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Capítulo 1
Decenas de personas me rodean, acercándose amenazadoramente. Al fijarme en sus rostros, me doy cuenta de que todos son gemelos.
-Salva Melville.
-¿Qué?-pregunto. Mi voz sueña extraña, como si estuviera en el interior de una pecera de cristal.
-Salva Melville.
No reconozco la voz, pero sé que proviene de detrás de mí. Intento girarme, sin resultado. Justo cuando iba a preguntarles a los misteriosos gemelos quienes eran, y qué diablos era Melville, me desperté.
La pared de mi habitación refleja las sombras de la calle, y por un momento me parece que una de ellas toma la silueta de una persona. Parpadeo repetidas veces y me doy cuenta de que no es más que una farola, lo que consigue que mi corazón desbocado se calme un poco.
Me siento en la cama y alargo la mano para coger el móvil. Las cuatro de la mañana. Mierda.
Me obligo a mí misma a cerrar los ojos e intentar conciliar el sueño, pero cada vez que lo hago, los estragos de la pesadilla volvían y me atormentaban. Antes de darme cuenta, tengo el portátil sobre las rodillas y estoy abriendo Netflix para ver el nuevo episodio de Orange is the New Black.
Un episodio deriva en otro, y cuando voy a buscar la nueva temporada de Juego de Tronos, suena la alarma de mi móvil. ¿Ya son las siete? Imposible. ¿Cuánto tiempo había estado viendo series?
Apago la alarma antes de que mi hermanastro de tres años se despierte y me pongo en pie con dificultad.

Ahora es cuando llega el cansancio... ¿y si digo que estoy enferma?
No, no, seguro que Scarlet (mi madrastra, una famosa cirujana) me pilla. Así que, arrastrando los pies, me dirijo al armario y me visto con lo primero que encuentro, que resultan ser unos vaqueros y una sudadera negra.
Abro la puerta con mucho sigilo y me dirijo a la cocina, donde un plato de tortitas frías me espera sobre la mesa. Pongo la cafetera en marcha y me percato de que, sobre la encimera, descansa un sobre pequeño y fino, de color azulado. Leo el remitente:
Giselle Melbourne.
Mi madre.
Siento la tentación de romperlo sin más, de no molestarme en leerlo, de tirarlo a la basura junto a las 147 patéticas cartas anteriores...
Sin embargo, no lo hago. Con manos temblorosas, rasgo el papel del sobre y extraigo un folio de su interior. Hay unas escasas veinte líneas, escritas con letra picuda e irregular.
"Fénix, mi pequeña:
No sabes cuánto te echo de menos. Durante estos cuatro años separadas, no he parado de pensar ni por un momento en ti. Y a pesar de que no has respondido a ninguna de mis cartas, se que tu también me extrañas. Comprendo que estés enfadada, pero quiero que sepas que todo lo que hice fue por tu bien, por el bien de las dos..."
Sé que la carta sigue, pero no puedo seguir leyendo. Rasgo el papel con furia y lo tiro a la basura. "No estás metida en la cárcel por el bien de las dos, sino por tráfico de drogas, gilipollas."
Me sirvo el café y desayuno en silencio, mirando el suelo de relucientes baldosas y maldiciendo en contra de mamá y de los creadores de Netflix, hasta que me doy cuenta de que el reloj de la pared marca las siete y cuarto. ¿Por qué el tiempo avanza tan rápido esa mañana?

Entro de nuevo a mi habitación a prepararme la mochila. Tengo Biología a primera hora, con lo que mis ganas de hacerme la enferma se vuelven insoportables. Sacudo la cabeza con resignación y me cuelgo la mochila al hombro.
Nadie está despierto aún por lo que salgo de casa haciendo el menor ruido posible, pero cuando ya estoy en el rellano me quedo mirando, y decido cerrar con un sonoro portazo. El llanto de Rob resuena por toda la casa.
-Jé, que se jodan.-Digo sonriente, y me voy.
El camino hacia la parada de autobús se me hace eterno, y el frío es infernal, pero me consuelo sabiendo que cuando llegue el mediodía, todo el instituto estará bañado en sudor y con el chaquetón a rastras. En estos momentos, no sé si sentirme lista porque luego no tendré calor, o gilipollas porque me estoy muriendo de frío.
El autobús me recoge para llevarme al instituto, me siento y me pongo los cascos. Oh, qué mejor que Linkin Park para empezar el día.
Cierro los ojos unos segundos, y cuando me vengo a dar cuenta estoy dos paradas más allá de la del instituto. Si cuando yo digo que soy medio gilipollas, es por algo.
Le digo al conductor que por favor, por piedad y por amabilidad y por amor al prójimo pare el autobús, y afortunadamente lo hace.
Bajo corriendo y escucho la campana del instituto sonar a lo lejos. Vaya una pena, igual me pierdo Biología.
Sigo corriendo, y a pesar de que en un día del primer trimestre me hubiese dado igual llegar tarde, voy suspensa en Biología. Sé que si me retraso esta vez, éste es tan hijo de puta como para suspenderme.
Así que corro todo lo que puedo hasta que llego a la puerta del instituto; la conserje ya la ha cerrado. Sus muelas.
Llamo al telefonillo que hay en la puerta y me abren, yo mascullo un "gracias" y cierro la puerta tras de mí, con tanta precipitación que me doy un golpe en el talón. Ay.
Entro tropezando con mis propios pies por las prisas y subo los dos tramos de escaleras hasta llegar al aula de Biología.
La puerta está abierta, y del interior me llega la voz monótona y cansina del profesor explicando algo sobre las partículas subatómicas. Tal vez, si entro sigilosamente, no se entera. Tal vez, ni siquiera ha pasado lista. Tal vez...
Me deslizo de puntillas por la pared, cruzando los dedos tras la espalda. Danielle, mi mejor amiga, me ve, y levanta las cejas en señal de duda. Yo me llevo un dedo a los labios y continúo deslizándome. Ahora estoy detrás del profesor, solo tengo que conseguir pasar a su derecha sin que me vea y sentarme. Pan comido.
Le doy una patada a un bolígrafo accidentalmente, y este sale rodando; se para dos centímetros del pie del profesor. Contengo la respiración, pero afortunadamente este vejestorio está tan sordo que ni se entera. Estoy a un metro de mi pupitre. Venga...
-¡Señorita Scott! ¿Se puede saber qué diablos hace?
Joder, joder.
-Buenos días, profesor.-saludo, intentando sonar amable.- ¿Cómo está?
-Contésteme.-me gruñe, frunciendo el ceño.- ¿Estaba aquí cuando he pasado lista?
-Emmm... Claro. Estaba buscando mí... Mi bolígrafo. Se me ha caído. Está detrás de usted.
El profesor retrocede, pisando el bolígrafo y partiéndolo. Esquirlas de plástico vuelan en todas direcciones.
-Bueno... Ya no lo necesito.-digo, dejando la mochila sobre mi pupitre.- ¿Puedo sentarme ya?
-Claro, siéntese.-susurra, algo confuso.
Tomo asiento junto a Danielle, suspirando de alivio.
-Te has librado por poco.-murmura, conteniendo una carcajada.
-Pufff...-bufo, sacando los libros.
El profesor continúa hablando y hablando, pasando las páginas de sus apuntes con lentitud. Yo apoyo la mejilla en la palma de la mano e intento prestar atención, pero enseguida mi mente empieza a vagar a mi pesadilla, dándole vueltas, intentando encontrarle algún significado... ¿habrá libros oníricos en la biblioteca?
De pronto, me encuentro de nuevo en el extraño lugar de esta noche. Sigo rodeada de esos tétricos gemelos.
-Fénix...
De nuevo la voz a mis espaldas. Me fuerzo a girarme y veo, en el centro de todos los gemelos, una enorme sombra negra. Refulgiendo en el interior de la sombra, hay dos ojos violetas, rodeados de espesas pestañas negras, que me miran con un destello divertido en los ojos.
-Fénix...-dice la sombra.-Fénix, Fénix, Fénix...

Abro los ojos, y veo frente a mí a Danielle, mascullando:
-Fénix, Fénix...
Levanto la cabeza y me encuentro con el rostro iracundo del profesor.
-¡Señorita Scott! ¡Al despacho del director! ¡Ya!

Pues vaya una gracia de día. Amonestación al canto. A primera hora, empezamos bien.

La campana anuncia el cambio de hora, y por tanto, que ya puedo salir del despacho del director.

Inglés es una de mis asignaturas favoritas, pero no hoy especialmente. Y la verdad es que...

-¡Ah! Mira por dónde vas, imbécil.- Me dice una voz, que al levantar la cabeza, compruebo que es de un chico.

-¿Perdona? ¡Eras tú quien no iba mirando!- Le digo Mientas me levanto del suelo.

Le miro a los ojos.

¿Violetas?

-No era yo quien iba con los ojos cerrados, morena.- Dice dedicándome una sonrisa.

La gente ha desaparecido de los pasillos y yo sigo mirándole.

-Bueno, pues...lo siento, no voy muy bien esta mañana, y ahora si me disculpas.-Digo intentando apartarme del camino

-¿Por qué tienes lo ojos tan negros?-Dice interponiéndose en mi camino.

-Pues supongo que por la misma razón que tú los tienes...-Me vuelvo a fijar para comprobar que no es una alucinación mía, que no estoy loca, y que de verdad tiene los ojos...-Violetas.

-Sonríe cabizbajo.- No, créeme que no.

-¡Fénix! ¡Que tenemos examen!- Dice Danielle saliendo de la clase para arrastrarme con ella.

Y para cuando me quiero dar cuenta, el chico misterioso de ojos lilas ya no está.

-Sí, vamos.- Digo un poco desconcertada y la sigo hasta el aula de inglés.

¿Violetas?

Los sueños de FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora