Capítulo 2

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Se encontraba agazapada dentro de su ropero detrás de un grupo de cajas y de las prendas que colgaban sobre ella. Abajo en la primera planta se escuchaban sonidos secos de objetos cayéndose y el sonido de cristales explotando en miles de añicos.

­-¡HARLEY!

Ya llevaba más de una hora buscándola y ella tenía ambas manos cubriéndose la boca porque no quería que una risa de ella la delatara. Era una sensación rara eso de estar escondida sintiendo que estaban a punto de encontrarla, le daba un cosquilleo en el estómago y en los pies cuando sentía los gritos cerca de su escondite, como si de verdad quisiera huir de ahí pero no lo haría, se quedaría ahí hasta que ella quisiera, quizá hoy no quería ser el saco de desfogue de el Joker, quizá las palabras de Batman si habían calado dentro de la telaraña de sus pensamientos aunque ella intentaba ahogarlos en un abismo de silencio.

-¡Harley nena! Ya sal de ahiiii... Tu puddin no te hará daño -canturreo el Joker cerca de su habitación. Quería salir, cuando Señor J hablaba así la derretía pero entonces tuvo mucho miedo porque recordó el viaje de camino al escondite del Joker. Como había estado tan furioso porque la aparición de Batman en el banco había empeorado la situación, no pudo llevarse todo el botín que esperaba. Bueno, si llevar un ojo morado era parte del premio Harley Quinn se había equivocado porque cuando la risa siniestra del Joker, mientras conducía a toda velocidad escapando con algunas bolsas de dinero, se detuvo abruptamente como una canción que había llegado a su fin, le dirigió una mirada endemoniada a Harley que también hizo que se le borrara la sonrisa del rostro.

-¿Porque me miras así Pudin?... Pensé que estabas feliz -dijo Harley con voz lastimera.

-¿Feliz? ¡¿Feliz?! Hahaha yo siempre estoy feliz muñeca -dijo sin dejar de mirarla de tal forma, mientras le pellizcaba una mejilla hasta dejarla roja- y más aún sabiendo lo que te voy a ser en casa hahahaha.

Harley entonces supo que definitivamente no iba a ser una tarde sexy, el Señor J tenia la mandíbula tensa mientras conducía y no le dirigió la palabra en el resto del camino mientras seguía conteniendo esa mirada de locura que especialmente en ese momento no ponían de buen humor a Harley pues eran un mal augurio para ella.

Mientras aparcaba el carro Harley se había aislado lo más cerca a la puerta para no estar tan cerca de las garras del Joker, no sabía si el castigo comenzaría ni bien el bajase del auto pero no lo pensaba averiguar.

-Llegamos Harls -dijo mientras inclinaba su rostro hacia ella y la miraba con el ceño fruncido. Harley no podía quitarle la mirada de encima, parecía que era un competencia de miradas y quien parpadeaba primero se llevaría el premio de que le hagan ver estrellas.

-¿Estás lista?

-Tienes el ojo hinchado Puddin

-¡No has respondido mi pregunta! -grito haciendo brincar a Harley -¿Porque eres una niña mala que le gusta hacer molestar a papi? -le preguntó con fingida angustia. Harley bajo la mirada, no sabía que era peor si sus ganas de reír o que siempre consiga hacer enojar a su amado Joker.

-Perdón Pudin, yo... -pero se detuvo en seco porque J había propinado un golpe al timón.

-Odio que me llames de una manera tan estúpida, tienes que responderme con respeto -y mientras él se distrajo ella aprovecho para abrir la puerta y cayó de espaldas al suelo. Pronto se paro y comenzó a correr para chocar con uno de los hombres del Joker que estaba movilizando las armas que habían llevado dentro de la mansión.

-Señorita Harley, ¿todo en orden? -preguntó sorprendido.

-Me va a matar -le dijo mientras le jalaba los brazos y comenzaba a correr riéndose.

-No la dejes ir, ¡Atrápala! ­-pero Harley ya se encontraba corriendo entrando a toda prisa. -Eres un inútil ¡Todos son unos inútiles!

Mientras Harley corría buscando donde esconderse escucho unos disparos y la voz del Joker diciéndoles a sus hombres que se largasen si no querían terminar con una bala de regalo por parte de él. Eso significaba que estaban solos los dos, esa podría ser una buena o pésima oportunidad para ella.

«Te va a matar»

«Esta vez será de verdad»

«Va a doler mucho, mucho, mucho, mucho... mejor no salgas nunca»

El escondite de ellos era una mansión en todo el sentido de la palabra. En el jardín se paseaban sus lindos bebes, que eran un par de hienas que podían ser igual de obedientes que un perro pero más letales a la hora de asesinar. El garaje estaba lleno de autos deportivos, motocicletas y todo tipo de transporte que le apeteciese tener al Joker. El lujo no era parte de su vida pero la comodidad para divertirse y disfrutar la vida como el gran chiste que era, era su motivación para obtener todo en cuanto quisiera.

Con la llegada de Harley a su humilde hogar sintió que ella era la pieza que le faltaba para tener un sequito más completo y poder juntos a ponderarse de Gotham city. No era que necesitaba compartir con alguien su gloria ­-¿o sí? -pero tener a Harley a su lado completaba su combo. Podías comer unas french fries sin nada y el sabor y su textura crujiente podían satisfacer tu paladar pero Harley era el ketchup en sus french fries. Ella le daba ese toque dulce pero ácido. Ella era la que teñía todo de rojo, un rojo sangre, era una musa perfecta para un villano que quería inspiración para asesinar, para llevar acabo planes que dejen a todos horrorizados de sus travesuras, de sus maquiavélicas bromas donde se teñía todo escarlata. Así como su mente también lo hizo el primer momento en que la vio, ella era la pieza que necesitaba y la tendría sin lugar a dudas.

Pero ahora la pequeña arlequín se encontraba extraviada, no aparecía. Porque era tan difícil hacer que ella lo obedeciera, ella debía quedarse quieta, inmóvil, y dejar que el la castigara hasta que sienta que ella había aprendido su lección. En el único momento quizá donde la quería con algo de voluntad propia era en la noches, cuando ambos jugaban y la pasaban muy bien pero aún no era de noche.

-Vamos Harls... me estás impacientando, ¡sal de una maldita vez! -se hallaba hirviendo de ira mientras pateaba un jarrón y brincaba sobre los trozos que no se habían destrozado completamente.

«Se ha ido»

Aquella voz se formo con cric de una parte del ya no habido jarrón. El se detuvo en seco. No podía ser, sus ojos se desorbitaron mirando la nada y comenzó a reír para sus adentros.

«Te ha abandonado»

-Imposible ­-sentenció. Ella no lo podía abandonar, ella no lo haría. Además ella había corrido dentro de la casa, debía estar en alguna parte pero como era una niña traviesa le gustaba hacerlo enojar, eso era todo. No. No se había ido

«Que esperabas, siempre le haces daño, ¿acaso no la escuchas llorar de dolor?»

Sus dientes rechinaron mientras cogía la funda de su pistola. El no le hacía daño. El solo la educaba, le enseñaba. A Harley le gustaba el dolor y si lloraba lo hacía de placer así como el también lo hacía porque para él no había forma más real de sentirse vivo que sintiendo su piel partirse, creando surcos hasta sus venas, arterias, hasta aquel corazón de poker que llevaba bajo su carne y latía con cada fechoría.

Ella le gustaba eso. Ella... Ella lucia muy linda con el cabello en coleta y con sus labios rosa. Esos lentes negros hacían que solo te fijaras en aquellos ojos azules y...de repente la Harlen Quinzel que había rememorado, aquella vez cuando ella era doctora, desaparecía de su memoria para tomar forma de Harley Quinn, vestida con su traje de arlequín y con su maquillaje de payaso, con cortes en los brazos y las piernas, el rostro hinchado y los ojos llorosos... esos ojos, ya no lo miraban con esa profundidad que antes había notado mientras él era su paciente, ahora lucia vacios.

«Se ha ido»

-¡NO!

Entonces tiro su pistola al piso y comenzó a buscarla de manera más desesperada, de manera más necesitada, algo se había instalado en su estomago y necesitaba hallarla para que esa sensación estúpida se fuera.

Puddin PodridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora