí cuenta que mi pelo estaba de nuevo limpio, olía al famoso champú de rosas blancas con el que la señorita Luz me lavaba el pelo. Muchos chicos y chicas no me dirijen palabra o no quieren ni mirarme a la cara simplemente porque creen que soy una niña mimada. Yo no lo observo así. Creo que soy madura para mi edad. Es más, dejo que hagan las cosas por mí simplemente por comodidad. Pero he sobrevivido mas de dos días sin poder comer o beber agua. Sin poder hablar con nadie y caminar sin descanso yo sola, hasta acabar derrotada y desmayada por el agotamiento y la sed. Sé cuidarme sola, y bien.
Cuando estaba casi dormida, brinqué en la cama del susto por el agudo sonido de una campana. Sabía de donde procedía, era del comedor. De repente, me llegaron de nuevo el hambre y un poco de sed.

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