Capítulo 1: Cuanta fe tenes en mi

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Era un día caluroso en la ciudad de Tandil, demasiado caluroso como para ser un día de primavera pero así era el clima de ahí, siempre cambiante.

La entrada de la universidad estaba atiborrada de estudiantes, más bien de zombis con un único propósito, estudiar y aprobar la materia, ya que era época de exámenes finales.

Sentadas, en el verde y cuidado pasto de la entrada, había dos chicas conversando y riendo cada tanto.

—Todavía no entiendo cómo accedí a esto, ¿estas segura de que no me pusiste algo en el ramen* asqueroso que comimos ayer? —pregunto Alma dudosa.

— ¿Me crees capas de drogarte para que me acompañes a un manicomio abandonado, en el medio de la noche? —respondió Leiza con cara de indignación fingida, casi como si le hubieran dicho que su cantante favorito, Mika, había pateado a un cachorro.

—Sí digo que sí, ¿no me pegas? —pregunto Alma a la vez que se inclinaba hacia atrás para esquivar un no tan doloroso pero certero golpe.

—No voy a ir sola ni loca, así que como buena amiga divina que sos me vas a acompañar. No importa si tengo que atarte y arrastrarte hasta ahí —replico después de ignorar el comentario de su amiga y no golpearla.

—No creo que puedas cargarme —exclamó casi sin pensar mucho en lo dicho por Leiza.

—Repito, arrastrar —afirmo con una sonrisa burlona en los labios.

Alma puso los ojos en blanco y una expresión derrotada en el rostro, como cada vez que Leiza le proponía una nueva idea, loca y probablemente suicida.

—Está bien, soy demasiado buena para dejar que vayas sola a ese lugar sabiendo que te vas a asustar, golpear la cabeza y morir desangrada.

—Cuánta fe tenes en mí —exclamó irónicamente, mientras reía—. Además, ¿qué te hace pensar que iba a ir sola sí vos no aceptabas?

En el fondo Alma tenía una curiosidad un poco morbosa que siempre la llevaba a aceptar las ideas de Leiza.

—Lo hago por los animales y la curiosidad científica, nada más. —Finalmente acepto que sus posibilidades de detener este loco plan, estaban agotadas.

—Dale, vamos, se está haciendo tarde y tengo hambre —finalizo Leiza con actitud satisfecha, de igual manera, sabía desde el principio, que sería la ganadora de esa discusión. Tenía la increíble capacidad de manipular a las personas a su antojo en ocasiones. No con una mala intención, claro está.

—Que sorpresa, igual... yo también —dijo Alma con cara de decepción y las dos terminaron riendo a carcajadas, emprendiendo el camino a su departamento a solo unas cuadras de ahí. Y con el deseo en mente de que haya comida allí.

La luz de la tarde ya había cubierto a la ciudad de una coloración anaranjada pero el calor seguía siendo el mismo.

No había que hacer mucho preparativo para la excursión. Iban a ir vestidas de negro, llevarían algo que cortara metal, linternas obviamente y esas cosas que se llevan cuando se planea entrar ilegalmente en propiedad privada. Tal vez sacarían un par de fotos, si lograban meterse claro, así podrían conseguir más material.

"Esto es una locura y no va a servir de nada" pensaba Alma. "Solo para que nos atrape la policía, por intrusión en propiedad privada."

Lo que no sabían era que después de todo, no estaba tan equivocada, al menos en parte.

Alma recordaba la vez que Leiza descubrió el lugar, esta se había emocionado tanto que había gritado y saltado por una hora seguida, y la sonrisa de la cara no se le había ido hasta después de unos días.

Alma era estudiante de psicología y Leiza de veterinaria, ya llevaban un año de carrera. A la segunda, le habían mandado para hacer un proyecto escrito sobre la experimentación en animales. El lugar les venía como anillo al dedo, el trabajo era solo de investigación, pero cuando Leiza descubrió el rumor de que en el psiquiátrico abandonado habían hecho experimentos así, se le reafirmo la idea de ir a explorar.

Los rumores no eran tan viejos pero se suponía que el edificio ya no estaba habitado ni siquiera para esas presuntas investigaciones ilegales por lo que Alma no creía que fueran a encontrar algo útil, más que polvo y pesadillas, pero la idea de investigar sobre un psiquiátrico movía una fibra en su interior, la curiosidad morbosa.

El psiquiátrico había cerrado hacia quince años y la poca información que había sobre este hecho era muy confusa e inconclusa. Por lo que pudieron averiguar, había sido cerrado por la policía, debido a denuncias por malas praxis y uso de tratamientos anticuados e inhumanos. Pero las cosas se volvían confusas cuando empezaba el tema de a donde habían ido los pacientes y las personas responsable del psiquiátrico, ¿habían sido juzgadas o encarceladas? No sabían, no es que importara mucho tampoco.

Al igual que Leiza, a Alma le gustaban ese tipo de cosas, pero cuanto más se acercaba la fecha acordada para ir, más sentía el temor irracional que un manicomio abandonado le infundía. De cualquier manera Leiza no le dejo otra opción que acompañarla en la aventura, y Alma no se resistiría a ir, a fin de cuentas, por más miedo que tenga.

No sabían lo que encontrarían, pero sin duda no era lo que esperaban.

*Ramen: sopa de fideos japonesa.

La Entrada Al Paraíso Es Un ManicomioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora